“Seminario sobre el goce”.
"No
hay dudas" (de que ella goza). "Y ¿de qué goza? Está claro que el
testimonio esencial de los místicos consiste justamente en decir que lo
experimentan, pero no saben nada de ello."
¿Y por qué no
interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte el
goce femenino? "Hay un goce de ella que no existe y nada significa. Hay un
goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí
lo sabe Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas
- Apoyamos la vida en esa ilusión, en la esperanza de
posibilidad que siempre deja insatisfacción (vanidad humana). De satisfacerse
se saldaría con la muerte del sujeto de deseo. Es por ello que la defensa pasa
por el “No ceder en nuestro deseo”
límite del goce.
- Como tal, el goce es acto, tensión, límite que se
manifiesta de maneras diferentes en diferentes estructuras y que aparece en
situaciones extremas como un exceso, descontrol, algo inevitable… Se
necesita del recurso de la presencia del otro para saber ¿Quién y qué goza
cuándo se goza?
- ¿Qué se deriva del goce? En definitiva vendría a decir
que no hay armonía entre sexos.
- Inicialmente hay un sujeto todo goce, donde la
castración (rechazo de goce), la actuación de la ley, el Otro, la presencia de
lo simbólico posibilitan que nazca un sujeto hablante como forma de pérdida de
goce, ya que es la estopa de la que está hecho: El goce está adobado en
lenguaje.
- Goce fálico, Goce del Otro, Plus de goce y otro goce,
son aspectos particulares que nos dicen que solo capturamos un goce limitado y
que el síntoma actúa como recuperador del goce, un goce sustituto.
- El goce como experiencia más allá de cualquier límite,
momento de superación del límite que ha marcado el placer.
Partamos pues:
“De lo que no podemos escapar, de lo que no
podemos deshacernos, es de nuestro propio goce, aunque nunca llegamos a
reconocerlo como propio”
Nuestro goce nos
singulariza y nos ahoga, dice Zizek[1]. La sensación de estar encadenados a un
cuerpo “encerrados en un estrecho círculo
que no nos deja respirar” es el encuentro con el goce en su estatuto de
objeto causa de nuestro deseo.
Esta perífrasis
nos orienta hacia un punto de vista diferente. Ese concepto inicial del goce
como placentero se transforma en lugar donde cumple su cadena perpetua el
sujeto hablante, donde su determinismo se hace patente y de la que no puede ser
liberado sin aceptar su verdad.
Por tanto habrá
que abandonar el término goce vinculado a la definición de situaciones de
éxtasis sexuales o experiencias religiosas y por consiguiente de placer.
Hablemos pues del goce, de lo inefable del goce, de su presencia en situaciones
límites, porque cuando aparece el sujeto ya no está allí para contarlo[2].
Un avaro vendió todo lo suyo y
adquirió una pieza de oro con el cambio. Enterró dicha pieza cerca de una pared
y todos los días iba a admirarla. Un ladrón atento a tales circunstancias
descubrió el tesoro y lo robó. Llegaron los lamentos del avaro y fue socorrido
por un vecino que le invitó, para sacarle de su dolor, a colocar una piedra en
el hueco y que se imaginara que era la antigua pieza de oro y continuara
admirándola. De hecho no se hacía ningún otro uso del oro, salvo su admiración gozosa.
De la fábula se extraía la enseñanza: Valora
las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan.
El goce también sirve para algo
más que para lo que aparenta. Evidentemente para el avaro su pieza de oro era algo
más que el valor material, era su algama,
su objeto (a), no observable, no
destinado al cambio, ni al consumo, sino al goce (uso) personal.
Bien, pues por igual, en todas
las relaciones del sujeto con su goce se deriva algo particular, único, poco
generalizado, sorprendente para los demás y del que la clínica quiere dar
cuenta.
La envidia representada en
aquella escena en la cual se le pide a un sujeto que elija el objeto que quiera
de tal forma que otro sujeto obtendrá el doble de lo que él haya obtenido
(recuerden que la versión dura es la de elegir que le saquen un ojo). La
elección está motivada por la envia. Envidia del goce del Otro.
Por igual aparece en la
avaricia, representada en el cuento anterior. El objeto solo tiene función
de goce, no de disfrute, ni de consumo.
Por último en la melancolía
observamos que el sujeto dispone de objeto (a) pero no puede gozar, tiene
acceso al objeto, pero no puede satisfacerse con él.
Analicemos el significado de “gozar”:
1. tr. Tener y poseer algo útil y agradable. Gozar de
sus riquezas.
2. tr. Tener gusto, complacencia y alegría de algo. U.
t. c. prnl.
3. tr. Conocer carnalmente a una mujer.
4. intr. Sentir placer, experimentar suaves y gratas
emociones U. t. c. prnl. Gozarse en la suerte de los demás.
5. intr. Tener alguna buena condición física o moral.
Gozar de buena salud, vitalidad, estimación, fama.
~la. . loc. verb. Pasarlo bien, disfrutar con alguien o
algo.
En la primera acepción destaca la
posesión y pertenencia de objetos. La tercera es claramente excluyente del goce
de la mujer, pues ni gozan individualmente, ni de un varón, ni hay goce de unas
hacia las otras. En la quinta observamos una aspiración referente a la salud,
tema este negado por la observación clínica, sabemos que en ella se evidencia
una resistencia-negación a través del aferramiento al síntoma. Es como si “algo” se beneficiara en el estado de
sufrimiento que se deriva del malestar; detalle que escapa al saber médico, al
saber vulgar, al sujeto mismo: ¿Quién
goza de mi síntoma? ¿Qué en mi cuerpo
puede gozar de mi cuerpo? La historia clínica se percató desde hace mucho
de que en la histeria existía un cierto placer, relacionado con el
significante.
La curiosidad respecto del tema
necesita de una aclaración terminológica precisa que se dirime entre dos
términos:
3.- Placer y goce.
“Goce” y “placer” suelen solaparse en nuestra cotidianidad. Lacan
quiso separar los conceptos aunque usara un significante antiguo. El placer
queda para la satisfacción de la tensión y el goce como lo inefable, como el
empuje incontrolable.
“¿Qué se nos
dice del placer? Que es la menor excitación, lo que hace desaparecer la
tensión, la atempera más, por lo tanto aquello que nos detiene necesariamente
en un punto de alejamiento, de distancia muy respetuosa del goce. Pues lo que
yo llamo goce, en el sentido que en el cuerpo se experimenta, es siempre del
orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña.
Incontestablemente hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor,
y sabemos que es solo a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una
dimensión del organismo que de otro modo aparece velada (...) Este cuerpo no se
caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que
está hecho para gozar, gozar de sí mismo”[1][5]
El goce se opone al principio del
placer, le grita que conseguir el “Bien
Supremo” es imposible. Si se consiguiera habría extinción del deseo. Por
tanto goce se distancia de placer hasta el punto de asociarse no al
bienestar, sino al dolor. El goce abarca más allá, es el todo, lo intolerable,
incluido lo doloroso, el sufrimiento del síntoma, un exceso en definitiva, que
aparece en frases como “morir de goce”,
“se ahoga, se recrea en su goce” o
bien relacionado con “locura”
cuando no con “orgasmo”… gozar de la
vida, el gozar santificante…
Desde el psicoanálisis nos
interesa su proximidad al síntoma; en esa vertiente afirmamos que algo goza en
el síntoma y ello es suponer que éste es una elección dolorosa del sujeto (no
tan dolorosa, ya que evita un mal mayor).
Si por un lado el placer es
controlable, el goce es descontrol; más allá, el placer es una barrera frente
al goce, limita el goce. Es decir, por un lado goce como exceso de placer y por
otro lado como sufrimiento.
Por tanto y a estas alturas, los significantes
referidos al término goce convergen en el disfrute, el uso,… Pero, ¿Qué es
gozar? El cuerpo, decimos está hecho para gozar, no podemos no gozar. Añadamos
de entrada para luego ampliar, que gozamos porque hablamos, porque somos
sujetos sujetados al lenguaje. Necesitamos del lenguaje para gozar, no basta lo
orgánico. Es momento de afirmar a la vez que si por un lado el goce lo causa el
significante por otro a la vez lo limita.
4.- Goce en Freud. Principio del
placer.
Freud no elabora concepto sobre el
goce; encontramos el significante “Lust”
como placer producido por la disminución de tensión. “Vorlust”, pre-placer, placer preliminar, placer que según Lacan
produce displacer.
