lunes, 10 de julio de 2017

Sobre la “Autoestima” y los vínculos humanos en el SXXI.





1) ¿Qué opinión te merece el auge actual del concepto “autoestima”?   *



Me parece que es un síntoma más de la debilidad mental que promueve, tanto en el campo ideológico como en el epistemológico (teoría del conocimiento), el discurso capitalista actual. Lo cual no significa de ninguna manera que no tenga efectos tanto en la subjetividad como socialmente. ¿Quiénes, entre nosotros analistas, no hemos escuchado de boca de algún paciente que sus problemas se resolverían si consiguiera tener más autoestima -y no siempre sólo en el comienzo del análisis? Esa esperanza proviene de una figura fantasmática, que se apoya a su vez en la estructura misma de la constitución yoica. El analizante, en efecto, parece esperar de esta fórmula narcisista: conseguir mayor amor hacia sí mismo, mayor valoración de su yo, el mismo afecto jubilatorio característico de un bebé que se reconoce por primera vez en el espejo. La representación unificadora y resplandeciente de la imagen funcionaría como defensa contra la opacidad del deseo y del goce.



Pero la noción de autoestima, aunque se apoya en la estructura propia del yo, recibe impulso del contexto histórico-social. En efecto, la sociedad capitalista desarrollada promueve una serie de valores propios de la ideología neo-liberal que coinciden más o menos con el refuerzo del yo junto con el buen desempeño, las habilidades sociales, propias del neoconductismo que se aviene no demasiado mal con el área libre de conflictos de la psicología del yo. Se busca desde el discurso de la conciencia, enteramente pre-freudiano aunque revestido de “novedad científica”, impulsar los valores propios del mercado. La realización autónoma, independiente, competitiva de unidades que luchan una contra otra para lograr el éxito personal. El triunfo del individualismo como paradigma ideal, que cancela la existencia de los otros y de lo Otro y que conlleva la destrucción del lazo social.

Sólo será necesario evocar la crítica burlona de Lacan a la psicología del yo como una corriente retrógrada del psicoanálisis que había hecho suyo el “american way of life” para comprender el retroceso puramente ideológico hacia posiciones pragmáticas y adaptativas, en el peor sentido de estas palabras.

En cuanto al aspecto epistemológico, el impulso hacia el refuerzo del yo implica un privilegio de la dimensión imaginaria, en la versión más pobre y plana del yo. Se olvida en primer lugar que para Freud y Lacan el yo es un lugar de desconocimiento, una instancia en gran parte inconsciente, libidinal, suma de identificaciones.


El lazo entre objeto sexual e imagen narcisista es tal que lo objetal no es captado más que revestido de esa imagen y que ella obtiene su consistencia del objeto que envuelve: i (a). Freud en 1914 en su “Introducción del narcisismo” ya había destacado en primer término que existía correspondencia libidinal entre objeto y yo. También cómo una única y misma libido circulaba entre ambos y por otra parte que la libido del yo envuelve la libido de objeto, de tal suerte que el sujeto no puede jamás apuntar a su objeto sexual sino a través de su propia imagen.

Podríamos describir por nuestra parte la promoción de un yo fuerte, implícita en la búsqueda de una autoestima más alta casi como el movimiento exactamente inverso al del psicoanálisis. Por último la activación de la noción de autoestima -ya que ni siquiera merece la dignidad de concepto- ignora la relación del individualismo con la agresividad. Fue Lacan quien en su primera enseñanza subrayó la necesaria conflictividad propia de la rivalidad imaginaria, el caudal de hostilidad que conlleva la lucha de puro prestigio que se presenta como panacea en la versión psicologizante de la autoestima como solución universal.

La importancia del amor propio para combatir el “amor líquido”

Las personas no somos bienes de consumo, ni tenemos una obsolescencia programada como cualquier electrodoméstico.
Un amor líquido siempre nos deja con un corazón vacío, y eso es algo que nadie quiere, el consumista siempre se queda con hambre y con una profunda insatisfacción. ¿De qué nos sirve esto? ¿De qué nos sirve vivir con tanta incertidumbre?
 Bauman nos dice que para ser felices, debemos tener en cuenta dos valores imprescindibles: Libertad y seguridad. La seguridad sin libertad es esclavitud, pero la libertad sin seguridad es un caos total. Todos necesitamos de ambas dimensiones para encontrar el equilibrio en nuestras vidas.
Veamos: un analizante me cuenta que se ha prestado para la realización de una batería de test (las que usualmente constituyen el work-in-progress de los estudiantes de psicología, como si, al modo de una verdadera residencia hospitalaria, garantizaría la escucha del profesional) a una colega en formación. Como es usual, y luego de realizados los test respectivos, la futura colega entrega a mi analizante la devolución de rigor. Como el analizante ha "demostrado" cierta inhibición ante ciertos actos (por ejemplo encarar una chica en un boliche) o ciertos otros menesteres proyectados en una serie de dibujos; la futura colega concluye en ¿adivinen qué? Sí, adivinaron: fácil adivinar cuando se trata de los siempre afables latiguillos que la psicología clásica nos tiene acostumbrado: parece que el entrevistado tiene "baja autoestima".

