Pidiendo anestesia
S.O.S HELP
Frente al estallido de las normas
tradicionales al sujeto se le exige ser exitoso en múltiples registros: físico,
estético, sexual, psicológico, profesional, social, etc. En un mundo fascinado
por el éxito, el rendimiento y la excelencia, hay tensiones fuertes entre las
metas y los logros lo cual supone sufrimientos diversos. Algo
falla en esta exigencia que necesita drogas diversas y bebidas energizantes. Los
duelos masivos y traumas hacen zozobrar vínculos, identidades y proyectos
personales y colectivos. Hay recursos variados para evitar compromisos. En
nuestra época predomina lo light que ha invadido nuestras prácticas cotidianas.
Si antes era admitido únicamente en el dominio del arte, hoy es un imperativo
en múltiples esferas: objetos, cuerpo, deporte, alimentación, arquitectura,
diseño. Las transformaciones de la vida colectiva e individual reivindica otra
modalidad de tipo “liquido” . La vida de los individuos está caracterizada por
la inestabilidad, entregada al cambio perpetuo y a lo efímero. Las pesadas
imposiciones colectivas han cedido a la volatilidad de las relaciones y los
compromisos. Por obra del consumismo, vivimos el tiempo de la legitimación de
la banalidad como valor cotidiano. Por medio de los objetos, la publicidad, los
medios y la moda, el capitalismo del consumo exalta los placeres invitando a
vivir solo en el presente La ideología, que se escribía con mayúscula, ha
cedido el paso a una ética de la satisfacción inmediata, a una cultura lúdica y
hedonista centrada en los goces del cuerpo, de la moda, de las vacaciones, de
las novedades comerciales.
La fragilidad de los lazos y la facilidad
actual para las desvinculaciones traen consigo unas veces las delicias de la
renovación, otras la pesadilla de quedar abandonados. Todo se ha vuelto
desechable: en este contexto, muchas personas tienen miedo de vivir un nuevo
fracaso doloroso y no piensan sino en protegerse de sufrimientos siempre
posibles en las relaciones afectivas. La soledad como consuelo: más vale estar
solo que vivir conflictos agotadores y un nuevo fracaso. La libertad se
transforma en miedo a las relaciones.
A su vez los consultantes que no logran
eludir ciertos sufrimientos transitan de consulta en consulta. Nómades y
escépticos. No creen en ningún tratamiento pero los prueban todos: homeopatía,
acupuntura, hipnosis y alopatía. Pero no es imposible encontrar al psicólogo o
médico que dialoga en lugar de limitarse a medicar y abolir síntomas mediante
métodos sugestivos. Logrará así que su padecer se inscriba en la trama de los conflictos
propios de una historia singular.
En los comienzos de un psicoanálisis lo que
se escucha es la “historia oficial”. Pero esa historia es confrontada con
aquella que el psicoanalista ayuda a construir. Los testimonios del pasado son
los síntomas, las transferencias, las repeticiones, las formaciones
caracterológicas, los sueños y también los recuerdos. En psicoanálisis, el
“hacer la historia” no podría reducirse a un relato que reprodujera el pasado
con fidelidad pero sin establecer una interpretación de los hechos. La historia
que se va haciendo en el trabajo analítico establece relaciones entre el pasado
que se evoca y su repetición. La historia se construye desde el presente.
¿Cómo? ¿Inventando un pasado? ¿Recuperándolo sin producir nada nuevo? La verdad
histórica se construye partiendo de las inscripciones del pasado, pero es el
trabajo mancomunado el que generará nuevas simbolizaciones. El psicoanálisis
remite a una historia pero no repite una historia, en tanto a la repetición se
le sumen el recuerdo y la reelaboración. Interpretaciones y construcciones le
permiten al analizando apropiarse de un fragmento de la historia de su pasado
libidinal e identificatorio y reconstruir su sentido con el fin de ponerlo al
servicio de su proyecto de vida actual.
D.G.
Hoy, lo
moral, lo que está bien, es ser feliz. La dictadura de la euforia sumerge en la
vergüenza a los sufren. Quiere anestesia en la vida cotidiana. Simples
dificultades las considera sufrimiento
¿Cómo
construir un psicoanálisis contemporáneo, abierto a los intercambios con otras
disciplinas y al desafío que impone cada coyuntura sociocultural? En mi libro,
Encrucijadas del psicoanálisis (*), insisto en que es necesario que éste se
actualice para no perder vigencia.
La clínica
actual supone lidiar no sólo con enfermedades, sino con el sufrimiento (el
evitable y el inevitable). ¿Quiénes nos consultan? Generalizaré: personas con
incertidumbre sobre las fronteras entre el yo y los otros; con fluctuaciones
intensas en la autoestima; con vulnerabilidad a las heridas narcisistas; con
gran dependencia de los otros o imposibilidad de establecer relaciones
significativas; con intensas angustias y temores; con apatía, con trastornos
del sueño y del apetito, con desesperanza, con hipocondría, con crisis de
ideales y valores y con multiplicidad de síntomas corporales.
