miércoles, 21 de febrero de 2018

Pre?juicios sobre la Vejez


ENTUSIASMO FRENTE A LA VEJEZ

 El prejuicio y la clínica psicoanalítica se llevan mal.
 La definición de entusiasmo hace alusión a una elevación, exaltación, alabanza o la emoción del estado anímico por algo que puede causar esmero, complacencia o alguna admiración. Adhesión o inclinación de manera fervorosa que se me mueve para favorecer a un empeño o dedicación. Inspiración o arrebato divino de los poetas y de los profetas antiguos. Este término en su etimología viene del latín moderno “enthusiasmus” y a su vez del griego “ἐνθουσιασμός” (enthousiasmós) que quiere decir inspiración o posesión divina.


Debemos reconocer que en los tiempos que corren ocuparse de la vejez no está de moda y hasta suele parecer de mal gusto: para la modernidad, la vejez está tan devaluada como exaltada la juventud. La edad acarrea descalificación. Sin embargo, la prolongación de la vida nos confronta con el hecho de que los ancianos existen y son cada vez más numerosos. Algunos, muy pocos, gracias al prestigio y a la fortuna ganados a lo largo de su vida, Jane Fonda, Richard Gere, Mario Vargas LLosa ……………..Meryl Streep,transitan la vejez rodeados de cuidados.Algunos, muy pocos, se transforman en objeto de culto y veneración casi religiosa. Su palabra cobra valor oracular y su persona suele ester a buen recaudo de agresiones y exigencies excesivas.Estos casos constituyen verdaderas excepciones
 
 Para la mayoría, llegar a la vejez implica enfrentarse a un doble y doloroso problema: por un lado, lo real de la declinación orgánica, más o menos marcada, pero siempre presente, que se produce en un momento de la vida que conduce inexorablemente a la muerte; por otro lado, el lugar de resto que el Otro social le asigna al viejo: el Estado desconoce sus derechos, la seguridad social lo arrumba y lo ignora, algunos vivillos lo transforman en mero objeto de lucro. De las condiciones actuales en las que estamos inmersos, me interesa recortar algunos rasgos que a mi entender tienen fuerte incidencia en la difícil situación de la ancianidad.
 Estos rasgos son:* La aceleración temporal, que pareciera prescindir del tiempo de comprender, reduciéndolo a un automatismo que deja fuera de carrera a quien no pueda "seguirle el ritmo" a procesos cada vez más veloces y respuestas cada vez más inmediatas.* El privilegio indiscriminado de todo lo que sea "tecnología de punta", de "última generación", que deshecha y vuelve descartable, por obsoleto, lo que pertenece a "generaciones anteriores"* La construcción de "modelos-líderes-formadores de opinión" que cristalizan un imaginario corporal ideal de pómulos lisos, labios turgentes y músculos firmes ... a cualquier edad. Entiendo que este contexto no hace más que alimentar la convicción de lo decadente e inútil que se vuelve un individuo toda vez que los años le marcan otras coordenadas a su subjetividad, mientras asiste a la degradación del linaje (lo precedente es obsoleto) y al borramiento denodado de las marcas que el tiempo inscribe en el cuerpo. Sin embargo, llamativamente, antropólogos, historiadores, poetas, parecen indicar en sus textos algo que es casi una constante: a lo largo de la historia de la humanidad y asumiendo distintas modalidades, la vejez estuvo regularmente acompañada del abandono, el escarnio y la crueldad.    No es una prerrogativa de nuestros días la ruptura de los lazos sociales y afectivos con el anciano. Las sociedades primitivas abandonaban como un trasto innecesario a esa boca que había que alimentar sin que pudiera ocuparse de conseguir el sustento. Más adelante, organizaciones sociales avanzadas permitieron mejorar la calidad de vida de sus integrantes, a la vez que posibilitaban acumular riqueza. Quien llegaba a viejo siendo rico estaba protegido aunque más no fuera por el temor que su poder económico inspiraba. Es notable que haya gran cantidad de observaciones que van en el siguiente sentido:  aún  cuando los ancianos tuvieran un lugar público reconocido y hasta una gran injerencia en los asuntos de Estado (el Senado Romano, por ejemplo, o la República de Venecia) en la esfera de la vida privada su situación era bastante desdichada: se los denigraba solapadamente. Como decía Diderot, la vejez era honrada, pero nunca amada. 
 
