Se propone hablar de función subjetivante en el duelo en lugar de "trabajo de duelo", porque la misma atañe a la posibilidad de traducir lo que se pierde en formas discursivas subjetivas y colectivas.
Tanto Freud como Lacan sostienen que habría duelos
"normales" y duelos "patológicos", aunque ni uno ni otro
plantea una correlación entre duelo "normal" y subjetivación o duelo
"patológico" y desubjetivación. Nos preguntamos si es posible aún
dividir las aguas en "duelos normales" y "duelos
patológicos" o, si mejor sería vincular los duelos desubjetivados al
phatos, al sufrimiento. Así, propondremos que un duelo subjetivado deja como
saldo mayor pacificación de la subjetividad y los duelos desubjetivados dejan
como saldo mayor pathos, más sufrimiento.
Ambos autores dicen que la muerte confronta al deudo en un
estado de indefensión (Freud) con el vacío de la inexistencia del Otro (Lacan)
y proponen algún encuentro con la angustia. El
acting out es una de las respuestas más frecuentes en las inmediaciones de las
pérdidas - dado el encuentro con la angustia - razón por la que plantea la
necesidad de los rituales y del "tiempo del duelo". acting out es una forma “mostrativa” de presentación del
padecimiento, que se caracteriza por su condición desafiante para el analista, quien puede extraviarse fácilmente con aquello que se
muestra de un modo facilitado.
Asimismo, como formación que llama al Otro, y le expone una verdad, la presentación del acting out declara, al mismo tiempo, que no se trata de aquello que se muestra. En la conducta inmotivada el analista encuentra un signo, un índice de otra cosa, que se monta no sólo para despistar, sino para vaciarse y remitir a un modo privilegiado de presencia (no objetiva).
Asimismo, como formación que llama al Otro, y le expone una verdad, la presentación del acting out declara, al mismo tiempo, que no se trata de aquello que se muestra. En la conducta inmotivada el analista encuentra un signo, un índice de otra cosa, que se monta no sólo para despistar, sino para vaciarse y remitir a un modo privilegiado de presencia (no objetiva).
En la clínica: psicólogos y psicoanalistas nos encontramos
con pacientes invadidos por la angustia que provoca la muerte de seres
queridos. Estos fenómenos, se muestran por ejemplo, en las versiones de
inhibiciones, pérdida de capacidad de amar, anorexias, bulimias, fobias,
neurosis de borde, adicciones, actuaciones suicidas y homicidas (abiertas o
encubiertas, a veces, disfrazadas de accidentes), sometimientos,
autoacusaciones, violencias contra sí mismo o contra otros, que muchas veces
revelan ser dificultades del reconocimiento y subjetivación de los duelos.
Son las conceptualizaciones de Lacan sobre el sujeto del
inconciente las que nos llevan a reflexionar sobre la subjetivación en los
duelos como posibilidad de ir más allá de aquellas propuestas para pensar en la
recomposición subjetiva luego de la irrupción traumática por la muerte de un
ser querido .
En el mundo moderno , se producen cada vez más
sujetos sin recursos simbólicos para recomponer sus vidas subjetivas, el lazo
social y la transmisión simbólica hacia las generaciones venideras. Las muertes
no son acompañadas desde los mitos y ritos que antes proponía el Otro y se deja
a los deudos solos con sus muertos. El pasaje al acto suicida u homicida,
los silenciosos duelos impedidos de los deudos y sus caídas en pasajes al acto,
adicciones, locuras etc. vienen en el lugar de la respuesta.
Tanto Freud como Lacan sostienen que habría duelos
"normales" y duelos "patológicos", aunque ni uno ni otro
plantea una correlación entre duelo "normal" y subjetivación o duelo
"patológico" y desubjetivación.
Nos preguntamos si es posible aún dividir las aguas en
"duelos normales" y "duelos patológicos" o, si mejor sería
vincular los duelos desubjetivados , al sufrimiento. Así, propondremos que un
duelo subjetivado deja como saldo mayor pacificación de la subjetividad y los
duelos desubjetivados dejan como saldo mayor pathos, más sufrimiento.
