miércoles, 30 de agosto de 2017

Acerca del obsesivo y la histérica

Acerca del obsesivo y la histérica, es decir del amor y los vínculos eróticos posibles del hablante
Hasta ahora hemos dejado en manos de los poetas
pintarnos las “condiciones del amor”,
bajo las cuales los seres humanos eligen su objeto
y el modo en que ellos concilian los requerimientos
de su fantasía con la realidad.
S. Freud



¿Cuál es la mecánica del amor de pareja?, ¿cómo una mujer acaba eligiendo a un hombre y no a otro y/o cómo un hombre acaba eligiendo a una mujer y no a otra?, ¿qué permite que una pareja se mantenga ligada por más o menos tiempo?, y ¿cómo la cultura popular hoy, podría hablarnos de esta relación?
Pensar que los hombres eligen mujeres parecidas (o totalmente opuestas) a las madres, y las mujeres a hombres parecidos a los padres (o totalmente opuestos), para sublimar, reprimir, denegar sus deseos incestuosos, pero siempre con/sin ellas/ellos, es condenar a la vacuidad, todo un entramado, que precisamente tiene eso, un sinfín de entradas y salidas, de conexiones e interrupciones, que es un hilado que se convierte en tejido. Además, en estricto sentido, Freud dice que el primer objeto de ligazón de hombres y mujeres es la madre, amor al que se debe renunciar, para dar paso a la elección de objeto, y sobre todo fuera de la horda[1].
Parafraseando a Cortázar, el amor no existe, lo que existe es el que ama, entonces debemos comprender que el amor no es el problema, el problema es tratar de acercarnos a comprender cómo ama el que ama a los objetos que dice amar.
Freud nos dice que en todo tipo de enamoramiento hay un rasgo obsesivo, es decir neurótico: “cuando aman no anhelan, y cuando anhelan no pueden amar. Buscan objetos a los que no pueden amar” (Freud, Contribuciones a la psicología del amor, I, 1910). Es decir de esta manera se responde al deseo. Y para que un neurótico obsesivo (hombre/mujer), pueda ser en el amor tratará de amarrarse a lo que le permita seguir amando lo que no puede amar, porque es un amor imposible, un amor condenado, un amor perseguido. Y ese amarre se logra colocándose en el medio del deseo de otro, de una manera que lo mantenga en ese goce, porque el goce no tiene fin, el placer sí. La histeria parece ser la apuesta, para que se pueda responder a lo imposible de la relación de amor, a la imposibilidad de la relación sexual. La histérica busca procurarse un deseo insatisfecho, desear el deseo, enamorarse del amor, enamorarse de la posibilidad de enamorarse, que algo (mucho) quede insatisfecho, y hace de la demanda un deseo. Y es ahí donde aparece en la escena romántica el neurótico obsesivo, que se ha pasado la vida en una eterna lucha por no ser sometido por el Padre, pero que sucumbe al deseo de la histérica. Él se coloca en el papel del esclavo, eterno complaciente de un deseo que no alcanzará a satisfacer, y ella, en el del amo, que demanda, demanda, que pide que no se le satisfaga, que quiere seguir insatisfecha. Ambos dispuestos a vivir mañana. A construir una Eternidad, la eternidad del goce.
Cómo podemos tener noticia de esto. En dónde se encuentran las manifestaciones del amor entre la histérica y el obsesivo. Sin duda alguna en el arte, y no sólo en las bellas artes. Freud nos invita a hurgar en la música popular, y ¿quiénes son hoy los poetas? Si nos atrevemos a caminar otros caminos, diferentes a los andados, por ejemplo en La Interpretación de los Sueños, en donde se da cuenta de esta relación, podríamos descubrir que este constante devenir del amor obsesivo-histérico-obsesivo, sigue estando en las expresiones de la cultura de esta segunda década del tercer milenio, y que en consecuencia el psicoanálisis sigue teniendo la posibilidad de escuchar, en la música estas manifestaciones.
Prince Royce, un cantante estadounidense, tuvo un importante éxito a finales de 2013, con la canción de su autoría: “Quiero Darte un Beso”, que podría ser la fantástica descripción del neurótico obsesivo con la histérica:
“Amarte como te amo es complicado
Pensar como te pienso es un pecado
Mirar como te miro está prohibido
Tocarte como quiero es un delito”


Nos anuncia entonces, toda su carga neurótica obsesiva, nunca entendida como rasgos de personalidad, sino como toda una estructura que manifiesta, como ya lo habíamos mencionado, su respuesta ante el deseo. Para el amante –que no para el amor- mirar como lo hace y tocar como quiere hacerlo es prohibitivo y por lo tanto delito. Delito que demanda sanción que redima. Sanción, que no llegará de fuera. Incestuoso tal vez.