Inicialmente se refiere a “libido” como componente del sujeto del
placer que encontraba la satisfacción en la sexualidad con todo el grado de
tensión que ello supone. Expone la teoría de la fantasía y la acompaña de una
fuerza interna (pulsión), como cargas que se desplazan en el aparato anímico
según vías específicas para cada sujeto, ya sea experiencias de satisfacción o
de dolor. Es reducción de malestar, pacificación tensional. Para Freud el
placer es una disminución de la tensión psíquica, mientras el goce es un
mantenimiento o incremento de la tensión. El placer tiene relación con lo
temporal, con el momento particular, el goce es ajeno al tiempo cronológico
(compulsión a la repetición)
En “Más allá del principio del placer” 1920
(metapsicología freudiana) junto con “Lo
siniestro” y “Pegan a un niño”,
hallamos tres momentos claramente alejados de la satisfacción. Aparece lo Real
en forma de miedos, fantasías, lo siniestro, el “yo soy pegado”… la presencia de la “pulsión de muerte” freudiana. Es la primera vez que vemos aparecer
a la pulsión de muerte como consecuencia de los impases de la clínica. Sobre el
tema se expresa en los siguientes términos:
“Llamamos “pulsiones” a las fuerzas que
suponemos tras las tensiones de necesidad del ello. Representan los
requerimientos que hace el cuerpo a la vida anímica. Aunque causa última de toda
actividad, son de naturaleza conservadora; de todo estado alcanzado por un ser
brota un afán por reproducir ese estado tan pronto se lo abandonó.[1][6]
Recordemos: Eros, pulsión de vida versus Thanatos,
pulsión destructiva, enfrentadas a la hora de defender la unidad del individuo
en esa lucha contra su destrucción y camino hacia lo inorgánico. La libido (Eros) procura inhibir esa fuerza interna
y muda que nos hace sufrir, como manifiesta en “Análisis terminable e interminable” (1937) donde Freud avisa:
“...los
fenómenos del masoquismo..., la reacción terapéutica negativa y la conciencia
de culpa de los neuróticos, no podrá ya sustentar la creencia de que el
acontecer anímico es gobernado exclusivamente por el afán de placer. Estos
fenómenos apuntan de manera inequívoca a la presencia en la vida anímica de un
poder que, por sus metas, llamamos pulsión de agresión o destrucción y
derivamos de la pulsión de muerte originaria, propia de la materia inanimada.
No cuenta aquí una oposición entre teoría optimista y pesimista de la vida;
solo la acción eficaz conjugada y contraria de las dos pulsiones primordiales,
Eros y pulsión de muerte, explica la variedad de los fenómenos vitales, nunca
una sola de ellas.(...)[1][7]
Algunas de las características del goce se hacen
patente en su elaboración. Recordemos el exceso de placer en la neurosis
obsesiva y el tema de la insatisfacción en la histeria (teoría traumática) en
ambas se aprecia que un exceso de placer es displacentero. Decíamos que en la
histeria se encuentra más placer en el significante que en propio acto sexual:
satisfacción y palabra.
El obsesivo se
pone a resguardo de su goce. Gozar para él es perderse, por ello optará por la
inhibición, la parálisis, el asco, presentes en sus síntomas. La histeria tiene otra problemática con el goce, no quiere ofrecerse como
objeto. El neurótico rehúsa, mientras que el perverso imita el goce.
En el placer predomina la imagen,
en el goce la acción. Sentir el goce es un fenómeno a posteriori, es fuerza que impulsa a la acción. El goce es
silencioso, mudo, sólo acción, pasaje al acto, mantiene la tensión, una
situación límite. El placer es la relajación, distensión. Fantasear es cortar
el goce, ello nos lleva a que se fantasea para no gozar.
5.- Antecedentes del término en Lacan.
Hagamos pues un recorrido inicial
por el concepto de goce en Lacan. Encontramos variedad de términos relacionado
Ø Genuss (goce)
Ø Lust (placer)
Ø Fruición “Frui” como goce de productos
derivados de… Recordemos la palabra usufructo,
como una relación entre cosas. “Uti”
tiene que ver con hacer uso de…, aprovecharse de…, servirse…, participar de…
Ambos términos son tratados por San Agustín al referirse a la relación directa
con Dios. Para participar de la gracia de Dios hay que partir de una falta, hecho
éste que nos acerca a la recompensa de poder participar de la esencia divina (uti)
Ø “Jouissance” es presentado por Lacan en
1953/54, al hablar de Hegel. En la fenomenología del espíritu, en la dialéctica
amo y esclavo se ven enzarzados en una batalla en la que el segundo obtiene
goces para disfrute y usufructo del primero.
El concepto de goce adquiere una
importancia inusitada en sus últimos años de teorización y lo es porque forma
parte del ombligo real del síntoma y a la vez da cuenta de cómo se entiende el
desencuentro sexual.
Cuando Lacan promueve el “retorno a Freud” lo hace desde sus
aportaciones y agregándole las muletas nuevas de la ciencia: lingüística,
lógica matemática, antropología estructuralista… y cómo no, la filosofía de
Hegel, Husserl, Heidegger… El primer concepto relacionado con el tema es el de
“pulsión de muerte”
Hay una primera aproximación en
la fase del espejo, al afirmar lo que experimenta el sujeto. Dice: Es
una “vivencia de goce” ante la
imagen de una completud que el niño (infans)
aún no posee. “Vivencia gozosa”, “revelación” (Aha Erlebnis) que se anticipa a la maduración del individuo.
Lacan lo extrae no de Freud, sino
de Hegel, del Genuss y está referido
al derecho, al usufructo; el goce como objeto de lucha jurídica por la
propiedad. Por ello aparece como pregunta: ¿Quién goza, de qué goza, goza mi
cuerpo o mi cuerpo es gozado por otro? ¿Este goce es mío? ¿Dónde está el límite
a este goce?
Es decir, Lacan
aborda el tema a través del derecho y de la moral. Es una ruta que tiene que
ver con las relaciones sociales como reguladoras de goce. Hegel introduce esta
noción de goce separando el del amo y el del esclavo. Viene a decirnos
que en los orígenes, el amo adopta una postura de renuncia al goce.
“Lo que Hegel vislumbra es que en el origen,
la posición del amo es de renuncia al goce, la posibilidad de comprometerlo
todo alrededor de esta disposición o no del cuerpo, no solamente del suyo
propio, sino también del cuerpo del otro”.[1][8]
El goce es de
otro sitio, no se puede gozar de tus bienes (tu cuerpo), es necesaria la
posesión de un cuerpo otro, gozar de lo ajeno. Mi goce depende del cuerpo de
Otro, está el campo del Otro.
El orgasmo se asocia al placer
por el alivio tensión sexual que se experimenta, pero básicamente el orgasmo es
goce, ya que es experimentado por un cuerpo. Necesaria y precisa la presencia
de otro cuerpo que posibilita una lucha por conseguir algo de él que nos
desgasta y que acaba en malestar, dolor, decepción.
Al reclamar la presencia de otro,
pensaríamos tal vez que el fenómeno masturbatorio sería un contacto directo con
el goce individual. Lacan lo denominará “goce
del idiota” y observa que esta práctica también está sujeta al lenguaje de
la fantasía y en ella se reclama otras presencias.
Lacan define en
alguna ocasión al goce como “todo lo que
proviene de la distribución del placer en el cuerpo”[1][9] o como “la satisfacción de una pulsión”[9][10]
Por tanto cabe
decir a estas alturas que el psicoanálisis no es un hedonismo. Y si el goce
tiene a ver con el cuerpo, nos preguntamos también si los dos cuerpos se gozan.
Porque al contactar con Otro cuerpo solo podemos relacionar una parte (no hay
conjunción completa con el otro). Es el falo que goza y este goce está fuera
del cuerpo. Por otra parte sabemos del goce del idiota, que es un goce de
órgano, particular, no de todo el cuerpo.
Lo conseguido nunca
es lo buscado. Se piensa que alguien o algo Otro gozará en Otro lugar, esto
quiere decir que el Otro goza y el Otro me goza (histéricas). Una parte del
cuerpo de uno goza con una parte del cuerpo del Otro. La dificultad estriba
en el hecho de entender el concepto de cuerpo ya que no nos referimos al placer
corporal sino al cuerpo entendido desde la pulsión.
Es clave la idea
del goce conectada con el significante (El
reverso del psicoanálisis), el goce como efecto del significante.
6.- Goce como energía del
inconsciente.
A veces se interpreta de forma
energética. No es cuestión de termodinámica, pero funciona de forma similar. Si
el calor es una energía en tránsito y la temperatura indica la medida del
calor, el goce transita por los cuerpos robando y cediendo calor y el síntoma
indica su medida. Es una energía que se almacena en alto grado en un lugar y
tiende a cederse o robarse en otro. Surge de las zonas erógenas en busca de una
satisfacción pero en su recorrido halla obstáculos. Solo sabemos de sus actos y
de su lugar inconsciente.
