miércoles, 26 de julio de 2017

MALTRATANDO AL AMOR

AMORES QUE MATAN
."Tenemos que trabajar el placer que se obtiene posponiendo una decisión apremiante y la posibilidad de la persona de salir de una zona de confort, consentir en salir de su posición de objeto mudo, de su fantasma de soledad y en arriesgarse a poner en juego su deseo.Poder salir de esa posición de goce mortífero, separarse de él, no sabemos cuánto pero quizás lo suficiente para que se abra un deseo, es decir, para que ella se abra una nueva posibilidad y se ponga del lado de la vida"....

Voy a tratar el maltrato en una relación donde la mujer es objeto de él por parte de supareja, un hombre en los dos casos:"Amores que matan"(cortometraje) y "El Hombre del Puzzle"( cortometraje  Los dos dan cuenta, además, del título
de esta plenaria, “En nombre del amor”, en tanto  ilustran como los
partenaires; en la relación de maltrato justifican con estas
palabras sus acciones o su posición: en nombre del amor maltratan, en
nombre del amor se dejan maltratar. En una de las parejas, solo la muerte
hace de límite y pone fin a la relación.

Pero, ¿eso es amor?
Esta pregunta surge habitualmente en la calle no solo en estos casos sino en
todos aquellos otros en los que alguien hace daño a otro en nombre del amor.
Para responder a ella habría que ver cada caso, pero podríamos decir de
entrada que sí, que eso puede ser amor. El amor tiene muchos registros yalgunos son totalmente mortíferos. Esto es lo que encontramos en elBanquete de Platón, donde algunos personajes ilustres de la época dialogandespués de comer, durante el simposio, sobre su origen y su naturaleza.
Aristófanes, el mayor representante de la Comedia Antigua, hace entonces su
discurso e introduce en él un mito: al principio de los tiempos no habían
existido hombres y mujeres sino unos seres hermafroditas, mucho más
perfectos que los primeros. Estos seres habían intentado escalar al cielo para
retar a los dioses y, como castigo, estos les partieron por la mitad dando así
lugar a los dos sexos. Los nuevos seres, hombres y mujeres, deambulaban
entonces por la tierra tratando de reencontrar su otra mitad sintiéndose
totalmente desgraciados sin ella. Podemos reconocer aquí la conocida ilusión de la media naranja, de la complementariedad con el otro, que tantas decepciones, incluso estragos, produce frecuentemente.
Sin embargo, el mito no acaba aquí. Hay una segunda parte: Aristófanes
cuenta que si bien estos hombres y mujeres recorrían el mundo invadidos por
la nostalgia de aquella unidad primitiva perdida, si por casualidad
encontraban su otra mitad, la situación solo mejoraba en apariencia porque
era tal la alegría del reencuentro, que se abrazaban intentando fundirse en
uno para que no volvieran a separarlos, desinteresándose de todo lo demás
hasta dejar incluso de comer, por lo que terminaban muriendo de inanición.
En fin, ¡podemos decir que es mejor cierta nostalgia! En otras palabras, el
deseo requiere que falte algo para ponerse en marcha. Y si dejamos de desear...
El mito nos habla del lado mortífero del amor, que se presenta cuando en nombre de su aspiración unitaria, renunciamos a todo deseo propio. Podemos interpretar esta parte del mito como una advertencia de lo que es un amor sin deseo. Es interesante que la ilusión de la pareja complementaria, planteadaen términos de media naranja, que podemos considerar una versión de este mito, excluye la última parte del discurso de Aristófanes.