“Ya no sé qué hacer para que estés bien
si apagara el sol para encender tu amanecer
Falar[2] en portugués.
Aprender a hablar francés
O bajar la luna hasta tus pies”
Y el neurótico obsesivo se pregunta una y otra y otra vez, ¿qué es lo que quiere la mujer?, ¿qué es lo que quiere en realidad? Querrá que le apague el Sol, y con él le encienda el amanecer (y los demás qué culpa tendríamos), bajarle la Luna a los pies. Es decir darle el Sol y la Luna a la vez, para que al fin pueda estar completa. Quizá lo que la histérica desea es que fal(l)e, que falle en portugués, que falle en francés, o que falle en español. Que falle en el cumplimiento de ese deseo, para que ella siga siendo deseada, para que siga siendo.





“Si el Mundo fuera mío te lo daría
Hasta mi religión la cambiaría
Por ti hay tantas cosas que yo haría
Pero tú no me das ni las noticias.”
Y hay una angustia en el neurótico obsesivo, quien quisiera tener algo que dar. Y qué va a dar, si no lo tiene, si el Mundo no es suyo, si la religión no es suya (es de sus padres), qué podría ser suyo que pueda dar. Pero sobre todo a quién se lo va a dar. A quien no es. A quien no es ni su madre, ni una prostituta. Y por eso propone hacer “tantas cosas”. Tantas cosas como insatisfacciones pudiera ella tener, para aniquilarle, matarle ese deseo, como si lo lograra. El neurótico obsesivo quiere a Otro que no desee, para no postergar su propio deseo.
“Yo sólo quiero darte un beso”
Y todo este racimo de promesas que nunca podrá cumplir, pero que se pasaría la vida entera tratando de cumplir, tratando de satisfacer, para darle un beso, sólo un beso, no dos, no tres, un beso. Un beso dónde, en la mejilla, en la frente en la mano. Un beso al aire. Un beso que no se dé. Que postergue (una vez más) el encuentro amoroso. Para que pueda seguir enjaulado en sus pensamientos. Construyendo una imagen heroica (erotizado de si y por sí mismo), que lo lleve a creer que puede apagar el sol, bajar la Luna, conquistar el Mundo y dárselo en una caja de cristal. Y todo esto ¿cuándo? Mañana. Cuando no lo pueda cumplir, para que la histérica se siga sintiendo deseada y él, siga creyendo que puede cumplirlo todo, que no puede fallar. Y mientras eso ocurre, podrá seguir cantando “para calmar tus miedos”. Miedos que son demanda, demanda de amor.
[i] Freud supone, guiado por la teoría darwiniana del evolucionismo, que en un comienzo la sociedad estaba formada por una horda salvaje dominada por un “padre violento y celoso que se reserva para si todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo” (Freud, 1913-1914).
[ii] En español significa hablar.