7.- Goce, castración y ley.
Inicialmente el sujeto es puro
goce. Su cuerpo está desligado del entorno, de los otros, lejos de lo que
consideramos un sujeto de deseo. Un goce sin freno, sin renuncias,
que no conoce más allá de la madre “es la
imagen […] del cuerpo de la madre, imperio total de la primera realidad
infantil”[1][12]
De la satisfacción total pasará a
observar que muchas de las mismas requieren de la captura de objetos
placenteros que están fuera de su cuerpo: el grito, el llanto, la demanda,
manifiestan ese intento de captura.
El sujeto es atravesado por el
lenguaje, lo simbólico, que no es otra cosa que la pérdida de goce. Hasta que
no tenga acceso al lenguaje, a lo que llamamos la ley, ese goce todopoderoso no
encontrará las prohibiciones de que es objeto. Deberá a partir de ahora buscar
nuevas vías sustitutivas del goce. El Edipo le indicará que no es todo. Los
objetos perdidos deberán recuperarse vía sustituciones.
Entonces cuando nos referimos al
sujeto debemos pensarlo en su doble vertiente: Por una parte el sistema
significante de la palabra que conlleva la ley y en segundo término y no menos
activo su cuerpo de goce que no acepta las leyes relacionadas con lo
simbólico.[1][13]
Para que surja un sujeto éste
debe de estar dentro de esa ley interdictora. De hecho sabemos que un individuo
puede ser un objeto para su progenitor, ser gozado a su antojo. La madre en
determinadas situaciones familiares ofrece esa capacidad de ser todo, sin
resquicios, sin grietas por dónde meter el vástago su deseo. En tales circunstancias el hijo puede formar parte
del goce de la madre. En los trastornos alimenticios encontramos
a esos sujetos que negándose a ser todo para ellas buscan la falta en el Otro,
más allá de la satisfacción alimentaria. No hay mal mayor que un otro no
castrado del cual somos su castración. Entonces estamos sometidos,
reintegrados.
El hijo tiene
para la madre una significación fálica (aquello que le falta a la madre es esa
porción de goce que es su hijo). El niño puede ser un lugar refugio del goce
del Otro del adulto, un paso más y veremos como la medicina, la educación hace
del niño un objeto de goce. La familia es un lugar dónde se ejerce como en
ningún otro sitio el goce del Otro.
Hablar de castración es afirmar
que el lenguaje hace de separador entre hijo y madre, con él no hay relación
sexual. Desde el momento que entramos en el mundo del lenguaje, nuestro cuerpo
y el cuerpo del Otro dejan de pertenecernos y entramos en relación con el goce.
Goce del cuerpo del Otro.
Pero gracias a la ley que debe de
funcionar para la madre, existirá la prohibición y la circulación simbólica del
deseo en el hijo, por ello la ley debe de ser restrictiva (castración) De lo
que se trata en la castración es que el goce sexual está sometido a las leyes del intercambio simbólico necesarios para que
el sujeto salga del autoerotismo.
Relacionado con
la pulsión de muerte freudiana, quiere el goce transgredir la castración, como
prohibición simbólica. El goce pretende alcanzar lo imposible, lo real fuera de
la limitación del lenguaje. Por tanto se opone a la insatisfacción y paga
con el síntoma como mal menor.
Para que sea
posible la salida de la angustia, debe de existir un rechazo de ese goce merced
a la castración. La angustia es esta imposibilidad, el rechazo de la ley del
incesto, esa ley que prohíbe el goce. Por tanto es preciso para bien del sujeto
su distanciamiento gracias a los significantes del Otro y de la ley.
¿Qué se le puede
ofrecer al sujeto que le haga perder su goce? ¿Goce a cambio de qué? Pues a
cambio del goce maléfico, total, anulante, deberá encontrar otro goce
calculado, calibrado, el que le ofrece la castración, un goce sujeto a la ley,
un goce que llamamos fálico que está sujeto a limitaciones. Ley que propone
las distancias exactas entre la madre y el sujeto, gracias al Nombre-del-Padre.
Pero sabemos que el goce va ajeno al otro y a la ley. Recordemos
que Sade propone usar el cuerpo ajeno al servicio del goce que está fuera de
reglamentaciones.
El superyó actúa
como conciencia de culpabilidad ante el placer. Nos avisa e indica el peligro
del deseo y nos propone como castigo la castración (salvación para Lacan)
Superyó resistente como reacción terapéutica negativa, Superyó como imperativo
que exige el sufrimiento, la deuda, el pago, nos invita a gozar y deja como
resto la culpa como renuncia al deseo.
La ley invita a una renuncia del
goce. Ello propicia una lucha entre cuerpo y ley, donde no siempre gana la ley
ya que una parte de goce se escapa al control.
“este real (la parte de la realidad que permanece no simbolizada)
regresa bajo el aspecto de apariciones fantasmales”[1][14]
Hablamos de la promesa de ese
goce sustraído que recupera la satisfacción a través del fantasma saltándose
las leyes simbólicas.
8.- Deseo y goce.
¿Por qué una
persona insiste en repetir algo que le frustra o le hace fracasar (síntoma)? El
goce, decimos está "más allá del
principio del placer", va emparentado también con la “compulsión a la repetición”. Es
inconsciente.
Recordemos la
historia del escorpión y la ranita a la orilla del lago. Un escorpión le dice a
una ranita que le ayude a cruzar reposando sobre su espalda. La ranita
temerosa, duda, ya que seguro clavará su mortal aguijón. El escorpión la
tranquiliza: ¡No porque si hago eso
moriré yo también! Ella convencida se presta. Sus sospechas se cumplen, es
atacada y se lo recrimina al escorpión, el cual se excusa: ¡Es más fuerte que yo. No puedo dejar de hacerlo! No es que quiera
picarla, es que no puede resistirse al hecho de hacerlo. “Puedo resistir cualquier cosa, menos la
tentación” diría Oscar Wilde.
Algo nos
diferencia de los animales. Ellos tienen instintos, nosotros pulsiones y eso
marca la diferencia. Ahí donde no aparece la palabra, aparece el goce en el
cuerpo en actos, impulsiones o acting out.
Para que un
sujeto pueda vivir en cierto grado de normalidad, deberá hacerse deseante.
Hecho que conlleva la necesidad de la aparición de una falta ante la cual el
sujeto quiera colocarse. Esta falta debe de aparecer en el Otro para que el
sujeto vea en ella ese objeto de deseo. Este proceso le constituirá y hará que pase
del goce del ser al goce del Otro.
Cuando la madre es todo para el
hijo hay goce, hay todo, un ganso lleno de bellotas[1][15] (no puede ni necesita moverse)
Si ella mira hacia el lado del padre, el hijo observa que debe renunciar a ese
goce, a ese empuje pulsional y renuncia por amor, para ser amado por la madre.
Seré como ese hombre hacia el cual mira mi mamá (una renuncia parcial) Deseará.
Pero si la madre está completa, si no tiene grietas por dónde penetrar el
deseo, quedará atrapado en ella de forma psicótica o perversa (atrapado en el
goce y muerto para el deseo)
Pero el goce, no es el deseo. El
deseo es lo que pone coto al goce. El deseo es
la esencia humana, la perseverancia del ser (Spinoza) Mientras que el goce es
algo pulsional, es empuje hacia la satisfacción…“si el goce tiene que ver con la pulsión es en la medida en que la
pulsión deja un saldo de insatisfacción que anima a la repetición”[1][16] … el deseo, por
su parte viene marcado por la constante insatisfacción que le hace no parar, no
satisfacerse, dejarlo para mañana, hacerlo imposible, evitarlo. El deseo no
supone una satisfacción, es un empuje motivado por una ausencia, es
insatisfecho por estructura.
En el goce se produce una
satisfacción, que no es completa, no es absoluta, decimos que ese encuentro con
la satisfacción es siempre parcial. El goce no persigue la satisfacción, ya que
en sí mismo es satisfacción. En la necesidad hay
objeto que colma, en el goce no. No hay buen o mal goce. El deseo es
síntoma de la falta, de la insatisfacción y de tal guisa aflora el goce:
“…si el goce tiene que ver con la
pulsión es en la medida en que la pulsión deja un saldo de insatisfacción que
anima a la repetición” [1][17]
El deseo manifiesta nuestra falta, nuestra carencia. Es básicamente deseo
de reconocimiento, demanda dirigida al otro para que me reconozca. El deseo
toma la vía discursiva, se baña de lenguaje. En el deseo, la tensión se relaja,
disminuye. Lo contrario de esta petición es el goce. Éste no tiene fisuras, ni
paliativos, es total. No tiene ligazón a nada.
