Mujeres desvastadas
Lorena propone trabajar el concepto de Estrago desde Freud y
Lacan y analizar las relaciones entre el estrago y la feminidad. Motivada por
las preguntas acerca de si el estrago es constitutivo de lo femenino, si la
relación entre las madres y las niñas siempre producen estragos y si existe
conexión entre la madre estragante y la mujer estragada, concluye su trabajo
afirmando que "Estrago y amor participan del mismo principio, en el
sentido del gran Otro tachado, el sin límite del no-todo."
¿Cuál sería entonces la diferencia? ¿Qué consecuencias para
el lazo entre generaciones? ¿Qué haría allí un sujeto para producir
alternativas de vida?
1. Introducción
En el siguiente trabajo me propongo desarrollar la relación
entre el concepto de estrago y la feminidad. Algunas preguntas motivarán el
abordaje posible de dicha relación que se pondrá en cuestión durante el
recorrido: ¿Es el estrago constitutivo de lo femenino? ¿Siempre produce
estragos la relación de la niña con su madre? ¿Qué relación existe entre la
madre estragante y la mujer estragada?
Comenzaré el planteo rastreando el concepto de estrago.
Partiré de la definición general del diccionario para luego llegar a la
inscripción de este significante en el psicoanálisis. Para ello se articulará
el concepto en Freud y Lacan en torno a las salidas posibles hacia la
feminidad.
El recorrido empezará desde el Complejo de Edipo y su salida
en la niña para luego aproximar el trabajo a un más allá del Edipo a partir de
la sexuación y la distribución sexual. En este sentido intentaré arribar a
alguna conclusión que permita articular los conceptos de mujer y estrago a la
luz de la última enseñanza de Lacan, en particular tomando como referencia el
Seminario 20.
2. Concepto de Estrago
Según La Real Academia Española, la palabra estrago tiene
dos acepciones, en primer lugar es definida como ruina, daño, asolamiento.
Estragar es asolar, devastar. En su segunda acepción, si se le antepone el
verbo "causar" o "hacer" estragos, la significación es:
provocar una fuerte atracción o una gran admiración entre un grupo de personas.
Miller, en su texto "Una distribución sexual" dice
que la palabra estrago (ravage) es un derivado de arrebatar (ravir). A su vez,
el verbo arrebatar es un retoño del latín popular "rapire", que quiere
decir "tomar violentamente" y que se encuentra en el
"rapto". Significa que se es llevado por la fuerza, que se arranca.
Lacan habla de estrago
para referirse a lo sintomático de
la relación entre la madre y la niña. El estrago materno entonces, como consecuencia
estructural al modo de relación entre la niña y la madre. Hay dos referencias
en Lacan en las que aparece el concepto de estrago relacionado con lo femenino,
en el Seminario 17 y en el Atolondradicho.
En el Seminario 17 dice: "el papel de la madre es el
deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda
soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce
estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre".
(Lacan, 1992, El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, pág. 118)
De esta referencia, en principio se puede decir, que el
estrago está en relación con el deseo de la madre. Este deseo es
estructuralmente devastador tanto para la niña como para el niño. El deseo de
la madre siempre hace estragos, sin embargo la relación al falo es lo que
mediatiza, lo que impide que la boca se cierre. Entonces un límite posible al
estrago que causa el deseo de la madre, sería el deseo del padre.
En la referencia del Atolondradicho Lacan dice: "la
elucubración freudiana del complejo de Edipo, en la que la mujer es en él pez
en el agua, por ser la castración en ella inicial, contrasta dolorosamente con
el estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la
cual parece esperar en tanto mujer tanto más subsistencia que del padre, lo que
no pega con su ser segundo en este estrago". (Lacan, 1984, El
Atolondradicho, pág. 35)
Aquí el estrago se destaca como inherente a la relación de
la niña con su madre, versión que se rastrea desde Freud en relación a la
ligazón de la niña con su madre en la fase preedípica.
Cabría preguntarse si este estrago que en principio podría
ubicarse como constitutivo de la mujer, perdura a través del tiempo. Con
anterioridad ubicábamos que el padre hacía de límite al estrago materno. Para
que esto suceda, cabría decir parafraseando a Lacan en el texto Decolaje o
despegue de la escuela, que es preciso que la mujer acierte con el hombre que
le hable según su fantasma fundamental, y que pueda obtener de éste la
satisfacción verdadera –fálica-. Lo cierto es que este acierto se ubica en
relación a una contingencia, sólo puede haber relación en la contingencia.