Como el sujeto en cuestión viene realizando un análisis hace un par de años, relativamente corto comparado con otros pero muy provechoso en su subjetividad personal, ya ha entre-escuchado, vía el analista, que siempre el problema es inverso: se trata de demasiada autoestima, es decir: de un narcisismo encriptado en el síntoma. Y como -ni lento ni perezoso- este sujeto no tiene un pelo de tonto y tiene mucho de rebelde, prefiere abrir el debate increpando a la futura colega en cuestión y preguntando: "¿No será al contrario que tengo mucha autoestima?". Pero no. Con el discurso Amo de la psicología no hay con qué darle. ¿Cómo se atreve a discutir un discurso avalado por la Universidad? ¿Cómo es posible que la Charlatanería tenga más saber que los Manuales? ¿Y -aparte- de dónde saca este sujeto que el problema es del Yo cuando en realidad el Yo es nuestra parte más sana?

Algunas preguntas al paso: ¿Se le ocurrió a la susodicha pensar por qué será  que el sujeto preguntó eso? No. No se le ocurrió. ¿Puede pensar mi futura colega que, más allá de lo que se vende en la facultad de psicología, el sujeto va a una terapia a hablar y si dice lo que dice es por algo? No, claro que no. ¿Puede pensar esta entrevistadora que el Yo no es más que una construcción sintomática y ficticia con la cual los sujetos nos engañamos permanentemente, puesto que es una pura alienación imaginaria? No, tampoco. ¿Puede pensar que el Yo y el síntoma son isomórficos y que por eso Lacan ha luchado toda su vida contra lo que Roberto Harari ha denominado “el reino de la yocracia", y que lejos de baja autoestima, el problema es que con el Yo el sujeto se defiende todo el tiempo, y que si se defiende la muralla está más alta que nunca? No, tampoco.

Entre paréntesis: no es raro encontrar colegas que todavía no advirtieron que una defensa es una muralla, una coraza total, y lo que llama la atención es esta contradicción teórica en la que caen: si hay una inhibición es porque hay una defensa (sería bueno que hagan menos Test y leyeran un poquito más a Freud y que entiendan de una vez por todas que toda defensa –al igual que el síntoma- protege y por qué y de qué: me ha pasado que preguntando estas cosas en algunos grupos, todavía no saben de qué cuernos el sujeto se defiende). Entonces, ahora: si hay una defensa, ¿como es posible que sigan hablando de bajo Yo? ¿O es que todavía tampoco se entiende que toda defensa es del Yo?

¿Cómo es posible que no se comprenda –cosa que los grandes teóricos de la Economía han estudiado en toda la historia- que todo el accionar del sujeto nace y muere en el Narcisismo, es decir: que no hay nada que el sujeto no realice sino orientado, conducido, canalizado, en las vías de la utilidad narcisistíca que le pueda brindar? ¿O vamos a seguir pensando –naifmente, si se me permite adjetivizarlo así-  en que la palabra “utilidad” es mala? Eso, en todo caso, es un problema de cada uno; pero no vamos a descubrir ahora que los sujetos se mueven por la UTILIDAD, lo digo en grande, que les puede ocasionar esa acción.


Por otro lado, me preguntaba, ¿cómo es posible que no se entienda que el más inhibido, el sujeto más melancolizado, el que duerme todo el día sin producir absolutamente nada, es el más narcisista? ¿Tampoco han leído al Freud de 1914 cuando habla de la retracción de la libido hacia el Yo? ¿Hay algo más narcisista que un sujeto que sólo piensa en dormir? Observemos a los bebés, sino… ¿O todavía no se dieron cuenta -los diplomados “psi”- que el dormir es el máximo nivel narcisista de un sujeto y que por eso le está permitido volar o matar, es decir: gozar sin límite? 


Los Vínculos humanos en el S. XXI 


2) ¿Crees que hay cierto empobrecimiento del discurso sobre el amor en el siglo XXI? ¿Por qué?

Indudablemente las relaciones entre los hombres han cambiado y entre ellas ha cambiado el amor en el siglo XXI. Los vínculos humanos se han hecho más frágiles y con ello el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira. Esta caracterización de las relaciones “la desesperación de los hombres y mujeres, nuestros contemporáneos al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos” al tiempo que desconfían de relacionarse “para siempre” fue convertida en tema de reflexión por numerosos autores actuales, entre ellos Zygmunt Bauman a quien pertenecen las palabras entrecomilladas que provienen de su libro Amor líquido (1), este autor extiende también al amor la liquidez de la modernidad.El individualismo busca sólo satisfacer necesidades puntuales con un principio y un fin, de ahí la idea de “amor líquido”, emociones que no se pueden retener y que se escapan fugazmente de las manos hasta desaparecer.En esta poética pero desconsoladora imagen, se encierra una realidad que parece ser bastante frecuente en nuestra actualidad: La fragilidad del vínculo.
Una idea asociada con la esencia que parece vivirse en esta sociedad donde al parecer, se valora quizá en demasiadas ocasiones lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que seguidamente, se desecha. Aunque hemos de hacer también una interesante puntualización.
No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina como “la liquidez del amor propio”.