“Algo que precisamente […] no puede
ser ni atribuido a un sujeto, ni puesto en ningún sujeto, es algo que no es
susceptible ni de más ni de menos, que no se introduce en ningún comparativo,
en ningún signo de mayor o menor, o aún de más pequeño o igual” [1][18]
Si bien el deseo
lo conocemos como deseo del Otro el goce no es el goce del Otro. El goce del
uno se consigue robándolo del goce (supuesto) del otro. Consiste en usar algo (usufructurar) de lo que no dispone el
Otro. Este uso se dirime en el cuerpo; lugar que no sabemos a quién pertenece:
¿yo dispongo de él o él dispone del cuerpo que yo tengo?
El acting-out es ejemplo: En el suicidio,
en el abuso de sustancias, en los delirios, en el arte,… ¿Quién goza? Es pura
pulsión de muerte, un continuo fallo, una búsqueda infructuosa, imposible,
nuestra vida en definitiva (no hay relación sexual), una lucha de
puro prestigio entre el goce y el deseo. Ambos se alzan el uno contra el otro: el
deseo frena el goce, pero de no ser por el goce el deseo quedaría fijado en la
alucinación.
¿Yo gozo de mi cuerpo o es ese
Otro quién goza del cuerpo que yo entiendo cómo mío? Para que haya goce debe de
existir Otro. Hay goce porque existen diferentes maneras de gozar,
porque unos desconocen el goce del otro: amo-esclavo, mujer-hombre, entre
razas, entre pueblos. Juego similar al que ocurre con el deseo: hay deseo
cuando aparece el deseo de otro y se plantea ser deseo del deseo del Otro.
¿El goce proviene de los objetos o de los significantes que hemos asignado
a esos objetos y que han sido guardados con especial afecto en nuestra cadena
discursiva (joui-sens)? Ello nos
lleva a admitir que el goce proviene del cuerpo y las asociaciones verbales
ligadas a ciertas satisfacciones corporales.
Hay goce cuando
el sujeto sublima sus pulsiones y da sentido a sus fantasías como en la
creación (arte) El goce de uno no se confunde con el goce del Otro. El goce está del lado
de la Cosa, el deseo del lado del Otro.
Cabe precisar esta figura del
Otro como figura ligada al goce. Este Otro no es
representado por el semejante, sino por la instancia, lo que hace gozar al
Otro. El Otro como lugar, no como sujeto. Es la pregunta sobre quién goza
cuándo gozo. No es un Otro como capturador de goce perverso representado en un
sujeto, sino como cadena significante. Por tanto ese Otro no es un ser, no hay
Otro del Otro, El sujeto pregunta o se pregunta en ese Otro, desde ese Otro:
¿Qué quieres de mí? Y parece pensar que ese Otro tiene entidad subjetiva. En
definitiva, el Otro es el mundo del lenguaje.
En el Seminario “El sinthome”, Lacan apunta que ese goce
del Otro paradojalmente es, “del Otro que
no hay”. Con ello quiere expresar que no es que haya Otro sujeto que
abusa del sujeto, por el contrario es el sujeto quien avala la presencia de
este otro en su fantasma.
Decimos que el
deseo imposibilita el goce gracias a la castración que es la antinomia del
goce, es el hecho simbólico de la pérdida de ese todo absoluto que presentifica
el goce. El deseo es la única defensa contra el goce: “No ceder en el deseo”, frase que debe entenderse en esta
disyuntiva. De lo único que se puede ser culpable (desde el psicoanálisis)
es de haber cedido en nuestro deseo.
Deseo es para el sujeto algo que
le implica donde manifiesta su actitud personal, sus sentimientos personales en
forma de dudas, de temor, de deseo, está implicado de forma subjuntiva. En el
goce no hay participación afectiva del sujeto, pertenece más al indicativo, a
la certeza, a lo real.
9.- Lenguaje y
goce. Seminario “Aún”
Nos formulamos la pregunta: ¿Para qué sirve el goce? Y afirmamos que el goce no sirve para nada: salvo
el goce sexual... Al “gozar de sí mismo”
se olvida al semejante, el otro con el cuál no hay relación sexual.
Como organismos somos diferentes,
pero la anatomía no determina el destino. Partamos de la base de que el cuerpo
sexuado no existe, debe constituirse. Será por el lenguaje que nuestra función
sexual tome sentido. Es decir antes existía cuerpo como Real, Real gozante.
Algo debe advenir para que cuerpo y goce se distancien. Nos referimos a la
presencia del Otro y la aparición del objeto (a) que hará al sujeto deseante separándolo de ese goce paralizante.
El goce primigenio quedará excluido para siempre. Esta exclusión no nos privará
de una eterna insistencia mítica de recuperación de lo perdido. A partir de
ahora el cuerpo se canaliza por el significante y esa separación pasa por la
castración y el Edipo. Habrá una vía alternativa de tratar con el goce. Sí,
gracias a la metáfora paterna como prohibición se dará posibilidad (a) a que el cuerpo tome vías
alternativas de intentos de goce. Aunque nada es gratuito.
Pretendemos
llegar al hecho de que gozar requiere de un cuerpo atrapado por leyes.
Hablar, supone que la relación con los objetos de goce no sea inmediata, sino
de rodeo. Nuestros deseos están ligados a un mundo simbólico, ello hace que se
articule en palabras. El goce no existiría sin el lenguaje, sin su
estructura. Gozar presupone hablar del goce, poner palabras a la pulsión.
Al hablar, el
sujeto no es esencia ni existencia, sino "parlêtre". Sabemos por insistencia y convencimiento clínico
que el lenguaje viene a indicar una falta, que el ser es un efecto de la
lengua. Ello indica no que el sujeto busque el goce sino que éste es efecto de
la palabra. Por tanto ante la pregunta: ¿De qué está hecho el goce? Cabe afirmar que de
lenguaje, de la estopa del lenguaje.
Si alejamos el concepto de goce
del de satisfacción de la necesidad que le proporciona el objeto, nos
encontramos con que el sujeto es un sujeto
atado al lenguaje. Hablamos y afirmamos que el goce está hecho de
significantes, los significantes del deseo. El inconsciente estructurado como
un lenguaje. Lenguaje y goce como presencia del gran Otro.
Ese Otro está presente hasta en
los momentos más íntimos. Hay goce en el tacto anal, el chupeteo del bebé, en
la dependencia de sustancias tóxicas... Hay presencia de repetición de estas
prácticas. Por igual hay también goce en la masturbación. Sí, pero no hay goce
sin fantasmas a los que recurre esta práctica.
Como dije más
arriba, la masturbación no es autoerotismo (pretendida práctica
solitaria) considerada goce del idiota (mejor, ignorante) en el seminario
Aún, frase que en lugar de pretender ofender quiere expresar el hecho de que
hasta en dicha situación el sujeto necesita de fantasmas y está apresado en las
leyes del lenguaje.
En relación a la pérdida de
objeto y sus consecuencias, no todo parece ser relación goce-deseo. Hay una
causa de goce con otra orientación que está relacionada con el significante.
Decimos que el
placer es más imaginario y que el goce se distancia de las palabras por
preferir la acción, mientras que el deseo es presa fácil de la palabra al ser “parlêtres”.
Recapitulando,
afirmamos que es necesaria la conjunción de dos factores: Por un lado el cuerpo
como soporte físico, por otro la palabra como resorte básico. Ambos forman
parte de esto que llamamos goce. Se necesita de un cuerpo para gozar y de un
deseo (palabra) que se repite en la insistencia de aquello que nos falta.
Todo nuestro cuerpo, su esquema,
sus partes, las partes del otro están cosidos por el discurso, por la palabra
que nos conduce de principio a fin. En nuestras frases, explicaciones, en
nuestros chistes, hay una manera de recuperar ese goce. El goce se sirve del
significante, tiene que ver con el lenguaje, con el gran Otro como tesoro de
los significantes.
El sujeto se
descoloca por esa palabra que se le escapa (lapsus) y queda tocado el cuerpo,
el cuerpo como goce, no como organismo (que sería su soporte). Nuestro cuerpo
está sometido al lenguaje, es especial cuando aparece esa palabra que nos
alcanza y que para dar respuesta a los defensores de los neurotransmisores
merece la pena cuestionarse: ¿Qué es antes la secreción o la significación?
Todo ello nos
remite al hecho conocido de que el inconsciente está estructurado como “un” lenguaje y…
Al referirnos al inconsciente
como ese lugar de saber sin sujeto, estamos localizando un lugar hecho de goce
que sólo es accesible con la palabra. Por tanto este lugar (inconsciente) es un
lugar de goce, que se expresa para que el goce se metabolice.