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3. Hacia Freud
Tendremos que recorrer la relación preedípica de la niña con
su madre en Freud para darle mayor consistencia a lo que a partir de allí
considero que Lacan elabora como estrago materno. Freud en su conferencia Nº 33
titulada "La feminidad", dice que el psicoanálisis no pretende
describir qué es la mujer sino indagar cómo se desarrolla la mujer a partir del
niño de disposición bisexual. Entonces hace una diferencia entre el desarrollo
sexual del niño y de la niña. Las primeras fases del desarrollo libidinal se
recorren de igual modo para ambos sexos, pero luego de la fase fálica y de la situación
edípica, la niña debe cambiar de zona erógena y de objeto, mientras que el
varón retiene ambos.
En ese texto Freud destaca en la mujer una fase de ligazón
con la madre predípica de un importante contenido, tanto por su duración como
por la posibilidad de dejar como secuela fijaciones y predisposiciones.
"Sabíamos, desde luego, que había existido un estadio previo de ligazón
madre, pero no sabíamos que pudiera poseer un contenido tan rico, durar tanto
tiempo, dejar como secuela tantas ocasiones para fijaciones y predisposiciones (...) No se puede comprender a la mujer si
no se pondera esta fase de la ligazón madre preedípica". (Freud, 1932,
Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 111)Es en este punto donde Freud ubica que
para poder entender lo propio de lo femenino es necesario darle importancia a
la fase preedípica de ligazón con la madre. Ligazón que permitirá luego hacer
el pasaje hacia el padre.

4. Estrago en Freud
De lo citado en el punto anterior tenemos una definición
posible del estrago que constituye la relación de la niña con su madre según
Freud. Esta relación con la madre preedípica es necesaria y decisiva para el
pasaje que luego la niña hará en dirección hacia el padre. El factor específico
que Freud encuentra en la niña respecto al niño es en relación al complejo de
castración, "la diferencia anatómica (entre los sexos) no puede menos que
imprimirse en consecuencias psíquicas. (…) La muchacha hace responsable a la
madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio" (Freud, 1932,
Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 115).
A partir de la responsabilidad que la niña le atribuye a su
madre por su falta de pene, y el odio que adviene en consecuencia, se puede
pensar que lo devastador para la niña, lo estragante, es precisamente esa falta
de pene. Eso que en ella está en menos tratará de compensarlo por distintas
vías. Por vía de la castración la niña abandona a la madre como objeto y pasa
al padre, se dirigirá a él en busca de amor.
La niña "Resigna el deseo del pene para reemplazarlo
por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de
amor. La madre pasa a ser objeto de los celos, y la niña deviene una pequeña
mujer." (Freud, 1925, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia
anatómica entre los sexos, pág. 274)
" (…) Con el descubrimiento de que la madre es castrada
se vuelve posible abandonarla como objeto de amor, de suerte que pasan a
prevalecer los motivos de hostilidad que durante largo tiempo se habían ido
reuniendo" (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 117)
"El complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de
destruirlo; por el influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la
ligazón madre y desemboca en la situación edípica como en un puerto".
(Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La Feminidad, pág. 120)
Se puede plantear entonces como primera conclusión que para
Freud el estrago sería una de las modalidades del penisneid. De este modo
aparecería en las mujeres como un rasgo constitutivo. Freud deriva de la
envidia del pene la sexualidad femenina, entonces el estrago está relacionado
al destino del falo en la niña. Una mujer para Freud es alguien cuyo ser sufre
de la falta en tener. En este sentido cabe preguntarse si este sufrimiento no
es para Freud el síntoma por excelencia de la mujer. Sexualidad femenina e
histeria quedarían equiparadas para Freud. Sin embargo lo que queda como resto
es la pregunta ¿Qué quiere una mujer? Hay un enigma de la feminidad, que de
alguna manera encuentra una solución para Freud en la maternidad. Para la falta en tener, la respuesta es el
hijo. "La renuncia al pene no se soportará sin un intento de
resarcimiento. La muchacha se desliza –a lo largo de una ecuación
simbólica, diríamos– del pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el
deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre,
parirle un hijo". (Freud, 1924, El Sepultamiento del complejo de Edipo,
pág. 186.
5. La mujer y el falo
A partir de aquí y con una lectura desde Lacan, tenemos que las posiciones sexuadas se reparten
alrededor del falo: tenerlo –a condición de no serlo – para el varón; serlo –a
condición de no tenerlo – para la mujer. En tanto que no lo tiene, la mujer
sólo obtiene el signo de que lo es si se hace objeto del deseo del hombre,
objeto imaginario del fantasma.