Otra característica de ese cambio se podría establecer en las relaciones entre el goce y el amor, que si en la sociedad freudiana hasta el final del siglo XX revelaba el amor mientras velaba u ocultaba el goce, en este comienzo del XXI invierte esa relación mostrando más pudor para manifestar el amor que el goce.

En cuanto a las razones, podemos con Bauman referir esos cambios a la sociedad de mercado en la que el homo economicus y el homo consumens definen sus relaciones en términos de costos y beneficios, de conveniencia. “Rendirse a las propias ganas, en vez de seguir un deseo, es algo momentáneo -escribe Bauman- que infunde la esperanza de que no habrá consecuencias duraderas que puedan impedir otros momentos semejantes de jubiloso éxtasis.”


Los enormes poderes del mercado empujan a los hombres hacia el consumo de objetos de goce más que a las relaciones duraderas de un amor significativo.

Sin embargo no creo que se pueda afirmar, como la pregunta parece dar por establecido, que haya un empobrecimiento del discurso sobre el amor, al menos si entiendo que un discurso sobre el mismo se refiere a los dichos, en el amplio campo de la cultura: la literatura, el cine, el teatro o a lo que recogemos en el terreno quizás más riguroso para reflexionar sobre los cambios en los dichos sobre el amor, nuestros propios divanes. Hay, sí, cambios de las formas, malestares “nuevos”, pero no exactamente un empobrecimiento. Así, por ejemplo, existe un auge de la literatura, del cine, de la televisión sobre amores vampíricos. ¿Cómo entender esta expansión? En parte podemos entenderla volviendo sobre algunas de las afirmaciones de Lacan en las “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”. En ese texto se indica que más allá del hombre con el que está, una mujer puede experimentar la adoración por el padre muerto o el íncubo ideal con el que se abraza y del cual goza. Es Drácula primero en el cine y todas las historias actuales “True blood” en la televisión, Crepúsculo en la literatura, que quieren vendernos la maravilla de esas historias de amor eterno. No dejan de ser versiones irónicas como corresponde a la posmodernidad, en la que ya no creemos en la posibilidad de inventar una nueva forma del amor que sobreviva al tiempo sino que nos conformamos con reeditar bajo la máscara romántica del dandy, de ese buen joven que es Drácula, la figura del íncubo ideal que nos devora y al que devoramos, pero en todo caso del cual se goza bajo esa fórmula: una comidad totémica, canibalística (2).


El lado más digno de la promoción que conoce hoy el amor de los vampiros es su reivindicación de la trascendencia frente a una sociedad que -como ya he dicho en mi respuesta anterior- nos vuelve consumidores, que centra la vida de las personas en el tener, donde todo se mueve en torno a cuidar la utilidad propia. También en el amor. Frente al espíritu de la época, que es el del desencanto propugna un enaltecimiento romántico, en sentido estricto, de la noche, la oscuridad, la muerte. En efecto, frente al (a)muro (que en francés equivoca mejor con el amor) con el que se topa, el sujeto que no obtiene del ser amado más que signos o restos, procuraría aprehenderlo reduciéndolo al estado de cadáver, o devorándolo. Esta perspectiva en la que el amor se une a la pulsión de muerte más destructiva, en la que la barrera del bien del otro no funciona, puede formularse como “tener su ser, aún si el Otro debe no estar más”.

La otra cara del vampirismo actual es, dicho en los términos de un poeta romántico, que “donde no hay dioses, acechan los fantasmas” y que los vampiros, íncubos ideales están aquí para expandir la fórmula histérica de la receptividad de abrazo de esos visitantes de la noche como forma de “arreglarse” con el S de A tachado, insensibilizando en cambio a las muchachas frente al hombre vivo, presente, que se encuentra a su lado.

Editado, compilado y corregido por la Lic. Diana S. Gurny





*Autor: Miriam Chorne











Fecha: 19-04-2016

Conversación Clínica del ICF 2010

NOTAS

(1) Bauman, Zygmunt. Amor Líquido. Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, Argentina, 2005

(2) Laurent, Eric. Posiciones femeninas del ser. Editorial Tres Haches, Buenos Aires, Argentina, 1999

(3) Lacan, Jacques. El Seminario 20, Aún. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, España, 1981; página 119

(4) Lacan, Jacques. El Seminario 20, Encore; página 11

(5) Idem, Página 48