Ambos autores dicen que la muerte confronta al deudo en un
estado de indefensión (Freud) con el vacío de la inexistencia del Otro (Lacan)
y proponen algún encuentro con la angustia. .Es por ello que, para Lacan, el acting out es una de las respuestas
más frecuentes en las inmediaciones de las pérdidas - dado el encuentro con la
angustia - razón por la que plantea la necesidad de los rituales y del
"tiempo del duelo".
La angustia deberá transmudar en dolor y en duelo, lo que
hará posible algún camino hacia la subjetivación en los mismos. Convirtiendo
la angustia en dolor, (tanto Freud como Lacan diferencian la angustia del
dolor) permitirá al sujeto: Encontrar
una significación sobre su lugar en relación al objeto perdido. Esto
podrá dar lugar al síntoma, a las formaciones del inconsciente, a las
identificaciones (como efectos de significación), o al acto sostenido desde el
fantasma. A veces, se soporta el vacío mismo y desde allí se crea. (Madres
de Plaza de Mayo).
Pero
frecuentemente en los caminos del duelo, el sujeto transitará por los bordes de
la tentación a ofrecerse él mismo a fin de evitar el encuentro con el
desamparo que supone el reconocimiento de la muerte del prójimo, por lo que es
común, durante los duelos, la muerte del deudo. Sea por "accidentes",
"suicidios disfrazados" o francos (Lo que llamamos duelos desubjetivados).
Será en este siempre difícil tránsito que se podría pensar
en la subjetivación del duelo: que el sujeto (deudo) pueda reconocer, luego de
ese pasaje, las marcas que esa muerte dejó en él y restablecer el lazo con la
memoria del muerto, con su filiación, por lo tanto, con el tejido social.
Del recorrido expuesto se desprende el otro problema
derivado en relación al tema: la desubjetivación del duelo y sus consecuencias
en la subjetividad del deudo y en el tejido social, ya que las consecuencias de
tal desubjetivación devastan la condición humana. El frágil límite entre lo
significable y lo irrepresentable, lo imposible de significarse, se rompe, lo
que no puede ser sin consecuencias para la sociedad.
Freud interroga a propósito del duelo en su texto
"Duelo y melancolía", no sólo por la importancia de a quien pierde
el sujeto, sino qué pierde de él en esa pérdida. Cuestión crucial para la
subjetividad en el duelo, ya que en él algo de la subjetividad queda
modificado, desgarrado, desmembrado, roto. De allí la importancia de
trabajar el lugar de la subjetividad en el duelo y de la posibilidad de que el
sujeto pueda reconstruir lo que de él queda dañado. Esta cuestión está clara en
Freud, porque si bien no nombra la subjetivación, alude sin duda a la función
subjetivante en el duelo, que se ve dificultada en la melancolía. Son los
desarrollos de Lacan en torno al sujeto los que nos permiten sostener la
importancia de la función de subjetivación del duelo.La melancolía o la no función del objeto a. Esta
función subjetivante del duelo, se ve dificultada en la melancolía. Como
distinguía Freud en ella no se trata de a quién perdió el sujeto, sino
qué perdió en esa pérdida. En la melancolía el desalojo estructural que
padeció el sujeto en tiempos instituyentes convierte a la herida del
duelo en mortífera. No opera la función del duelo, podemos decir que no
sana la herida, producto del rechazo –no se trata de una renegación– de
la pérdida, por no contar con la falta originaria precursora de lo que
causa al sujeto.
A las características típicas de los duelos, en la melancolía se suma, como describía Freud, la disminución del amor propio o como traduce Etcheverry, la rebaja del sentimiento de sí. Podemos atribuir esa disminución del amor propio que se traduce en autorreproches y acusaciones, a una falla en la constitución narcisística. En el manuscrito G precisamente había definido la melancolía como un duelo por la pérdida de libido. Frase que alude a la ausencia de apetito propio de las anoréxicas melancólicas, en las que la sombra del pasaje al acto asola permanentemente.