AMOR

El Amor, la Responsabilidad y la Culpa, J. Lacan

https://www.youtube.com/watch?v=7ytnPniWJzc


Algunas de las cosas mas geniales de Lacán son las que escribió sobre el Amor. Partiendo de la base que a todos nos falta algo, que nunca vamos a llenar ese espacio y que eso que nos falta es lo que nos atormenta -algo del orden de “la insoportable levedad del ser”-, Lacan definió el Amor como “dar lo que no se tiene a quien no lo es”… Uf, que difícil explicarlo.
“Dar” no es dar regalos, cosas tangibles, “llenar” al otro con cosas, no es llenar de comida… El dar del Amor es ofrecer eso que no se tiene, eso que no se es, ofrecerle al otro eso incompleto que tenemos, eso que nos falta, sabiendo que el otro a quien nos dirigimos también está incompleto, sabiendo que ni yo te puedo completar, o sea, que no puedo satisfacer todas tus necesidades, y que vos no podés completarme, o sea, no podés satisfacer todas mis necesidades. Si yo intento satisfacer todas tus necesidades, me transformo en un objeto destinado a tapar esa falta, y si soy un objeto, soy una cosa, no un sujeto (sujeto, en Psicoanálisis es algo mas que decir “persona”). Pero vamos a no cesar de intentarlo cada día. pero vamos a intentar, todos los días, de entendernos pese a ese malentendido que es, nuevamente según Lacan, la relación entre un hombre y una mujer.
Amor es dar eso insoportable. ¿Dar? ¿Ofrecer? Parecería mas un ofrecer, porque siempre está abierta la posibilidad de que el otro no acepte. Este es el riesgo del Amor. Por eso cuando descubrimos que amamos caemos en una situación de precariedad, ya que sin darnos cuenta nos vamos colocando a merced de la voluntad del otro. Ese otro, tan incompleto y necesitado como nosotros, ahora tiene el poder de aceptarnos o no… La historia personal de cada uno será determinante para ver como se tolera esta instancia. La calidad de los primeros objetos, como están introyectados, nos hará mas vulnerables, esperanzados, seguros, paranoides, indolentes, etc, etc, etc.
Raramente nos acordamos que nosotros también tenemos la posibilidad de pegar “la media vuelta” y no sufrir…
Si yo te quiero para que me completes, te anhelo como un objeto, y eso te sigue dejando en una situación de “paquete” que te ponen en un lado u otro. Surgir como sujeto es reconocer qué querés vos, cuales son tus necesidades, tus deseos, tus vulnerabilidades, tus fortalezas y animarte a no ser un objeto de los demás, a no ser un paquete que sacan de un lado y ponen en otro de acuerdo a los deseos de los demás. Esto tiene que ver con hacerte la pregunta “¿Qué quiero yo?”.
Jacques Alain Miller, el principal discípulo (y yerno) de Lacan, dice que el Amor se dirige a aquel que, pensamos, conoce nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable… Y el Amor es lo que permite soportar esa verdad, porque esa verdad nuestra es sumamente difícil de aguantar, porque siempre se trata de lo mismo, de darnos cuenta que nos falta algo y que no encontramos forma de satisfacer eso.
Y nunca hay forma.
En una entrevista que le hicieron a Miller, le preguntaron qué es verdaderamente amar. Y dijo algo fabuloso: “Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre uno mismo. Amamos a aquel o aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: “¿Quién soy yo?”.