En "La significación del falo" Lacan advierte que
el falo es un significante, así se introduce la idea de que es en el lugar del
Otro donde el sujeto tiene acceso a él (al significante). Pero el significante
está velado, aparece como razón del deseo del Otro, entonces es ese deseo del
Otro lo que al sujeto se le impone reconocer. "Esa prueba del deseo del
Otro, la clínica nos muestra que no es decisiva en cuanto que el sujeto se
entera en ella de si él mismo tiene o no tiene un falo real, sino en cuanto que
se entera de que la madre no lo tiene. Tal es el momento de la experiencia sin
la cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid) que
se refiera al complejo de castración tiene efecto." (Lacan, 1975, Escritos
2 La significación del falo, pág. 673).
Las relaciones entre los sexos giran alrededor de un ser y
un tener, que se refieren a un significante, el falo. Hay un parecer que se
sustituye al tener, por un lado se protege, por la amenaza de perderlo, por el
otro se enmascara la falta.
La mujer se
presentará en la contienda sexual como siendo el falo, significante del deseo
del Otro, bajo el modo de la mascarada(maquillaje,indumentaria). Será por
lo que no es por lo que pretenderá ser deseada al mismo tiempo que amada. La
relación entre los dos sexos se afronta entonces a partir de una apariencia, es decir que se dibuja en
el registro del semblante. Una mujer
que funciona como semblante de ser, se sitúa del lado del objeto deseado de un hombre. En este sentido,
la mascarada es una solución de ficción, es decir que tiene que ver con el
fantasma.
Dijimos entonces que la comedia de los sexos obedece a la
diferencia que se establece entre el ser y el tener, en ambos casos se trata
del falo. Luego, la subjetivación de esa existencia o inexistencia, tener o no
tener el pene en el cuerpo, se significa de distinto modo según el sexo. Desde
esta perspectiva, en su texto De la naturaleza de los semblantes, Miller
advierte que la mujer no tiene nada que perder, de este modo, no habría
límites. Ser en lugar de no tener es la metáfora fálica de la mujer, uno de los
caminos de la solución femenina, que, tal como me referí anteriormente, está en
relación con la mascarada.
Siguiendo a Miller en De la naturaleza de los semblantes
encontramos que en mascarada está la máscara, cuyo truco es hacer creer que hay
algo detrás. En ese texto cita a Lacan en Subversión del sujeto y dialéctica
del deseo, página 805 donde habla en relación a la mujer "Es la ausencia de pene la que la hace falo (…) Evocad esa
ausencia de una manera más precisa haciéndole llevar un lindo postizo bajo un
disfraz de baile, y me diréis qué tal, o más bien me
lo dirá ella: el
efecto está garantizado 100%, queremos decir ante hombres sin ambages".
(Lacan, 1975, Escritos 2 Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, pág.
805)
Entonces Miller refiere en relación a esta cita: "la mujer
lacaniana no lleva este postizo por propia iniciativa, sino por la dirección de
este discurso. Aparentemente, la mujer lacaniana accede, consiente en llevar, a
pedido de un hombre, un bonito postizo. Luego, el hombre sin ambages se
encuentra en condiciones de suscitar su deseo. Cabe aclarar que aquí hay que
entender por hombre sin ambages (valiente, con pelotas) ese que no teme a la castración, que está
lo suficientemente despegado del falo de la madre para saber –y no temer– que
la mujer no tiene. (…) El postizo lacaniano encarna el falo como índice de la
falta. El único falo que vale es el que declara: soy un semblante".
(Miller, 2002, De la naturaleza de los semblantes, pág. 168)
6. Más allá del Edipo
Lacan se proyecta más allá del Edipo para responder al
enigma de la feminidad, va del Edipo a la sexuación, siendo la sexuación la
subjetivación del sexo para cada quien.
También va más allá de la mujer madre como respuesta a la
falta en tener que ubicaba Freud. Se trata de situar que en la madre hay al
lado del deseo, un goce desconocido, femenino. Como resultado de la metáfora
paterna lo que tenemos es el goce fálico que regula las relaciones entre
hombres y mujeres. Pero lo particular de lo femenino es el goce que no pasa por
la castración, goce suplementario. Este goce Lacan lo refiere al goce del
cuerpo que está más allá del falo. Goce ilimitado, inalcanzable.
La castración es la condición para que un hombre pueda
abordar a una mujer. Pero el modo de poder arreglárselas con ese goce
ilimitado, es reduciéndolo, ubicando a la mujer como objeto a de su fantasma.