El amor une a las personas y el deseo las separa. Es bueno que las relaciones  de pareja -de hecho, cualquier relación- combinen amor y deseo. Si solo hay deseo, no se hace vínculo. Se necesita el amor para mantener un vínculo concualquier otro. En realidad, el psicoanálisis pone en juego tres términos: amor, deseo y goce; Solo el amor permite al goce condescender al deseo; (J.Lacan, Seminario X). Si solo hay amor o solo hay deseo, puede ocurrir que lo que llamamos así, sea en realidad un nombre del goce del sujeto: un deseo que no pasa por el otro, deja al sujeto a solas con su goce. Un amor sin deseo es  un amor tan íntimamente entrelazado al sufrimiento, que cuesta distinguirlos.
Esta modalidad del amor es más propia de la posición femenina. Sabemos que los problemas amorosos llevan con frecuencia a las mujeres a la consulta: la decepción, la imposibilidad de separarse, el enamorarse del amor, en fin… El tema es clásico y no parece haberlo cambiado la llamada “emancipación femenina”, las mujeres seguimos dependiendo en un grado importante del amor, lo reconozcamos o no. Desde hace tiempo,como efecto del discurso de la igualdad, las mujeres tendemos a ocultar esta relación con el amor, sobre todo, las más jóvenes.
Encontramos con bastante frecuencia, en esta relación, una pendiente a la falta de límites que pone a las mujeres del lado del sacrificio, vivido como victimismo, pero que también sirve de justificación  para la exigencia extrema por su parte: a cambio de;darlo todo;, una mujer puede autorizarse a pedirlo todo a la pareja, a la madre, a los hijos… En algunos casos, esa dependencia, esa falta de límites o de condiciones en el amor deviene mortífera, un auténtico estrago, haciendo presente el registro del goce, que el amor por lo
general vela.Veremos  dos relaciones de pareja en que la mujer no pone ningún límite  durante mucho tiempo a ser objeto de maltrato por parte de su marido. Apesar del infierno en que viven, las dos mujeres callan, no denuncian, no hacen nada por pedir ayuda, por irse. Se quedan silenciosamente junto a quien las maltrata. Y dicen hacerlo en nombre del amor.
Pero, ¿es por amor al otro como dicen o por el amor del otro? Sabemos que si bien los hombres tienden a extraer consistencia de los signos de potencia, las mujeres tienden a extraerla del amor, del hecho de ser únicas para el otro, de devenir ese otro imprescindible, sin el cual no puede vivir, que enmascara el lugar del objeto.
Esto puede llevar a algunas mujeres a aferrarse a una relación mortífera
aunque paguen un alto precio por ello. Dicen que lo hacen por él, porque lasnecesita, pero no es cierto: ellas necesitan esa relación para no ir a la deriva,aunque les cueste la vida. Necesitan ser únicas para el otro;Nadie me va a querer nunca así, escuchamos a veces. Otras pueden reconocer una
satisfacción íntima en que ellos -sus parejas- no puedan vivir sin ellas. Eso las
hace sentirse especiales de manera absoluta.No hay riesgo de que las dejen.
Precisamente, el riesgo es que no las dejan, que el otro no se puede separar y
ellas tampoco.