"La castración quiere decir que el goce debe ser rechazado para que
pueda ser re-alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo."[1][21]
Acceder al
significante, a la palabra es afirmar que restamos constituidos en el campo del
Otro, momento de separación del deseo y goce. Hablar, por tanto es afirmar que
el goce está prohibido y firmado con la ley de prohibición del incesto. El
Complejo de Castración no es otra
cosa que la renuncia al goce.
Pero paradójicamente cabe
preguntarse: ¿Qué es antes el goce o la palabra? Y decimos que sólo hay goce en
el ser que habla, pero a la vez afirmamos que tal goce escapa a las palabras,
es inefable. Más aun, la presencia del lenguaje imposibilita el goce, lo
sustituye. En cualquier caso, aunque del goce nada sabemos, ello no evita su
existencia.
Afirmar su
inefabilidad es afirmar que resbalara ante la palabra, sin embargo decimos que
es gracias al significante que hay goce. Si el inconsciente está estructurado
como un lenguaje y el inconsciente es el lugar del Otro, mutatis mutandis podemos decir que el goce es un lugar.
De este lugar
decimos que viene a llenar el vacío que nos deja la palabra, un vacío
presentificado en la demanda indicadora junto con el deseo de que algo nos
falte. El goce se hace eco de esta falta.
El lenguaje es
el medio que el sujeto emplea para la consecución, es el sustituto del
encuentro. Hablar implica perder y a la vez recuperar por este medio el objeto.
Hay goce porque hablamos, sin el recurso del lenguaje sería inasible el
goce.
Pero, entonces:
¿Se goza o no? No hay goce, pero gracias al lenguaje gozamos, recuperamos
parcialmente los goces localizados en el cuerpo: heces, mirada, seno, voz…
momentos de separación. Así, cuando esto ocurre, la energía se descarga (goce fálico) y se reactiva la
tensión psíquica (plus-de-goce)
Hay lo que llamamos parcialidad del goce. Quiere decir que siempre es parcial,
aunque esperemos más, como manifiesta C. Soler, el hombre sueña con la beatitud
más allá de la muerte (en la religión). Debido a que hay una radicalidad que lo
hace limitado. Es una espera de recompensa en el paraíso del goce absoluto,
pero en el recorrido solo habrá parcialidades de goce.
La idea de una
posible satisfacción es vanidad. Perdimos el goce cuando nos
atrapó el lenguaje. Das Ding es la
huella que queda en el sujeto de aquello que no volverá. El goce de Das Ding está perdido.
El sujeto
intentará por todos los medios (más allá del principio del placer) alcanzar das Ding, su anhelado bien. Anhelado y
terrible, pues su consecución supondría la anulación del deseo y por tanto del
sujeto mismo, de ahí que esa cosa sea inalcanzable. Los otros
posibles goces son desencuentros.
Así la estética,
la obra de arte, esconden la pulsión de muerte, das Ding. Es cuando el cuadro nos roba la mirada, cuando quedamos
eclipsados ante la belleza (síndrome de
Sthendal), presencia, cercanía de ese goce Otro. Cabe preguntarse cuál es
el sentido en relación al mensaje: ¿Es de la obra hacia nosotros o de nosotros
a la obra?
Hay una
incesante repetición en busca del sentido, Automaton,
pero siempre nos falta el significante (-f). Es una manera de regular el
principio del placer ya que el bien supremo es imposible, ya que de conseguirlo
sería la extinción del deseo.
Tûche es el encuentro inesperado con lo real del goce. Es
un momento en el que el sentido se pierde, el goce que fue rechazado retorna al
cuerpo y se transforma en impotencia. Una vez en el cuerpo retoma sus lugares:
mirada, heces, pecho…
El rasgo unario sería el señuelo primero de un goce primitivo. En un momento hubo un sujeto
con acceso al goce absoluto, previo al rasgo unario. A partir de este primer goce
todo es repetición inconsciente que es espejo del primer rasgo. Tiene que ver
con la pérdida, con la marca que deja la pérdida. Se repite un rasgo y éste
tiene que ver con el momento, con un momento en el cual el sujeto fue privado
del goce.
Este goce es
terrenal no celestial y ello nos remite a la idea de que “no hay goce más que del cuerpo”. Y para que el sujeto no quede
anclado en el goce necesitamos de la castración.
10.- Tres diferencias respecto al goce.
Goce fálico,
Goce absoluto y goce femenino (goce Otro)
Sería fácil suponer qué hay goce
en el encuentro entre hombres-mujeres aprovechando las características de sus
respectivos órganos, pero la realidad nos insiste en su dificultad. Hay una
separación radical del goce entre los sexos: Hombres y mujeres no consiguen
encontrarse, no gozan del encuentro de manera biunívoca. Por un lado el hombre
goza de forma fálica (con su miembro) y la mujer más allá de su clítoris,
dispone para ella de un goce llamado Otro que es ilocalizable (a pesar del punto G), pero que nosotros calificamos
de innombrable. Por ello entre los goces no hay armonía.
La radicalidad de este hecho lo
marca Lacan con su “No hay relación
sexual”. Por tanto cada uno busca su forma particular de gozar: Él con su
goce fálico, goce que por otra parte pone freno a un goce más amplio, ya que de
hecho sólo goza de su órgano. Ella con su goce Otro, aunque no por ello
no recurra al fálico, pero no-toda,
ella está dividida entre lo fálico y ese goce Otro que quiere decir gozar del
falo del hombre a través de su clítoris, pero que no se agota allí.
No existe la idea hombre-mujer en
el inconsciente, Sí existe fálico-castrado. Por tanto los dos sexos quedan
reducidos a tener o no tener la connotación fálica. Hay acto sexual, pero no
relación sexual. En la relación el goce no es de ellos, es más bien de
lugares parciales del cuerpo. El goce solo se concibe como cuerpo, el sujeto
está excluido del goce.
Es decir que ambos participan del
goce del otro y que hay variantes, sin ir más lejos sabemos que hay hombres que
gozan de forma femenina. Esta relación sexual no encuentra un goce que la
satisfaga. Analicémoslos.
El goce fálico (Jouissance
phallique). Muy relacionado con el hombre, sin que ello excluya a la mujer,
tiene que ver con la relajación propia de la descarga parcial que tiene como
consecuencia un cierto alivio, aunque no suficiente, de la tensión
inconsciente. Está marcado como límite por el falo que es quién posibilita,
abre y cierra el camino del goce hacia afuera. Este significante, el falo, hace
de barrera al goce.
Veamos: Diremos que la
estructura inconsciente está determinada por cuatro elementos: la madre, el niño, el padre y el falo.
Ante la pregunta de qué quiere la
madre la respuesta acaba en fracaso, ya que su propio deseo es metonímico y se
desliza de objeto en objeto. Qué quiere la madre encontrará la respuesta en el Nombre-del-Padre que dará sentido al
transitar del deseo materno, al enigma del deseo materno.
A este sentido le hemos puesto el
nombre de falo, que es algo así como decir que ante la pregunta por el deseo
materno encontramos que lo que desea tiene que ver con la diferencia de los
sexos. Ella carece y esta carencia tiene que ver con la ausencia de pene. Aquel
que posea, el que sea portador del falo, padre, tiene la llave de la pregunta
enigma del deseo de la madre. Obviamente el pene ha tenido que significarse y
el órgano pasar a significante.
El Nombre-del-Padre justifica las ausencias de la madre. El niño se da
cuenta de que es otro quien tiene la responsabilidad de satisfacerla, entrega
el relevo, se relaja, entra en el mundo simbólico.
El falo como significante del
deseo da respuestas al enigma. Si faltara el NdP, el niño volvería a identificarse con el falo de la madre. La
niña (diría Fenichel), por su parte a veces representa imaginariamente el falo:
girl-phallus.
“Por deber ser el falo. El paciente se consagrará a volverse una mujer
(…) Sin duda la adivinación del inconsciente ha advertido muy pronto al sujeto
que si no puede ser el falo que le falta a la madre, le queda la solución de
ser la mujer que falta a los hombres”[1][22]
Comentario que da sentido a
algunos casos de homosexualidad, cuando no se encuentra relacionado con ser el
falo se confunde con ser objeto del goce de Dios (deseo voluptuoso de Schreber)
El goce es la identificación del
sujeto al falo, ser lo que le falta a la madre. Desmentir la castración
materna. Ser en totalidad, como imagen, como cuerpo integrado. El falo aparece
como la imagen del propio cuerpo.
Por ello al
citar al falo pretendemos dar localización inconsciente a un
significante para marcar la diferencia entre los sexos. Órgano que ella no
tiene, pero no por ello gozará menos. Él, paradojalmente, no tiene ninguna
garantía, su falo no puede dar plenitud a ese goce. Sabe de su insatisfacción y
de la posibilidad de un goce Otro rechazado en el inconsciente. El falo me pone
al corriente del poco goce del que puedo presumir, goce inasible, que se me
escapa: Goce Otro que fálico.