El fantasma es la herramienta para abordar a una mujer, y en efecto, lo que se
aborda, es la causa de su deseo. Es en este sentido que el objeto para el
hombre se ubica en relación al fetiche, objeto fetichista, limitado, recortado;
mientras que del lado femenino se ubica la erotomanía, el ser amada por el
Otro. Aparece entonces como una modalidad posible ubicar a la mujer como
síntoma del hombre.
Es en el Seminario 20 donde Lacan introduce el La mujer como
tachado. Ubica allí que hombre y mujer son significantes a los que cada cual se
identifica. El hombre conoce el goce de la mujer por el goce propio. No hay
relación sexual, es decir que en el ser hablante no hay inscripción posible de
la relación entre los sexos, no hay proporción sexual, no hay la mujer.
"Pero el ser es el goce del cuerpo como tal, es decir
como asexuado, ya que lo que se llama el goce sexual está marcado, dominado,
por la imposibilidad de establecer como tal, en ninguna parte en lo enunciable,
ese único Uno que nos interesa, el Uno de la relación proporción sexual".
(Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 14)
Las fórmulas de la sexuación propuestas por Lacan ubican del
lado hombre el todo y del lado mujer el no – todo. Esto no quiere decir que no
pueda haber hombres ubicados en relación al no – todo y mujeres en relación al
todo. Todo ser que habla se inscribe en uno u otro lado.
El hombre en tanto todo se inscribe mediante la función
fálica, esta función encuentra su límite en la excepción postulada como
término, es la función del padre. Con la castración suple la relación sexual
que no puede inscribirse de ningún modo.
Del lado femenino nada viene a poner límite a la función
fálica, puesto que esa relación es contingente. La ausencia de límite remite,
en la mujer, al hecho de que para ella, el decir interdictor soportado por la
amenaza de castración no tiene pertinencia. En ella no hay amenaza y como la
función fálica no tiene topes, las
mujeres no son colectivizables, no forman un todo, hay que decir de ellas una
por una.
"No hay la mujer, artículo definido para designar lo
universal. No hay la mujer puesto que (…) por esencia ella no toda es".
(Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 89) "(…) Si la naturaleza de
las cosas la excluye, por eso justamente que la hace no toda, la mujer tiene un
goce adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función
fálica". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 89) "El ser no
toda en la función fálica no quiere decir que no lo esté del todo. Está de
lleno allí. Pero hay algo más". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun,
pág. 90)
7. Sin límite
De qué se trata entonces este "algo más" que Lacan
sitúa en relación a la mujer. ¿Es algo que está en exceso? Considero más bien,
que se trata del "sin límite"
del goce femenino. Sin límite que entiendo queda del lado del estrago. Estrago, entonces como un modo de
nombrar el goce suplementario, como goce que arrasa, que escapa a la ley
fálica, es decir a la castración articulada simbólicamente. En ese sentido se
podría ubicar más bien en relación con un real.
La deslocalización del goce en el cuerpo es lo ilimitado del
goce femenino. Considero entonces que la manera de nombrar el estrago en el
Seminario 20 es en lo ilimitado del goce suplementario, en lo infinito, en el
no todo.
El arrebato, que ubicábamos en el inicio del trabajo, como
una manera de nombrar al estrago, está ligado al cuerpo. Al hecho de tener un
cuerpo y que ese cuerpo pueda ser sustraído. El estrago tiene una cara fálica
de reivindicación articulada al deseo de la madre y una cara no toda fálica que
se sostiene del arrebato del cuerpo, ligada a la dificultad de simbolizar el
goce femenino, ausencia de límite. El no todo de la mujer está referido al goce
fálico, ella es no toda goce fálico.
"(…) El goce fálico es el obstáculo por el cual el
hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque
de lo que goza es del goce del órgano". (Lacan, 1981, El Seminario libro
20 Aun, pág. 15)
En Decolaje de la escuela, Lacan ubica que las mujeres no
están privadas del goce fálico, pero que este goce no las acerca a los hombres
sino que las aleja, funciona como obstáculo.
La satisfacción la mujer la obtiene con su cuerpo pero como respuesta a las
palabras del hombre. Esto quiere decir que el goce suplementario está en
relación con las palabras de amor que una mujer puede obtener de un hombre, que
le hable según su fantasma.