Lacan también decía algo que se malinterpretó muchas veces: “el Amor siempre es reciproco”. Explica Miller en esa entrevista: “No quiere decir que basta con amar a alguien para que él lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: “Si yo te amo, es que tu eres amable” (amable en el sentido de ser alguien a quien se puede amar, que genera amor en otros, aclaración mía que no figura en la entrevista). “Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay en ti algo que hace que te ame. Es reciproco porque hay un ir y venir: el amor que tengo por ti no es solo asunto mío, sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizás tu mismo no conozcas.” Eso no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se puede calcular por anticipado”.
¿Y qué pasa con la culpa? ¿Qué pasa cuando no logramos darnos permiso ni siquiera para sentir? Desde el Psicoanálisis se nos propone desvictimizarnos, salir del lugar de la victima, la victima de las circunstancias y del tormento interior y, en consecuencia, en vez de decir “me siento culpable” asumir la responsabilidad por lo que sentimos. Una “ética de la responsabilidad” es salir de la “ética de la culpa”…. Claro, no es fácil. La culpa nos paraliza, no nos deja actuar… En definitiva, la culpa nos deja en suspenso, y logra que no avancemos… Nos hace el juego, es funcional a nuestros miedos mas ancestrales de salir del cascarón, de ser un objetito, y transformarnos en sujetos de pleno derecho y deseo. Si sentimos culpa, NO TENEMOS OBLIGACION DE ACTUAR!!!!! La culpa, en definitiva, nos conviene…
Actuar por culpa tiene, en la mayoría de los casos, un efecto aniquilador: cuando decidimos algo en contra de nosotros mismos y por la culpa que nos genera algo o alguien, vamos a terminar, sistemáticamente, haciéndole pagar un alto precio a quien parecería ser el beneficiario de nuestro sacrificio. Cuando las cosas no las hacemos por amor genuino sino por culpa, algo del orden de la agresión y del odio se va a traslucir en nuestras acciones. Porque le hicimos cargar a ese supuesto beneficiario con todo el peso de no haber asumido nosotros mismos lo que realmente queremos. Cuando en realidad, la responsabilidad siempre es nuestra, aunque no la asumamos.
Lacan decía que la culpa nacía de haber cedido al deseo. No importa en qué plano. Para la mente da lo mismo si se fantasea o si se lleva a la realidad. Algo del deseo mas genuino se asomó y la culpa aguijoneó.
Otra de las consecuencias de vencer la culpa y asumir la responsabilidad es que no queda mas remedio, de esta forma, que empezar a tomar las riendas de la propia vida, y eso también es hacerse responsable de los demás y de lo que vamos generando cuando nos convertimos en personas “amables” al decir de Miller. Dicen algunos que el sujeto que surge de la responsabilidad no necesita refugiarse en la culpa, solo responder a su deseo. El deseo que lo transforma en un sujeto y que le permite salir de su eterno rol de paquete, de objeto.
Hacerse cargo de los propios sentimientos es muy difícil. Pero absolutamente imprescindible.
La valentía y la verdad van de la mano. La mentira se escuda en la cobardía, son socias. El silencio, muchas veces, es un cómplice.
Prestemos atención a los sentimientos que nos generan las personas y a los que generamos nosotros en los demás. A veces son una buena señal de como estamos internamente respecto al resto de cosas y no solo respecto a lo que aparece como lo mas directamente involucrado.
Sin valentía y sin responsabilidad no hay forma de acercarse al milagro del Amor compartido. Pocas veces es posible siquiera que se nos presente la oportunidad de conocerlo. Todo lo demás, es pura farsa.