¿Cuestión de machismo?

 En las historias de maltrato se describen relaciones muy típicas.
 No encontramos apenas elementos particulares de los personajes, por ejemplo, cuáles fueron las circunstancias de la elección de pareja para cada uno de ellos, en qué coyuntura de la persona o de la relación de pareja comenzaron los malos tratos... Es decir, los cortos no proporcionan datos sobre aquellas particularidades subjetivas que hacen que aunque muchos casos de maltrato puedan ponerse en serie, en realidad nunca hay dos casos iguales.
Con frecuencia puede aislarse que el desencadenamiento del maltrato
coincide con una modificación en las relaciones de pareja: por ejemplo, el
matrimonio o el nacimiento del primer hijo. Todo parecía ir bien como novios
pero cuando se casaron... O cuando ella quedó embarazada... O cuando nació
el primer hijo...O cuando el se enteró de que el no fue el único en la vida de ella. Hubo un momento en que los términos de la relación en la pareja cambiaron.
En relación a esto, algunos profesionales plantean que es una cuestión de machismo -y los medios corren a hacerse eco de ello: al casarse, él ya se sentiría como su propietario y no podría soportar compartirla con otros, por ejemplo los hijos. Pero es bastante sencillo objetar que hay hombres muy machistas que nunca pondrían la mano encima a una mujer… ¿La diferencia entre unos y otros sería una cuestión meramente cuantitativa? ¿Un grado mayor de machismo puede llevar a matar a alguien?Seamos serios: el machismo no es un criterio clínico. Como profesionales tenemos que encontrar criterios claros que nos ayuden a establecer las coordenadas de cada uno de estos casos, que de entrada se presentan tan complejos y tan graves. No podemos trabajar pensando que alguien puede,por ejemplo, machacar, destrozar, quemar a un semejante solo por
machismo.
Las modificaciones en las relaciones de pareja que hemos señalado afectan a
la manera que tiene el sujeto de inscribirse en el Otro: no es lo mismo, por
ejemplo, ser novio que ser marido, ni ser marido que ser padre.
Ser hombre/mujer, esposo/esposa, padre/madre, hijo/hija, etc., son
categorías simbólicas del sistema de parentesco que funciona y regula una
sociedad dada. Los roles atribuidos a estas categorías, por ejemplo qué quiere
decir ser “mujer o marido de” o “padre”, “madre” o “hijo”, van variando a lo
largo de la historia, e incluso, pueden coexistir distintas representaciones de
ello en una misma época, pero el lugar en tanto simbólico no cambia y, por
ello, suele proveer de cierta estabilidad al sujeto. Esto ocurre más en el
régimen de filiación que en el de alianza: uno no deja de ser  “hijo de” o
“padre de”, pero puede dejar de ser “marido de”.
La estabilidad se ve conmovida cuando una modificación conlleva que el
sujeto tenga que reorganizar su lugar en el mundo simbólico por ejemplo,
como dijimos, por una separación (deja de ser marido pero también por
un matrimonio o por su acceso a la paternidad: el sujeto sin dejar de ser “hijo
de” pasa a ser “marido de” o “padre de” y eso implica una modificación. El
sujeto tiene que encontrar su manera de ocupar este nuevo lugar simbólico y
de desempeñar las funciones, asimismo simbólicas, que conlleva. Este proceso
no por habitual deja de ser harto complejo al requerir reorganizar el lugar del
sujeto en el mundo, lo que le permite ordenar y regular su goce.
En algunos casos, el sujeto extrae de su lugar en el sistema de parentesco una
estabilidad que no obtiene por otro medio y, al perderla, se desestabiliza. En
otros, la precariedad subjetiva no permite modificar la estabilidad anterior: el
sujeto no puede asumir, por ejemplo, ser marido o ser padre más que a través
de una identificación extremadamente rígida.
El hecho de que se trate de construcciones simbólicas y no de algo que viene
dado, determinado, por la biología explica que la relación que tenemos con la
identidad sexual, con los roles... por lo general nos plantee preguntas: ¿Soy
suficientemente hombre/mujer? ¿Soy un buen padre o una buena madre? ¿Soy
un buen marido o una buena mujer?
Encontramos casos en los que hay una falla importante en lo simbólico; en
ellos no hay pregunta sino certeza: el individuo “sabe”–cree saberlo todo, se siente dios-plenamente qué es ser un hombre o una mujer, qué es ser un marido o cómoha de relacionarse con su mujer o ella con él, o “sabe” qué es ser padre omadre. No hay ningún cuestionamiento. La certeza tapona el encuentro con la
forclusión.(Locura).
No encontramos en tales casos identificaciones simbólicas sino identificaciones imaginarias masivas: el individuo funciona alienado a laimagen que pudo construir de qué es ser hombre o mujer, marido/mujer,padre/madre con elementos seleccionados de su propia historia. Este tipo deidentificaciones son bastante comunes en las psicosis: el sujeto obtiene una identificación estabilizadora a través de una identificación imaginaria que no
puede tocarse, cuestionarse, dialectizarse.

Cuando es cuestionada no puede dialectizar su identificación, no puede
introducir modificaciones. Las respuestas entonces son variadas: desde el
-desencadenamiento psicótico a  la evitación de dicho desencadenamiento -a través del consumo masivo de alcohol u otras drogas o 
-los actos violentos contra su pareja-que por otro lado a veces son maneras de evitarlo.
Los dos protagonistas masculinos de los cortos –los maridos- aunque se
comportan de manera similar -es decir ante el cuestionamiento de su mujer
responden apaleándola, anulándola, reduciéndola al silencio del objeto-,
presentan alguna diferencia.
 A uno, "el hombre de El puzzle" (corto), nada le impide seguir maltratándola hasta la muerte -la suya propia-, es decir, el miedo a que ella le mate como venganza no es un límite, siquiera transitorio, que detenga el maltrato.
Para el otro, el marido de ""Amores que matan"(cortometraje), parece abrirse una ligera reflexión, un esbozo de pregunta respecto a sus actos. Como se trata de un
corto, es decir de una obra de ficción, y no de un caso clínico, no podemos
saber cómo continúa la cosa. Pero el hecho de que el individuo pueda
cuestionarse sus actos, comience a pensar que le pasa algo, podría
representar un primer paso para que algo pudiera comenzar a subjetivarse, a
sintomatizarse, y a poder tratarse.