El goce fálico se mueve entre lo Real y lo
Simbólico. Está apresado en el significante, en la palabra.
Plus-de-goce. Originario del concepto de plusvalía
marxista indica la diferencia entre el valor del producto y el trabajo
realizado por el trabajador para conseguirlo y del que se beneficia el
capitalista, quien aunque recibe una plusvalía no la goza totalmente, ya que
debe de invertir. El goce absoluto no existe, siempre hay una pérdida para el
amo y para el esclavo (el amo debe de renunciar arriesgando su vida dice Hegel)
ambos renuncian.
Este concepto de “plus” extraído por Lacan como decimos
del marxismo en 1968, es utilizado para para definir el “plus-de-goce” que como se afirma viene a indicar la manera
particular que tiene cada sujeto de satisfacerse gracias a los objetos
pulsionales. De esta pérdida que venimos anunciando surge el objeto (a), signo
de un goce perdido. Se refiere a un goce no
descargado, apresado en las zonas erógenas pero causa de su actividad. El
objeto (a) sirve a Lacan para nombrar a los cuatro objetos pulsionales: el
pecho, las heces, la voz y la mirada (parciales y separados del cuerpo). A
través de ellos obtenemos un “plus de
goce”, nos satisfacemos de forma oral, anal, invocante y escópica (cada uno
con su originario)
Como su nombre indica, es un extra, un excedente que
da vida a la tensión interna. Lo observamos en el voyeur que goza de la mirada y a la vez de la humillación al ser
sorprendido (plus-de-goce)
El fantasma sería una de las maneras que tenemos de relacionarnos con el
goce. La insistencia del sujeto consiste en negar la castración del Otro, o en
hacerse objeto de su falta. En la obsesión, en la histeria se identifica falta
con demanda del Otro y acaban por entender su deseo como imposible o
insatisfecho.
El objeto (a) es un agujero de la
estructura, un lugar que como agujero negro atrae, aspira los significantes,
los estimula, les da sentido, es la causa del sistema. Marca la ausencia del
goce absoluto y mantiene el mito del goce. Este plus de goce adopta figuras corporales, auditivas, táctiles,
olfativas que relacionan niño y madre. Plus
de goce como goce retenido en el interior del sistema al cual el falo
impide la salida, anclado en las zonas erógenas: boca, vagina, ano, surco
peniano.
Goce absoluto. Para
acceder a este concepto recordemos en Freud el mito de Tótem y Tabú. En el mito edípico se sientan las bases de la
prohibición y el deseo. Matar al padre facilita el acceso a la madre (goce)
Un padre de una mítica horda primitiva como único usufructuario del goce, al cual están
impedidos sus hijos: todas (ellas) para él. Algo similar deberá soportar
el sujeto en el triángulo familiar; sufrir el goce absoluto disfrutado por el
padre. Los hijos se alían ante tal situación.
Hasta ahora no ha habido ninguna ley, sólo el absolutismo del padre. Matarlo
dará pie a la regulación, a la ley, al arrepentimiento, la culpa. Sabemos
que ello conduce a acuerdos, reglas, prohibiciones, huidas. Ahora su alianza prohibirá el parricidio, el incesto y
advendrán a un sistema simbólico, a una ley. Deberán renunciar a la
madre por la instauración de una primera ley. Ese
padre era el goce absoluto, se saltaba la castración. Es de recibo pensar que
los hijos pensaran cómo era ese goce del padre. Es el fantasma de un
goce total que él poseería.
En Tótem y Tabú se habla de la
regulación de las leyes sobre el goce fundadoras de lo simbólico. El asesinato
del padre nos indica que él poseía el goce total y al matarlo surge la ley y el
acuerdo entre hermanos que prohíbe el goce absoluto.
Edipo en Sófocles
|
Tótem y Tabú en Freud
|
- Es Edipo
quien goza junto a su pueblo a la muerte del padre.
- La única
prohibida es la madre.
- Aniquilar al
padre posibilita el acceso a la madre.
- Tiene que ver
con la estructura histérica.
|
- Tan solo goza
el padre hasta el momento de su asesinato.
- Están
prohibidas todas las mujeres.
- Al matar al
padre se instaura la ley de prohibición de las mujeres (como antes)
- Tiene que ver
con la estructura obsesiva.
|
Es decir que vemos aparecer por un lado la ley como instancia prohibidora y
como indicadora del goce que se perdió. Ley que dice Lacan “…un tanto incomprendida” “Nada obliga nadie a gozar, salvo el superyó.
El superyó es el imperativo del goce” ¡Goza!”.
El falo marca la falta en el ser
y del Otro. Es el pivote regulador del deseo. El imperativo categórico es esta
figura “obscena y feroz” [1][23] Ante el goce absoluto, que nos
arrastraría se levanta la voz de “Alto”
[23][24]
Lacan invita a la idea de “jouissance
fantasmática” como un acto por parte del sujeto debido a que observa que
una parte de su goce le ha sido robado. Este robo incita el deseo, como forma
de goce obsceno y feroz.
El goce fálico ante el goce
absoluto, es un goce parcial, limitado, efecto de la castración. La
particularidad de la mujer hace que no exista esta misma historia de un padre
todo goce. Ellas no están sujetas a la castración.
Vemos en la histeria un padre seductor (padre de la horda) que indica que
el padre real está ahí como poseedor del saber sobre el goce y un padre edípico
que es impotente y que no sabe cómo protegerla del goce. Mientras tanto
perseguirá su idea de alcanzar la dicha de un padre Ideal.
Goce del Otro. Al preguntarnos qué siente el otro no enco
ntramos
respuestas, ni tan siquiera ellas (las mujeres) pueden informarnos. Podemos
afirmar que no hay goce del Otro, sino de sí mismo, de nuestra parte orgánica.
Hablamos de la ilusión de una descarga placentera y total. Este límite viene
presentificado en la muerte para el obsesivo o la locura. De este goce no se
puede dar cuenta, es infinito, sin límites. Goce del Otro (jouissance de l’Autre), presente entre lo Imaginario y lo Real,
alejado de lo simbólico, distante de la palabra y claramente ceñido al cuerpo,
localizado en lo táctil, el gusto, lo escópico.

Uno de los paradigmas de este goce lo encontramos en el suicidio, lugar más
allá del límite del goce del Otro.
Goce del sentido (joui-sens, homofonia
con jouissance, j’ouis-sens, yo oigo sentido
y también, «¡goza (de tu-sentido!»)
Refiriéndose tanto a la orden del superyó como al sentido implicado en el goce.
Aparece cuando
tenemos la suposición de que gozamos realizando alguna función. El sujeto goza
de su síntoma, decimos. Presente en las alusiones freudianas a las reacciones
negativas en la cura, el aferramiento al síntoma, su insistencia que ahora
llamamos goce, donde está presente que la pulsión se satisface en el síntoma.
El goce del
sentido consistiría en descifrar por parte del analista las fuentes y las
causas del goce del sujeto, del síntoma del sujeto presente en su discurso. El
analista da sentido a tal goce y hay coincidencia entre la interpretación y el
trasfondo del deseo del sujeto. Hay entonces un goce de sentido.
Goce máximo
|
El síntoma
|
El fantasma
|
(Goce del Otro)
|
(Goce fálico)
|
(Plus de goce)
|
11.- El goce femenino
En el seminario
Aún (1972-73), Lacan denuncia la diferencia entre goce masculino y femenino,
diferencia no marcada por la anatomía y sí por el falo y la castración. Su idea
viene expresada respecto al no apareamiento entre el goce fálico (hombre) y
goce Otro (femenino).
En estas fechas Lacan trabaja
sobre el tema de la identidad sexual elaborando las fórmulas de la sexuación.
Parte de la base de una única libido, la fálica. En dicho seminario aporta la
idea del goce del Otro. Su atrevimiento tambalea la idea de mujer: “
mujer no existe”. Claro quiere referirse
no a la mujer como ser, sino al artículo
como universal, como categoría universal. Se refiere a la mujer como no-toda.
En las citadas fórmulas Lacan enseña que no se puede constituir un universal si
no hay excepción a la regla, alguien que quede excluido. Ante el “todos los hombres están sometidos a la
castración” debe de existir al menos uno que no lo esté.


Es por éste por quien lucha la
histérica, insistiendo en un goce que no sea fálico ya que puede haya uno
femenino que vaya más allá. Lacan lo planteó:
“Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un
goce suyo del cual quizás nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso si
lo sabe. Lo sabe desde luego cuando ocurre. No les ocurre a todas”[1][25]
Son las cuatro maneras de posicionarse ante la
función fálica que no viene determinada por el sexo biológico (la libido es
masculina)
Hay un lado hombre y un lado mujer, pero que a cualquier
ser que hable, tenga o no atributos masculinos, le está permitido ese lugar que
marcamos para la mujer. Por tanto puede tener ese goce femenino.