Sabemos que el amor ha sido uno de los temas más caros al ser humano. Ahí asistimos al hecho trascendental de que la cultura consiste, en buena medida, en un cúmulo de historias que involucran pasiones, acicates, violencias, uniones, sufrimientos, heroicidades y abatimientos, en nombre del amor.
Lacan habló de amor, también. Y se refirió al tema desde distintos ángulos, como no podría ser de otra manera, por el autor, y por lo difícil de tratar un tema tan escurridizo y que trasvasa tantos aspectos de la experiencia humana. Y porque el psicoanálisis es una apuesta que inicia con el amor (¿tan sorpresiva fue, realmente, la transferencia para Freud cuando se aventuró a tratar con el inconsciente?) y tiene, al final del recorrido de un análisis, algo nuevo que tramitar en cuanto al amor.
"Dar lo que no se tiene" (decía Lacan con respecto al amor) tiene que ver con el concepto de falta, en la enseñanza de Lacan, pues amar es mostrarse en falta, revelar que algo quiere alcanzarse en el otro. Es por esto que el amor involucra a la castración, y amar es un poco experimentar esa falta, esa castración.No somos superhéroes. Simplemente humanos imperfectos.
Es el amante (erastés) el que activamente ubica en aquél amado (eromenós) el objeto que puede obturar la falta propia. El interjuego de la verdadera metáfora del amor, sería que se logre la inversión a nivel del objeto de amor: que el eromenós devenga a su vez amante, que se convierta en sujeto en falta. Un exquisito análisis de El banquete, de Platón, desarrolla Lacan en su Seminario VIII, La Transferencia, haciéndonos entender no solamente la temática central del amor revelado en la transferencia en el dispositivo analítico, la metáfora amorosa, la elección del objeto de amor en el sujeto, etc, sino, y muy especialmente, nos enseña respecto del lugar que ocupa el analista en la cura, a quien el paciente, por estructura, desliza su demanda de amor y le instituye como objeto de amor (eromenós).
La transferencia es un asunto de amor, visualizó Freud desde el principio.
Amor es lo que engaña, decía Lacan, porque es donde se cree en la ilusión que dos pueden hacen uno.
Pero también es fundante el amor en psicoanálisis porque en el amor se trata siempre de suponerle saber al Otro con respecto a algo que concierne íntimamente a cada uno de nosotros. Miller lo describe como: amo a aquél a quien le supongo un saber sobre mí que desconozco.
J. A. Miller elabora el concepto de amor como el lazo que anuda el saber y el inconsciente, pues amando al saber inconsciente es como único podría inaugurarse una experiencia de análisis: suponiéndole al inconsciente (/A) un saber a descifrar. De esto se trata el amor al saber del inconsciente : que, para que el inconsciente exista como saber, hace falta el amor.
Pero también me interesa desarrollar una frase más lapidaria de Lacan con relación al tema del amor: "Sólo el amor permite al goce condescender al deseo", que avanza en su Seminario X (La Angustia, Pg.194) y que involucra a estos tres conceptos en interrelación, al hacer del amor un mediador entre el goce -autoerótico, del Uno- con el deseo -que tiene que ver con el campo del Otro, y con lo incesante de la búsqueda del objeto en los predios del Otro-.
Tendríamos que introducir también en esta interrelación goce/amor/deseo, que las condiciones de elección del objeto de nuestro amor, las causas de nuestro deseo y las fijaciones de goce están cristalizadas e interrelacionadas entre sí para cada uno de nosotros de una manera particular. Por lo que, cuando se habla de amor, necesariamente puede tenderse también el arco de la línea del deseo en ese sujeto, y pueden atisbarse ciertas fijaciones libidinales, de goce, al escoger a este y no a otro partenaire. Es el amor condicionado por el modo de gozar de cada quien. O también podríamos decir, en el amor está escondido, velado, el objeto a, objeto de deseo.
La manera en que puedo aprehender el sentido de esta frase lacaniana de que "sólo el amor permite al goce condescender al deseo", tiene que ver precisamente con la articulación posible entre el goce (la satisfacción que se procura sólo del Uno -autista, se ha dado en llamar también- sin la intervención del A, pues el goce es siempre goce del cuerpo propio) y el Otro, en la primigenia constitución del sujeto como tal. El sujeto surge (Esquema del cociente del sujeto, Seminario X) de esa necesaria operación del significante (del Otro) sobre la Cosa, el goce mítico. Y, de esta operación, que no es nunca completa, que siempre deja un resto no simbolizable, una hiancia de no reabsorción del goce por entero en el Otro, queda el objeto aźnica posibilidad de acceder a encontrar en el Otro ése objeto para la satisfacción pulsional.
Es decir, el circuito consiste en cómo se involucrará en la cultura (Otro), a partir de entonces, el goce de las pulsiones a través del objeto a (aquí se tomarán como semblantes del objeto a, todos los objetos de las pulsiones parciales: pecho, heces, etc). Y he aquí que entonces, el sujeto va a buscar en el Otro el objeto de satisfacción de su pulsión.
Recordemos que el objeto a sería el sustituto de aquél objeto perdido para siempre (Freud), sería el molde hueco que soportará los objetos de la pulsión.
Miller añade que "es en el campo del Otro donde la pulsión encuentra los semblantes necesarios para su autoerotismo…" (El síntoma charlatán, Pg 49)
Por tanto, el amor sería un lazo que permitiría ir del Uno al Otro, esto es, del goce del Uno, a la búsqueda de un objeto de deseo (campo del Otro) que civiliza en su insaciabilidad. Porque el sujeto trata, por la vía del amor, de inscribir su goce propio en una relación con el Otro. Así, el lazo del amor (esa fuerza que une, que busca siempre a otro) es el intermediario casamentero que hará condescender al goce en el campo del deseo.
Las dificultades del encuentro entre los sexos, es una cuestión estructural (Lacan lo decía: no hay relación sexual) pues no hay nada escrito o predestinado que adjudique al sujeto su objeto de satisfacción, o la complementariedad. Y si no hay nada escrito, hay todo por tratar de escribir allí: el amor puede ser el engaño que vele esta falta, puede ser, pues, un semblante más, allí, ante lo real.



Lic. Diana S. Gurny citando a la Lic. Inés Tornabene –