El silencio
Voy a referirme ahora a las dos protagonistas femeninas, que también son
presentadas de manera similar en el sentido de que ambas permanecen
suspendidas durante un tiempo en esa posición de objeto sufriente y mudo.
Escuchamos las mismas justificaciones de su posición que en otras mujeres:
;Ser única para él; necesitar ser la mujer de;amarle demasiado;él la
necesita, sin ella acabaría en la calle;,;nadie la querrá nunca así;... El amor
vela aquí en muchos casos una relación mortífera con el goce difícil, cuando
no imposible, de sintomatizar. Aunque hay que aislar lo que ocurre caso por
caso -es decir no hay que quedarse con que parece lo mismo: las
manifestaciones pueden ser idénticas, pero la función que desempeña en la
economía subjetiva -y la economía de goce- puede ser muy distinta .
Es importante estar advertidos de las dificultades. No sirve de nada que
queramos que esto no suceda o pensar las cosas desde los propios ideales o
desde los ideales sociales. Si negamos ciertas realidades clínicas corremos el
riesgo o bien de querer salvar a estas mujeres -del otro y de sí mismas- a todo
trance, sin que ellas verdaderamente lo demanden –cuestión imposible-  o
bien dejarlas caer cuando nos damos cuenta de que no responden a la ayuda
porque en realidad no se quieren separar.
Quizás separarse requiera para ellas un proceso muy largo y quizás, al final,
no sea posible.
El silencio de María
En relación a esta cuestión del silencio de las mujeres sobre el maltrato que
aparece en ambos cortos, y que es bastante habitual, tomaré para acabar
unos elementos que aparecen en el corto de Belén Macías.
La silenciosa protagonista de El puzzle; es paradójicamente una gran amante
de la ópera. Se pasa el día escuchando a María Callas, también conocida por
“la Voz”. Voy a jugar ahora con el nombre de esta soprano para nombrar el
silencio mortífero de la protagonista con un “María, callas”.
Sabemos que la voz nunca se escucha más que en el silencio de un cuerpo
mudo y sufriente, como ilustra el cuadro;El grito; de Munch. Después de dejar
morir a su marido -herido en un atraco-, María sigue varios años encerrada y a
solas con su goce: apenas sale de casa y se pasa el día haciendo solitarios y
escuchando la voz sublime de esta mujer admirada. En determinado momento
cuenta cómo una vez que la soprano vino a España, se privó, renunció al
concierto por esperar a su marido, que nunca se preocupó de complacerla.
En el corto, aparece un hombre nuevo, distinto, que muestra interés y
preocupación por ella. Este hombre le dice que quiere oír su voz. Y, por
primera vez, parece que el sujeto consiente en salir de su posición de objeto
mudo, de su soledad fantasmática, y en poner en juego su deseo. Algo parece haber cambiado en ella cuando se pregunta, al final del corto,  si le será
posible compartir algo nuevo con este hombre distinto, si a él le gustará la
ópera. Parece salir de esa posición de goce mortífero, separarse de él, no
sabemos cuánto pero quizás lo suficiente para que se abra un deseo, es decir,parece que ella se abra una nueva posibilidad y se ponga  
del lado de la vida.

Publica y corrige Lic. Diana S. Gurny








* Amores que matan. El silencio de María".
 Intervención en la mesa redonda “En nombre del amor”, dentro de las
Jornadas nacionales sobre ;Mujer y violencia;, organizadas por el Colegio Oficial de Psicólogos de España, enTarragona, mayo de 2003.
Publicado por Margarita Alvarez Villanueva en 22:13:00

Mito de la Media Naranja

El mito de la media naranja

El origen del mito de la media naranja lo tenemos que buscar en Platón y su obra El Banquete. En ella, Platón mostraba las enseñanzas de Aristófanes, quien explicaba cómo al principio la raza humana era casi perfecta: "Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción". Estos seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre y hombre; otro, de mujer y mujer; y un tercero, de hombre y mujer, llamado 'andrógino'. Cuenta Aristófanes que "los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses".


 Y ante aquella osadía, Júpiter, que no quería reducir a la nada a los hombres, encontró la solución, un medio de conservar a los hombres y hacerlos más circunspectos, disminuir sus fuerzas: separarlos en dos. El problema surgió después: "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra".


 
 
Así que el origen de la media naranja no comienza muy bien, con una búsqueda desesperada de unión y enamorados muriendo de hambre e inacción. Y, sin embargo, parece que la idea ha calado hasta nuestros días. Hace unos días celebrábamos San Valentín, y podíamos encontrar frases en la prensa como "hay muchos locales que ofrecen fiestas especiales para que encuentres tu media naranja"; "si tienes pareja y te gusta celebrar San Valentín obsequiando a tu media naranja con..."; o "San Valentín está cerca y, si no tienes pareja, con esta aplicación de móvil no será difícil que encuentres a tu media naranja". Estamos rodeados. Desde que Jesús Puente hiciera competir a tres parejas para comprobar cuál se conocía más y mejor en el concurso Su media naranja, no han dejado de intentar convencernos de lo importante que es encontrar el amor perfecto. Lo que necesitas es amor o Vivan los novios han dado paso a programas como Hombres, Mujeres y Viceversa, donde se atreven a invitarnos a "¡no perder una nueva oportunidad de encontrar a tu media naranja!".
 