Existe un goce conectado con el propio cuerpo, es el lugar
del goce por excelencia. Cada uno de los sexos goza de su cuerpo y no hay
acceso al cuerpo del Otro. Es así como el goce no se comparte porque es
solitario, de lo que se trata es que en la contingencia del encuentro pueda
haber goces compatibles.
El falo es la cópula gracias a la cual se cumpliría
sexualmente la relación con el Otro. Hay, a través de la función fálica y bajo
la forma de la castración, una relación con el goce. Pero no es lo mismo para
el hombre que para la mujer, puesto que del lado mujer está escrito que no todo
el goce posee el significante fálico. El goce suplementario es el que la
feminidad sustrae al significante fálico.
Miller, en Los signos del goce, toma una cita del
Atolondradicho: "Decir que una mujer no es toda, es lo que el mito nos
indica por ser ella la única cuyo goce sobrepasa al que surge del coito. Por
eso mismo quiere ser reconocida como la única por la otra parte. (…) Así se la
satisficiera en la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la
divide convirtiendo su soledad en su pareja". (Lacan, 1984, El
Atolondradicho, pág. 37)
Dice Miller respecto de esta cita: "Se trata del
registro de la exigencia del amor, y es un intento de Lacan por deducir esta
exigencia a partir de la estructura del goce femenino. El amor –y su exigencia–
es del registro del reconocimiento y constituye un esfuerzo por inscribir el
goce en la relación con el Otro. La indicación de que la mujer sigue siendo
compañera de su soledad en su goce muestra el fracaso de todo reconocimiento
del amor para librarla de ella. (…) La soledad de una mujer se funda en un goce
al que ningún hombre puede seguirla". (Miller, 1998, Los signos del goce,
pág. 373) "De aquí que, si el deseo es el deseo del Otro, Lacan formule
que el goce del cuerpo del Otro sigue siendo un interrogante". (Miller,
1998, Los signos del goce, pág. 374)
Entonces el amor, por
más recíproco que sea, no modifica la soledad que cada cual tiene con su goce.
Esta soledad está referida en Lacan como no hay relación sexual.
8. Momento de concluir
Retomando las preguntas del inicio ¿Siempre produce estragos
la relación de la niña con su madre?
Vimos que el deseo de la madre siempre produce estragos, sin
embargo el estrago será más o menos marcado según el discurso con el que la
madre nombre el más allá del falo. La
madre debe ser no toda madre para que la niña no sea todo objeto.
Se puede decir que hay
estrago materno cuando la función paterna se demuestra como no haciendo un
punto de pacificación, manifestándose al servicio del capricho de la madre y no
como agente de la privación. Así, el padre aparece como impotente frente a una
madre abrasadora.
Es preciso que para
ella el niño no sature la falta en la que se sostiene su deseo. Que los cuidados
que imparte al niño, no la disuadan de desear como mujer. Es necesaria
entonces la función del padre, cuya incidencia sobre el Deseo de la Madre es lo
que le permite al sujeto un acceso normalizado a su posición sexuada. Pero no
basta con la función del padre, todavía se necesita que la mujer encuentre el
significante de su deseo en el cuerpo de un hombre.
Hay una condición de no-todo: que el deseo de la madre
diverja y sea llamado por un hombre. Esto quiere decir que la madre sea mujer,
exigiendo que el padre sea también un hombre.
¿Es el estrago constitutivo de lo femenino? Consideré que el
estrago es el resultado de la envidia del pene en la niña y desde allí una
marca constitutiva para cada mujer. Por supuesto que las consecuencias serán
diversas según el modo en que cada una se las arregle con eso "que no
tiene". El goce femenino es ilimitado, y es en ese punto donde el estrago
aparece en relación a la mujer. Es el goce sin medida, que se ubica en el
cuerpo. Distinto del goce fálico que se puede localizar en una parte del
cuerpo. En este sentido, el síntoma, a diferencia del estrago, queda más bien
ubicado en relación al goce fálico, a lo localizado y limitado.Volvamos
entonces a las dos acepciones del término estrago. Por un lado lo que arrasa,
devasta, daña, que tiene mayor relación, a mi entender, con la madre
estragante, la que produce estragos. Pero por otro lado tenemos que causar o
hacer estragos es "provocar una fuerte admiración entre un grupo de
personas". Considero que esta acepción estaría más del lado de la mujer
estrago. Mujer sin límite, mujer enigmática, mujer que demanda, también sin
límite, que la amen.
El goce femenino suplementario queda entonces articulado a
la demanda de amor. Estrago y amor participan del mismo principio, en el
sentido del gran Otro tachado, el sin límite del no – todo.
Lorena
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