Cuando al final del seminario sobre La angustia, Lacan habla de la melancolía y del ciclo manía-melancolía, describe que en este ciclo, a diferencia del que se cumple en el del duelo-deseo, no hay función de objeto a, sino identificación al a como desecho o resto. Por eso es tan frecuente que en el pasaje al acto súbitamente el sujeto se arroje despedido por una ventana. Manifestación de que la pulsión no ha sido procesada por el fantasma, y este fracasa como sostén del deseo. A lo mortífero de la pulsión, es a lo que se identifica el sujeto.
A las características típicas de los duelos, en la melancolía se suma, como describía Freud, la disminución del amor propio o como traduce Etcheverry, la rebaja del sentimiento de sí. Podemos atribuir esa disminución del amor propio que se traduce en autorreproches y acusaciones, a una falla en la constitución narcisística. En el manuscrito G precisamente había definido la melancolía como un duelo por la pérdida de libido. Frase que alude a la ausencia de apetito propio de las anoréxicas melancólicas, en las que la sombra del pasaje al acto asola permanentemente.
Cuando al final del seminario sobre La angustia, Lacan habla de la melancolía y del ciclo manía-melancolía, describe que en este ciclo, a diferencia del que se cumple en el del duelo-deseo, no hay función de objeto a, sino identificación al a como desecho o resto. Por eso es tan frecuente que en el pasaje al acto súbitamente el sujeto se arroje despedido por una ventana. Manifestación de que la pulsión no ha sido procesada por el fantasma, y este fracasa como sostén del deseo. A lo mortífero de la pulsión, es a lo que se identifica el sujeto.
El sujeto, en el duelo por la muerte de personas queridas,
es asediado por lo traumático, ante ese golpe se desarma la trama significante
que sostiene su escena del mundo y a su propia subjetividad. La trama
significante rompe su encadenamiento, y el sujeto en duelo queda vaciado de
significantes para enfrentar el agujero de la embestida traumática. De allí que
es muy importante la función subjetivante en el duelo, que tiene que ver con la
posibilidad de cada sujeto de rearmar su escena del mundo, su trama
significante, sus recursos simbólicos e imaginarios para hacer frente a la
embestida de lo real que la pérdida - la muerte de una persona querida -
ocasionó. La factible recomposición significante, en el duelo permite el pasaje
del campo de lo traumático (de la compulsión de repetición), a la posible
reinscripción de la falta entretejida por el conjunto significante. En suma el
vaciamiento del goce que cada duelo puede producir en el deudo, para arribar al
deseo. Y decimos "posible" porque no siempre esto se logra, quedando
muchas veces el saldo de la desubjetivación, la pérdida de la subjetividad tal
como ocurre en el pasaje al
acto.
También Lacan se ocupa al tratar la cuestión del duelo no
sólo a quien pierde el sujeto, sino qué pierde de él en esa pérdida. Aborda
esto en la clase del 30 de enero de 1963 cuando afirma "Sólo estamos de
duelo por alguien de quien podemos decirnos Yo era su falta" (Lacan. 1963,
p.155). Es decir que sólo es posible hacer duelo por aquel cuya falta fuimos y
cuyo deseo causamos, en suma, Lacan se interesa por la subjetividad del duelante,
por el impacto en el duelante de la pérdida no sólo del ser querido, sino algo
de sí que se pierde en el duelo. Por eso quien está de duelo, efectúa su
pérdida con "un pequeño trozo de si" (Allouch, 1995, p. 10). Un
sujeto en duelo sufre siempre un colapso traumático y queda expuesto a lo real.
Su trama significante se rompe y no hay inmediatas respuestas desde lo
imaginario-simbólico, por eso un sujeto en duelo se queda muchas veces no sólo
sin palabras, queda vacío. Tal como decíamos más arriba la posible
recomposición significante. Conviene aquí destacar que para Lacan la
subjetivación sólo puede lograrse por la apelación al significante, lo que le
permite afirmar en 1961 en el Seminario de La transferencia que para subjetivar
es preciso que algo se signifique para el sujeto y para ello es necesario
encontrar un lugar traducible en el Otro (seminario VIII, clase 5 de abril de
1961), donde dice "para que algo se signifique es necesario que sea
traducible en el lugar del Otro". Ponerlo en palabras y acción.