 
Está claro, seguimos buscando la media naranja. El País titulaba hace unos meses un muy buen artículo con un encabezado discutible: ¿Será tu media naranja? Escucha a tus vísceras. El artículo se basaba en una investigación de tres universidades estadounidenses que hallaron cómo los sentimientos automáticos, viscerales y más bien inconscientes que tenemos hacia nuestras nuevas parejas tienden a ser acertados, según se puede comprobar en la vida real cuatro años después. De esta manera, parece que podemos saber casi de forma automática que hemos encontrado a nuestra media naranja, como si fuésemos mitades de un ser humano casi perfecto separadas por el capricho de algún dios.
Aunque cada vez se critica más esta idea, aún está en buena parte del ideario de muchas personas, incluso de las más jóvenes, y más de una vez he tenido que escuchar la frase en consulta, sobre todo acompañada de una queja y una pregunta: "¡Qué mala suerte he tenido en el amor! ¿Por qué cuesta tanto encontrar la media naranja hoy en día?". Y es que el mito que tratamos hoy, lejos de ser una inofensiva idea romántica, suele ser la base de mucha infelicidad y muchos problemas de pareja.
Cuando creemos en la media naranja creemos en la perfección de encontrar a alguien que está hecho para estar con nosotros, creemos en una relación donde todo encaja. Y muchas veces pasa que, cuando conocemos a alguien, parece que es perfecto para nosotros, empezamos una relación sorprendidos por lo bien que nos hemos acoplado, ¡estamos hechos el uno para el otro!. Sin embargo, la perfección es imposible, una pareja está hecha de dos personas (aunque sea obvio, es necesario señalarlo) y donde hay dos personas surgen los conflictos. A vivir en pareja se aprende, nunca hay dos personas iguales y cuando hay diferencias surgen problemas. Y es esto lo que no explica la "teoría" de la media naranja: "Si estamos hechos el uno para el otro, si somos dos mitades de una misma cosa, ¿cómo no me puede comprender? ¿Cómo podemos tener problemas? ¿Por qué nos tenemos que esforzar para ser felices en pareja?". La respuesta a todas estas preguntas es sencilla y ya la hemos visto: no somos un mismo ente, la pareja son dos personas diferentes.
Además, la media naranja puede provocar una gran ansiedad: "¿Y si no me doy cuenta de que la persona que tengo al lado es mi media naranja? ¿Y si dejo escapar el tren y la única oportunidad de ser feliz? ¿Y si continúo una relación que me hace disfrutar mucho pero que no es perfecta y dejo escapar la oportunidad de conocer a media naranja?". José Ortega y Gasset decía que "hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella". No existe una única persona ni una única posibilidad de ser feliz. Por mucho que le cueste asumirlo a algunos enamorados, el que dos personas estén juntas es fruto solamente de la casualidad y que dos personas sean felices juntas es fruto de sus capacidades para ser felices, de sus habilidades, de sus esfuerzos, de su paciencia o de su inteligencia emocional. Para la ciencia, el destino no existe, así que no conviene dejar las cosas en sus manos y pensar que, cuando llegue nuestra media naranja, nos daremos cuenta, que la 'química' nos avisará. Amar a una persona, entre otras muchas cosas, es también una decisión, y esa decisión no se puede tomar en función de si la otra persona cumple nuestras expectativas de una pareja perfecta que encaja con nosotros como si todo fuera un cuento de príncipes y princesas Disney.

Pero el gran error que esconde el mito de la media naranja es el de considerarnos seres incompletos que solo podemos encontrar la plenitud al encontrar el verdadero amor, si no lo conseguimos, seremos infelices. Si pensamos que sólo mediante una relación de pareja podremos alcanzar una vida feliz nos equivocamos, la felicidad es un estado interior y solo dentro de nosotros podremos alcanzarla. Las personas felices son felices independientemente de si tienen pareja o no la tienen, todas las personas son personas completas que no les falta ningún trozo (ni mucho menos una mitad) para alcanzar todo lo que se propongan. De hecho, para que una pareja funcione necesita que sus dos miembros sean personas completas, independientes y felices. Una pareja feliz está compuesta por dos personas que deciden estar juntas, no porque les falte nada, sino porque desean compartir su vida y su felicidad (y sus problemas, y sus tristezas...). Yo, desde luego, prefiero un amor entre dos naranjas enteras (o manzanas o peras...) que entre dos mitades incompletas.

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