El
sufrimiento es una experiencia que confronta a una persona con la pérdida, el
rechazo, la decepción que le impone alguien significativo, una actividad o
ciertas pérdidas o traumas. El sufrimiento es una necesidad porque obliga a
reconocer la diferencia entre realidad y fantasía. Y es un riesgo porque el
sujeto, ante el exceso de sufrimiento, puede desapegarse de aquello que lo
causa empobreciendo sus relaciones y su vida misma.
Una cuota
de sufrimiento es inherente al vivir y soportable sin terapias y sin pastillas.
Cuando la cuota se vuelve excesiva -por la duración, por la intensidad-
recurrimos a respuestas elementales para atenuarla y -si pudiéramos- borrarla.
La gente hoy tiene el sufrimiento paradójico de no querer sufrir ni lo
indispensable.La moral y la felicidad, que estaban reñidas, hoy son carne y
uña. Lo moral, lo que está bien, es ser feliz. Hemos pasado de valorar el deber
a valorar los placeres. En vez de abnegación, escapismo; en vez de privacidad,
violencia mediática y frivolidad. La dictadura de la euforia sumerge en la
vergüenza a los sufren. El hombre actual sufre por no querer sufrir. Quiere
anestesia en la vida cotidiana. Simples dificultades las considera sufrimientos.
Sin embargo, reconozcamos que una dificultad sólo es preocupante cuando se pasa
de la raya sea por la duración, sea por la intensidad.

Tenemos
derecho a tener un techo, a evitar la intemperie. Otra cosa es que un adulto
pretenda la protección que se le da al niño. El infantilismo combina una
exigencia de seguridad con una avidez sin límites y evita cualquier obligación.
Mi infancia desgraciada, mi madre "castradora", mi padre ausente...
Al demostrar que el ser humano es movido por fuerzas que conoce pero también
por fuerzas que no conoce (lo inconsciente) el psicoanálisis proporcionó a cada
cual una batería de pretextos para victimizarse.
Hay
corrientes filosóficas y psicológicas que no quieren hablar de conflicto. Pero
el conflicto no es ni bueno ni malo. El conflicto es. El conflicto no es una
pelea callejera que pudo haberse evitado. El conflicto es inevitable. El
vegetal lucha para vivir, para no ser destruido por el clima, por los animales.
El hombre para no ser destruido por sí mismo, por los otros o por ciertas
vicisitudes propias de la vida.
El análisis
de los condicionamientos sociales sobre la historia individual aporta un
esclarecimiento particular sobre los conflictos "personales". Permite
deslindar los elementos de una historia propia y los que comparte con aquellos
que han vivido situaciones similares. Todos vivimos en un cóctel cuyos
ingredientes son contradicciones sociales, psicológicas, culturales y
familiares.
Las normas
morales cambian de una sociedad a otra. Son muchos los que repiten que ya no
hay valores. Que toda la cultura moderna se ha encaminado hacia el nihilismo.
El nihilismo es precisamente esta "falta de fundamento". Es un hecho
que no existe ni existió una sociedad sin valores. Esos valores, conforman la
sociedad y la subjetividad.
Ahora hay
familias ampliadas, nucleares, monoparentales, homosexuales, etc., y familias
típicas (típicas de antes) y personas que extrañan la "familia
tradicional" y a veces son intolerantes con las otras. Caídos los dogmas,
tenemos que conformarnos con creencias, convencimientos, fe, teorías, hipótesis
y opiniones. Y disfrutar de ellos y soportar que a veces no sepamos a qué
atenernos.
Frente al
estallido de las normas tradicionales, el individuo no cuenta con una guía
univoca. Se le exige ser exitoso en diversos registros: físico, estético,
sexual, psicológico, profesional, social, etc. En un mundo fascinado por el
éxito, el rendimiento y la excelencia, hay tensiones fuertes entre las metas y
los logros y ello implica sufrimientos diversos.
Algo falla
en esta exigencia que necesita drogas diversas, anabólicos, bebidas
energizantes. Los duelos masivos y traumas hacen zozobrar vínculos, identidades
y proyectos personales y colectivos. Si ustedes quieren eludir estas crisis,
tendrán que encerrarse en un bunker al que no llegue el afuera, sus
turbulencias diversas, sus duelos masivos. Hemos vivido "dentro" de
esa crisis multidimensional (política,
social, económica y ética) que nos asedia en las últimas décadas. La autoestima
y la identidad se resquebrajan cuando la sociedad "maltrata" al
sujeto.
Los
pacientes, fragmentados por los especialistas, aumentan la hipocondría y van,
nómades, de consulta en consulta. Nómades y escépticos. No creen en ningún
tratamiento pero los prueban todos: homeopatía, acupuntura, hipnosis y
alopatía. Pero no es imposible encontrar al profesional que dialoga. Será la
oportunidad de hablar de su padecer e inscribirlo en la trama de una historia
personal.
(*) Las
encrucijadas actuales del psicoanálisis (Fondo de Cultura Económica)
Luis
Hornstein