Para subjetivar un duelo es necesario que, como dice Lacan
en el seminario VIII, lo que se pierde pueda ser traducible en formas
discursivas subjetivas y colectivas, para lo cual planteamos que es preciso la
articulación de lo público, de lo privado, y de lo íntimo.
Pasar lo real - el campo de lo traumático - a la posible
reinscripción de la falta en tanto simbólica, lo que admitirá que el sujeto
vuelva a encadenarse en la cadena significante y pueda representarse en la
misma y en el lazo social.
La creatividad y la sublimación deben alcanzarse.
Planteamos que para que se produzca la función subjetivante
en el duelo es preciso que el Otro Social, lo público, sancione la muerte y
legitime con los medios que dispone (Sistemas de la Lengua, Jurídico, Político,
Religioso...) el lugar del deudo como tal. Esto le permitirá transitar los
tiempos del duelo, permitiéndose en lo privado, los amarres y separaciones
necesarios con el ser querido muerto para que en lo íntimo éste pueda
inscribirse de otra manera. El deudo no será nunca el mismo antes y después de
la subjetivación del duelo. De allí que lo público aportará los recursos
simbólico - imaginarios para contornear lo real del trauma y traducir - o sea -
significar lo que el deudo perdió con su muerto querido. El resultado de este
movimiento enlaza a los humanos con el único lazo posible: el lenguaje. Por
esto es preciso que cada muerte sea contabilizada, contada (numerada y
relatada) para entrar en el lazo social con los semejantes, con el muerto y con
la descendencia. El muerto abonará el fantasma del deudo y lo que sobre él se
edifica: formaciones del inconciente, identificaciones, objetos sustitutos,
amores etc. en fin, dejará una marca en su trama subjetiva, pero también, cada
duelo dejará algún resto incontorneable e incurable. La función subjetivante en
el duelo dejará un resto fallido, por estar - como dijimos - montada sobre la
función siempre errante de las palabras.
Cuando el sujeto no sólo no logra tejer en la malla
significante lo que perdió con el muerto sino que puede perderse él mismo. El
ofrecimiento sacrificial de la vida misma, con el rostro de
"accidentes", suicidios abiertos o encubiertos; golpes de angustia, o
pasajes al acto hablan de la imposibilidad de significar lo perdido.
Podríamos apelar aquí a innumerables ejemplos, pero vamos a
citar uno de nuestra clínica, donde podremos situar la función subjetivante del
duelo como resultado de la articulación de lo público, lo privado y lo íntimo.
"...cuando el paranoico señala a una persona de su
círculo de relaciones como su perseguidor, con ello la eleva a la serie
paterna, la pone en condiciones que le permiten hacerla responsable, en su
sentir, de toda su desdicha..."
Para
subjetivar un duelo es necesaria la articulación de lo público, de lo privado y
de lo íntimo. (De las lenguas, de sus prácticas y de sus marcas)
Lo humano se diferencia de lo animal por estar moldeado,
atravesado por los discursos que lo anteceden y lo fundan, pero también por
habitarlos, por construirlos, por modificarlos. Esto porque esos discursos no
sólo son palabras que emiten un mensaje o posibilitan la supervivencia biológica
sino que, ese decir trenza, enhebra el deseo inconsciente, que es propiamente
humano o subjetivo. Gestos, hábitos, miradas, estilos... trasmiten de
generación en generación y de semejante a semejante algo desconocido y
propiamente subjetivo: un plus, una diferencia, algo que falta y se
desconoce, y que hace de esa mirada, de ese gesto, un gesto que dice algo:
mirada de odio, de enamorado, de indiferencia... gesto de asco, de negación
etc. Una receta de cocina, o un oficio trasmitido de un padre a un hijo
lleva en él mitos, historias, relatos; incluyen al hijo en una serie
generacional y a la vez tiene la condición que el hijo no va a repetir, de
manera igual, ni la receta ni el oficio, sino que, al apropiarse de ellos, hará
algo nuevo, creativo. Esto hace a la singularidad de cada sujeto a la vez que
lo incluye en una filiación, en una serie generacional. Esto es propio de la
condición humana, de la subjetividad.