No hay goce absoluto, no hay un
universal. Al faltar ese particular no forman colectivo, no forman un todo
(negación del cuantificador universal)
Pero realmente la lectura que
hemos de hacer de este existencial no es que ninguna mujer no esté castrada,
sino que desde este lugar no encontramos nada que haga la función de la
castración, por tanto no existe. Pero este no existe tiene que ver con el
artículo
,
es decir no recae sobre “la mujer”,
ellas existen una por una no como colectivo. Por tanto la negación quiere decir
que no hay nada que ponga límite al goce de la mujer.

Ese (a) es el lugar donde la
mujer se propone como objeto de deseo del hombre. El macho busca el goce de
otro sexo en el lugar “Mujer” y la
busca en cuanto a objeto causa de su deseo, flecha que va desde S ·······> a. No va hacia el
significante ni hacia la mujer (que no existe) Encuentra a través de su
inconsciente su objeto (a) alcanzar el Otro sexo. Sólo pretende que ella
encuentre goce.
Ellas, algunas gozan con el goce
fálico, aspiran a todo pero no consiguen el final tan anhelado. Defraudadas,
otras buscan su goce en su falta y pueden situar un ser (su hijo) como objeto
de goce.
es
el significante del Otro tachado, lugar dónde el inconsciente no da respuesta,
no hay Otro del Otro.

Es decir que en ellas es
contingente, sí y no, puede y no puede ser dicho en relación a la función
fálica. Ellas por tanto tienen una relación con el goce diferente de la del
hombre. Ausencia de límite de la función fálica, de prohibición del incesto. No
ignoran el goce fálico. Pero aparece otro goce que no fálico relacionado con el
goce del Otro, el de la horda primitiva.
Hay un goce suplementario
designado con el término de Otro goce (otro que fálico) por no haber tenido
acceso al goce del Otro.
No hay relación
sexual.
Entre hombre y mujer se coloca
una resistencia que llamamos el lenguaje, lo simbólico. Por tanto “
mujer no existe” viene a decir lejos de
una traducción literal que indicaría su anulación, que ella en relación a su
falta no busca o desea un sustituto fálico sino que indica que el Otro no
existe, por tanto no depende del padre ni del hombre.

El goce, entonces es fálico por
ser sexual, aunque ellas tienen un goce extra, suplementario, propio de su
particularidad y que no se detiene en el falo.
El Otro goce (que no es el Goce
del Otro) es un más allá del goce, extra, suplementario. En ella el Goce del
Otro no actúa como prohibición. Ello tiene que ver con “
mujer no existe”, no existe el hecho del
Padre todo goce como ocurre del lado del hombre, si existiera la mujer entonces
tendría acceso al goce prohibido que sabemos viene marcado por el padre
simbólico. Esto es debido a que no hay una mujer como un padre, por tanto no
están sometidas a esa idea de padre gozador. No hay un universal la mujer. El Goce femenino, pensado más
allá de la anatomía, es un goce no sujeto a la castración, no sujeto a los
límites. Goce sin límites.

«Voy un poco más lejos: el goce fálico es el
obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la
mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano. Por eso que
el superyó, tal como recién lo puntualicé con el ¡Goza!, es correlativo de la
castración, que es el signo con el que se adorna la confesión de que el goce
del Otro, del cuerpo del Otro, sólo es promovido por la infinitud». [1][27]
En el varón, el goce fálico está
limitado al cuerpo, en especial al falo, órgano que lo representa. Pero este
órgano limita el goce total al cuerpo. El sujeto hombre debería poder superar
esa barrera de goce parcial para acceder a aquello que experimenta la mujer. En
la histeria, como en el varón, este goce está imposibilitado. Ello no impide
que haya hombres que gozarían como ellas. Por igual, existe en ellas un goce
fálico como en el varón, donde gozan de sus órganos, goce no suficiente, no total,
también limitado por el cuerpo. Estamos ante un goce sin barreras.
Sobre el goce
femenino, los poetas no han cesado de trabajar, otros como los místicos se
acercaron a un tipo de goce del que nada dicen saber: Hablan del “sin porqué” del goce de Dios. “Dios es todo por sí mismo, su cielo, su
delicia. Entonces ¿Por qué nos creó? No lo sabemos”[1][28]
Lacan afirma que
“…en el cristianismo se terminó inventado
un Dios de tal modo que él es quien goza” [1][29]
Resumiendo, mientras que el goce
fálico es medible, acotado específicamente al cuerpo y tiene como barrera
límite la castración, el goce femenino por el contrario es impreciso,
particular, inconmensurable, sin regulación, un goce Otro.
Ello provoca que a veces ella
adopte posturas o actitudes pasivas queriéndose ofrecer como objeto de deseo
(forma pasiva) o pretendiendo ser el falo (forma activa). Pero su verdadera
esencia está en ese otro goce.
La no relación sexual viene a
indicar la falta de complementariedad de los sexos. El mito del andrógino de
Aristófanes es el paradigma de esa insistencia de la supuesta completud sexual.
Lo femenino y lo masculino no
están para complementarse, aunque haya encuentros particulares. El goce
masculino sufre los efectos del tiempo cronológico. Es decir se busca el objeto,
se satisface y punto hasta que aparezca de nuevo el deseo de gozar. La erección
es fiel reflejo.
El goce femenino (Seminario XX) va más allá de lo
temporal, va hacia lo infinito, tiene continuidad, no se agota en lo fálico, es
más insaciable. Cuando el hombre acaba, la mujer dice: ¡Y qué más!... ¿esto es todo? Otra cosa es lo que lee él en esta
queja.
Es decir, el empuje del deseo
hace que haya una eterna insatisfacción del mismo. Nunca es completa la
satisfacción y el deseo se perpetúa en eternas demandas dirigidas al otro: la
imposible satisfacción de la demanda de amor.
El deseo hace funcionar al
sujeto. Si lo apaga el otro con la satisfacción completa, es la muerte. La
anoréxica tiene más allá del no comer, el deseo de no hacerlo, para mantener al
menos un deseo, el suyo. De tal guisa que vence al deseo materno que se
confunde con la satisfacción de la necesidad.
Pero si es inaccesible para los
hombres, es inefable en las mujeres y estas características hacen más
improbable la relación sexual, la equivalencia, la complementariedad de los
goces en ambos.
Al preguntarnos sobre qué es el
goce, hombres y mujeres nos condenamos a más preguntas:
¿Al final que obtenemos ambos con
lo que hacemos? ¿Qué beneficio psíquico conseguimos? Estas preguntas encierran
la cuestión del goce. El goce está situado en el cuerpo, por ello que es el
cuerpo quién goza.
En suma que goce y falta están unidos, no así goce y satisfacción.
El goce, en tanto que sexual, es fálico. El falo (significante de esta falta)
va unido a lo masculino. Por su parte ellas tienen la referencia fálica y un
goce Otro. Pero se concluye que no hay apareamiento entre el goce fálico
(hombre) y goce del Otro (femenino).
Pregunta varias
afloran: ¿Qué quiere una mujer?... ¿un hombre? No, quiere más… encore
La mujer quiere
saber qué es una mujer, cuál es la causa de su incompletud… Piensa que la
respuesta está en el hombre y él que la verdad está en ella. De esta relación
surgen muchas promesas de felicidad que acaban en insatisfacción. Porque por su
parte el hombre no sabe nada de eso que llamamos goce femenino.
Agente
S/
|
········> a
|
Otro
S1
|
a
Verdad
|
impotencia
|
S2
Producción
|
Todas la
preguntas dirigidas al Amo S1 para producir un saber S2
en relación al goce (a)
12.- El nudo Borromeo.
Los estudiosos insisten en
presentar a un Lacan hegeliano (años 50), otro que será llamado estructuralista
y el Lacan del campo de lo Real, de la lógica, de los nudos. Realmente todas
sus épocas no dejan de insistir en su teoría.
En el último Lacan hay más insistencia
sobre el concepto de goce. El síntoma aparece ahora como acontecimiento del
cuerpo afectado por la letra. En esta última etapa casa para siempre la idea de
goce y cuerpo, insistiendo en el hecho de que para gozar es prioritario enlazar
ambos términos. Y entonces ¿Qué hacemos con los significantes? Pues nos dice
que más allá del lenguaje la letra se sitúa en el campo de lo Real. ¿Qué quiere
decir esto? Pues que va más allá de una simple lectura, que es incluso
inefable.