Antipatía. Rechazo. Es interesante cómo esto se filtra todo el tiempo, aún en medios que han recibido suficientes capas de barniz cultural. Sin ir más lejos, Lacan, en algún lugar dice del Rey Lear "Ese viejo cretino". Freud escribía a los 63 años "Quedé atónito al reconocer que el invasor no era sino mi propia imagen reflejada en el espejo ... El personaje me había resultado profundamente antipático". Hay algo allí que, para el semejante, se vuelve insoportable. Qué ilusión, qué velo se rompe cuanto la vejez se presenta? Decía un poeta griego:
"Vejez, tú que eres la enemiga del género humano, tú eres la que estragas toda la belleza de las formas, tú transformas el esplendor de los miembros en pesadez, la rapidez en lentitud".
Amarga queja, dolorosa visión de las "formas" degradadas  !
Juvenal, en sus "Sátiras", horrorizado y feroz, escribe: "A qué serie de males no está sometida la larga vejez! En primer lugar, ese rostro deformado, horroroso, irreconocible, en lugar de piel, un feo cuero, esas mejillas que cuelgan, esas arrugas ... Los viejos son todos iguales: les tiembla la voz y los miembros también. E1 cráneo liso y pulido ya no está cubierto de pelo ..."Algo queda al descubierto, que paradojalmente, Hace al otro irreconocible.


Recordamos que Lacan, en el Seminario de la Etica, habla largamente en torno a la función de lo bello, y más precisamente de lo bello como velo. No hAy que pensar lo bello como lo hermoso o lo perfecto, sino como aquello que se soporta en Una~estética que nos traza un lugar. Dice Lacan que, en su efecto de enceguecimiento, lo bello nos impide y nos libra de llegar a eso que lleva la impronta de la muerte y por insoportable, no puede ser mirado.
Simone de Beauvoir en "La Vejez", desde las primeras páginas y con precisión, pone al descubierto la catástrofe que implica esa estética que se fractura, que se resiente con la vejez. Tanto más si pensamos, con Lacan, a la forma del cuerpo humano como formal envoltura de todos los fantasmas posibles del deseo.
No hay acaso un desfallecimiento de esa envoltura allí donde nos cuesta reconocer en el anciano un semejante apto pare el lazo social, y pare el lazo libidinal, aún cuando no esté en la plenitud de su potencia? No hay un vaciamiento de cualquier condición agalmática?
En los "Cuentos de Canterbury" por citar un lugar entre tantos, Chaucer cuenta que la fealdad de un anciano hace del amor un ejercicio repugnante. Pregunto: repugnante, para quién? Para Chaucer, que en este caso, es el que mira la escena, aunque más no sea en la ficción literaria que construye.
No es ese angustiante borde real presentificado en la decadencia del cuerpo del anciano lo que alimenta el perjuicio y el desconocimiento de una subjetividad deseante que aún lo habita?
Tengamos en cuenta que uno de los grandes mitos construidos alrededor de la vejez habla de serenidad y de un aplacamiento mil veces desmentidos. Esa supuesta armonía sería producto de la desaparición del vigor sexual: la función, disminuida, arrastraría la libido y entonces, pare tranquilidad de todos, estaríamos rodeados de abuelitas y abuelitos ... todos ternura y sin sensualidad! Claro, es inquietante reconocer, en el límite extremo de la condición del parletre, sexo y muerte ... hasta el final.


Sin duda el Psicoanálisis en este campo ha avanzado poco. Hay marcas que pesan: Freud mismo tenía grandes prevenciones con respecto a la vejez. Como bien dice Laura D'Agostino, "Freud recomendó en varios lugares no ir más allá de los 50 años. Los obstáculos: la no plasticidad del psiquismo, el exceso de material. Se arriesgaron hipótesis sobre las recomendaciones de Freud; la expectativa de vida de la época en que escribió, los prejuicios aún imperantes sobre la sexualidad de los viejos. Obstáculos que deberán seguir siendo interrogados cuando el que los enunciaba había develado la sexualidad de los niños .Efectivamente, hay allí un punto de detención. Para avanzar, volvamos a Freud. A los 70 años se consideraba un inválido. Sin embargo, 12 años después, la noche previa a su llegada a Londres, tuvo un sueño. Soñó que desembarcaba en el mismo puerto que Guillermo el Conquistador. Como él, un fundador; como él, aún dispuesto a proseguir la lucha.La elocuencia de este sueño impone un comentario: el prejuicio y la clínica psicoanalítica se llevan mal.
Una apuesta clínica fuerte a la vejez nos exige rescatar la frescura y la pasión que ese sueño, como tantos otros, porta en sus letras.