Dada la división estructural del sujeto, éste no abandona
fácilmente su lazo con el muerto. Lo alucina, habla con él y de él, lo incluye
en su vida cotidiana y su falta deja un agujero "presente" durante
mucho tiempo. Su interlocución tiene particularidades: Singulariza al deudo
y al muerto. Tiñe de peculiaridades los cementerios, los obituarios, los
recordatorios a los muertos. Todos son modos en que el deudo incluye en su
subjetividad lo real, lo indecible de la muerte. El deudo habla de mi muerto.
"Quedo, con tu muerte, loca". Hay que llevar esa locura a
algún lugar comunicable, traducible, interpretable. A meter eso que estallaba y
empujaba a hacer lo mismo que su padre, a un lugar de palabras, de textos,
enmascarado, que le funcione como respuesta posible. . El acting out - como
llamada desesperada, pero llamada al fin al Otro – en la locura tendría su
lugar.
Los muertos de cada deudo no dejan de habitar el mundo -
simbólico - de los vivos. Pero, como veremos - en la desubjetivación - tampoco
dejan de habitar el mundo de otros modos: lo que planteamos como padecimientos,
pathos, angustias, suicidios u homicidios, adicciones, violencias... son
maneras de conservar al muerto y a la muerte, pero silenciosa y coactivamente.
ante la muerte de un ser querido, lo que se pierde - como
dijimos - no es sólo al que acaba de morir, sino lo que el sujeto era en
presencia del extinto, es decir que lo que se pierde es una parte mía que tuvo
que ver con el muerto, aquello que Lacan llamó objeto causa de deseo.
Dice Lacan que en el fondo de todo duelo hay una
"ofensa inexpiable" (Lacan, clase 22/04/59: inédito); Freud habla de
"ambivalencia en los sentimientos" hacia el muerto, cosa que
desarrolla en los textos que refieren a la muerte de los seres queridos. El
duelo es, entonces, una producción humana ante la muerte que enmascara y
permite contabilizar el paradojal lazo con el extinto.
Vale citar nuevamente a Lacan: "... el duelo en Hamlet
no nos permite ocultar que, en el fondo de ese duelo, hay un crimen.(de el
hacia su padre). Ese velo se llama en Jones el odio".
Tanto Freud como Lacan proponen que se está en duelo por
aquel a quien faltamos, a quien, por haber amado-odiado -porque el amor es
ambivalente - deseamos algún mal. Falta, entonces.
En su versión culpable.
Dedicado a mi Hija M.V.R.
Lic. Diana S. Gurny citando textos de E. Elmiger , S. Freud, J. Lacan.
Referencias
Allouch, J. (1995). Erótica del duelo en tiempos de la
muerte seca. Buenos Aires, Argentina: Literales.
Freud, S. (1988). Tótem y Tabú (Obras Completas). Buenos
Aires, Argentina: Amorrortu. (Originalmente publicado en 1913).
Gerez Ambertín, M. (1999). Imperativos del superyó. Buenos
Aires, Argentina: Lugar.
Gerez Ambertín, M. (2008). Entre deudas y culpas:
Sacrificios. Buenos Aires, Argentina: Letra Viva.
Lacan, J. (1959). El Seminario: Libro VI: El deseo y su
interpretación. Sesión de 22/04/59. Inédito. Versión de la Escuela Freudiana de
Buenos Aires.
Lacan, J. (1964-65). Seminario XII: Problemas cruciales para
el psicoanálisis. Sesión del 16/12/64. Inédito. Versión de la Escuela Freudiana
de Buenos Aires.
Lacan J. (1990). Seminario VII: La ética. Buenos Aires,
Argentina: Paidós. (Originalmente dictado en 1959-60).
Lacan, J. (2003). Seminario VIII: La Transferencia. Buenos
Aires, Argentina: Paidós. (Originalmente dictado en 1961).
Lacan, J. (2006). Seminario X: La Angustia. Buenos Aires,
Argentina: Paidós. (Originalmente dictado en 1963).
Legendere, Pierre (2008). Lo que Occidente no ve de
Occidente. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Publicado originalmente en
2004).
Ravinovich, D. (1993). La angustia y el deseo del otro.
Buenos Aires, Argentina: Manantial.