  De no ser así, traicionaríamos sin remedio la ética del Psicoanálisis.Lacan afirma que el acto psicoanalítico supone al sujeto, apuesta al sujeto y pone en acto el sujeto del Inconsciente, allí se entrecruzan una dimensión estructural y una dimensión ética. Frente al cambio de escena que impone la vejez, singularmente, cada uno, conducirá su devenir o sobrevendrá la apatía y la indiferencia. Cada uno, pero no sin los otros. Cada uno, pero no sin pasar por el campo del Otro.Si la cultura "light" anula aquello que angustia, por qué sorprendernos de que anule la subjetividad de quienes, por haber llegado a una edad avanzada, transforman un acontecimiento en una verdad que nos incumbe, que toca el corazón de nuestro ser?
Las habituales expresiones "son cosas de viejo" o "hace cosas de viejo", en su animosidad o en su indulgencia, desconocen y aplastan el valor de la enunciación. Cerrada la interlocución, empobrecida la discursividad, qué chance le queda al sujeto de anoticiarse del propio mensaje, ese que llega siempre desde el lugar del Otro?
Entiendo que a ese lugar somos convocados en tanto analistas, a efectos de relanzar la relación del parletre al lenguaje.Y no para desconocer la cronología y los límites reales, sino pare ponerla en juego en función de un posible reposicionamiento subjetivo. Puedo afirmar que a este movimiento suele acompañarlo un toque de humor. 
Isabel de 80 y pico, llegó a la consulta traída por la angustia. Recordaba con nostalgia los años dedicados a la actividad artística. Avanzadas las entrevistas, un día relató una serie de complicaciones con las que se había encontrado a la hora de resolver cuestiones domésticas, cotidianas. Enfáticamente exclamó: "Estoy a merced de la caridad ajena". Con una sonrisa, intervine"En serio? No está exagerando un poco?"

"Tengo 81 años!", exclamó.

"Es cierto; también es cierto que necesita ayuda. Pero de ahí a conformarse con la caridad ajena ... "Se ríe y asocia: "Cuando mi marido fue a pedir mi mano, mi madre le dijo que yo era una inútil, y él le contestó: 'una inútil? Una  artiste!"'.Intervengo "Entonces, ya en aquel momento, Ud. no estaba a merced de la caridad de nadie". Aliviada, comenta "Cuántos años sin hablar de estas cosas ..."

Más adelante habló de su testamento. No tenía hijos, había sobrevivido a su marido, a su familia, a sus amigos. Dos años atrás había conocido en el barrio a una mujer  joven y bella, mamá de dos chiquitos, alegre y despreocupada. Isabel quedó deslumbrada: "en algunas cosas me hacía acordar a mí cuando era joven". Rápidamente la nombró su heredero  universal. A medida que la fue conociendo descubrió con amargura que esta mujer era egoísta y desconsiderada: "no puedo esperar de ella ni el más mínimo gesto cálido". Mientras tanto, se afianzaba el lazo amistoso con Ana, la persona que la ayudaba en las tareas de la case. Con sencillez y buen humor, Ana intervenía allí donde Isabel encontraba sus límites, la acompañaba respetando su intimidad. Decía Isabel "Cómo pude equivocarme tanto! No quisiera que mis libros y mis cosas quedaran en manos de esa mujer tan dura y desconsiderada! No me despierta confianza ... Me,rechaza. Pero ... las cosas están así!"

Intervine: "Las cosas están así y así seguirán, mientras Ud. lo permita".

Enojada, respondió: "Y qué quiere que haga? Que cambie el testamento? Me gritarían de todo: que estoy mal de la cabeza, que soy una vieja loca!" Después de un rato y frente a mi silencio, concluyó: "Est@r mal de la cabeza es no hacer lo que uno sabe que quiere hacer. Eso sí es es tar mal de la cabeza".

Isabel no se equivocó: fue Ana, transformada en su heredera, quien, solidaria y humanamente, la acompañó en los últimos momentos.
Muchos siglos atrás, en Roma, alguien escribió:
"El viejo conserve todo su espíritu con tal de que no renuncie a ejercer lo ni a enriquecerlo".
Subrayamos: con tal de que no renuncie.
No creen que es una frase de la cual podemos servirnos, genuinamente, los psicoanalistas hoy?







Lic. Diana S. Gurny
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Londres

Licenciada Gurny citando a   MONICA MARCIANO

(*) Jornadas de la Clínica Lacaniana; EFBA; 1996.