En El Seminario 20, Aún, expone y relaciona R,S e I y presenta al sujeto como afectado por lo Real, cuando hasta
ahora había dado primacía a lo simbólico. Para ello aporta su concepto de “Lalengua”. Veremos ahora que la palabra
se aleja de la mera comunicación y la acerca a la idea de goce. Mujer y hombre
se distancian cualitativamente respecto al goce particular de cada uno.
Veamos en el nudo algo de lo expresado anteriormente.

Observamos i(a) primera experiencia
de unificación del cuerpo con la imagen (Ver Estadio del Espejo) Montaje de lo
Imaginario sobre lo Real. Es su primera representación unificadora de las
pulsiones atomizadas y desorganizadas.
Un paso más sobreviene cuando
vemos la necesidad de ese Otro (madre) que garantiza la experiencia anterior.
Surge el Yo Ideal en relación con la
madre, con el Ideal del Yo materno
(identificación) Lo Simbólico actúa sobre lo Imaginario [I(A)] Muchos de los
futuros problemas corporales del sujeto derivan de estas primeras
identificaciones.
El cuerpo es un montaje de lo
Simbólico sobre lo Real que incide en lo Imaginario. El objeto (a) mantiene
distantes, separados, cuerpo y goce. Sucede que en el intento de conseguir ese
goce todo, ilimitado, prohibido, lo único que consigue el sujeto es algo
parcial, sustitutorio, el goce fálico, que es un goce no-todo, que equivale a
gozar de una parte del cuerpo del Otro.
El objeto (a) es ese plus-de-goce, esa parte de la pérdida.
Es decir que el sujeto intentará recuperar el goce en otros lares distintos de
su cuerpo, pero lo que consigue no es el goce, sino el goce fálico. Por tanto,
sí hay goce pero por su imposibilidad limitado a lo fálico.
En la intersección de los tres
registros encontramos (a) objeto (a), causa del deseo, objeto del
fantasma, resto de la operación de división con el Otro. El objeto (a) tapona la falta. Versiones del objeto
(a) oral, anal, escópico, invocante.
Entre l y S encontramos el “Juisens” (sentido), goce alcanzado en el
discurso, cuando al significante le sobreponemos una significación, un sentido.
Entre S y R, situamos al goce
fálico, resultado de la castración. Es el goce del varón y un trozo del goce
femenino. Insistimos en que ellas tienen un goce más allá, aunque haya empeño
en imitar al hombre respecto al goce fálico en una sociedad que invita a gozar
a toda costa y que como contrapartida provoca el desencuentro sexual. Es la
insistente búsqueda del objeto que falta en ambos.
Entre I y R, intersección entre
vida y cuerpo. Se trata del goce del Otro. Goce Otro es goce de lo Real
13.- Goce del
Otro (racismo)
Todo lo anterior nos da pie a pensar otro concepto. No es difícil encontrar
ese Goce Otro como una figura fantasmática presente en las preguntas que nos
formulamos cuando pensamos en el goce de esos otros colectivos sociales y
culturales. El goce del semejante, algo así como si el
goce fuera exclusividad de un colectivo particular: Si tú gozas, yo no tengo acceso al goce (fantasma neurótico).
La conexión entre las masas no es
únicamente vía identificación, vía simbólica. Existe por igual una parte de
goce que azuza al deseo.
“El elemento que mantiene unida a una comunidad determinada no puede ser
reducido al punto de la identificación simbólica: el lazo que une a sus
miembros implica siempre una relación […] hacia la encarnación del Goce”[1][30]
Incluso aquello que une a los
sujetos, a veces no es otra cosa que la excusa para excluir a otros miembros y
dar rienda suelta a nuestra agresividad. Lo que une a unos no es otra cosa que
lo que nos separa de los demás. Una mezcla de libido y pulsión de muerte, de
tal guisa que siempre hay algunos que quedan fuera. Conocida es la idea
freudiana del “narcisismo de las pequeñas
diferencias” aplicada a este goce.
“Siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres
humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles su agresión” [1][31]
14.- El
síntoma.
El sujeto del psicoanálisis
pierde debido al lenguaje una parte de su goce, de su identidad como ser. Se pierde el goce por el lenguaje, pero se recupera
vía síntoma (en su doble vertiente de goce y sufrimiento)
Esta escisión de goce que marca
la comentada imposibilidad de relación sexual son la causa y la
presentificación de su fracaso. Es por no encontrar ese acuerdo entre los sexos
que el síntoma aparece. De tal forma el síntoma hace que el sujeto cifre lo no
cifrado. Por no gozar de una manera, aparece el síntoma que es otra manera de
gozar sustitutivo de la primera imposible.
El síntoma como formación del
inconsciente es una manifestación del deseo, ya sea imposible, insatisfecho o
prevenido, pero no podemos olvidar que tiene que ver con el goce.
Ello nos lleva a valorar la idea
del síntoma verdad y síntoma goce. Hablamos de síntoma verdad en el momento de
la interpretación, de la escansión, de la puntuación ante un lapsus, sueño,
gesto, fallo, risa… al tener que ver con el deseo es susceptible de
desciframiento. El síntoma goce está en la repetición, lejano a las formaciones
del inconsciente, indicativo de la particularidad de cada sujeto, de su forma
especial de gozar. No es por tanto sujeto de interpretación dado su carácter
pulsional.
No hay goce sin repetición. La
misma repetición viene a traernos aquello perdido. Al hablar perdemos goce y lo
recuperamos vía insistencia. Por ello se pasa de la idea de que el significante
representa al sujeto para otro significante al significante representa al goce
para otro significante (idea de Peirce)
En definitiva goce y palabra van
unidos. Tras el sujeto hay una entidad que habla: parlêtre, que encierra el cuerpo y la posibilidad de goce. Una
veces gozamos con el bla, bla, bla, (jouis-sense) es decir hablando, otras
gracias al goce fálico. Gozamos hablando y hay un goce en lo que decimos.
Repetición es el
más allá del principio de placer, la pulsión de muerte o el goce (Freud), tiene
que ver con el goce. Con la repetición, ocurre que se insiste en el hecho de
que el goce está perdido. A nosotros como analistas nos importa reconocer ese
momento de pérdida. Para sustituir esta pérdida, los sujetos buscan vías
alternativas al problema de la castración.
15.- Goce femenino-goce masoquista.
Cabe preguntarse si hay
paralelismo entre ambos goces. Recordemos que Freud comentó teóricamente el
masoquismo erógeno en “Pegan a un niño”
una manera de decir por parte de éste: ¡si
me pega, me quiere, soy objeto para él!
Por igual presentó la posibilidad
de un fácil acceso al masoquismo femenino y a la vez comentó el masoquismo
moral.
¿En qué aspectos se diferencian
masoquismo femenino y goce? Freud nos señala la idea de que la mujer no se
sitúa como objeto ante el hombre. Es el hombre quien construye esta idea, este
fantasma. El masoquista goza no en el dolor, ya que éste es una consecuencia
que se deriva de su idea de sometimiento a Otro. Y como hemos dicho antes, la
mujer no se somete al hombre. Por el contrario el masoquista quiere ser objeto
para el Otro. El sometimiento masoquista no tiene paralelismo con el supuesto
sometimiento de la mujer (fantasma masculino)
16.- Amor, deseo y goce en Psicoanálisis.
Partiendo de “… el amor es dar lo que no se tiene”
decimos que eso de amar tiene que ver con la idea imaginaria de qué es lo que
me falta. Es decir la figura del amor como tapón. Caemos en la trampa imaginaria del amor. El amor es la añagaza en la que se
refugia el sujeto en su esfuerzo de repetición de búsqueda de goce imposible.
En ese lugar de amor solo se encuentran objetos imaginarios, particulares, que
recuerdan aquello perdido, sombras de la Cosa.
El amor es suponer
imaginariamente que hay otro que tiene, que posee algo que me pertenece,
incluyamos la razón de mi existencia, el saber sobre mi ser (similar a la
transferencia en análisis)
El amor es reconocer que otro me
toma por objeto y a la vez ese otro es tomado (erastes-eromenos) Es deseo de reconocimiento. Necesita a otro
castrado... ser la castración del otro.
¿De qué modo se relaciona, o no
se relaciona, el amor con el deseo? Lo vemos aparecer en las difíciles
soluciones que nos indican los caminos del amor,
cuando el sujeto ama a la mujer y goza de la prostituta (Sobre una forma… de elección de objeto). El amor intentaría recuperar
ese ideal narcisista, mientras que el deseo es la eterna insatisfacción,
el cambio consiguiente a la adquisición del objeto, el eterno: ¡¡¡Éste no es!!! El amor permite al goce condescender al deseo (Lacan).[1][32]
17.- El ser y el goce.
Al atender a la
cuestión del ser del sujeto, Lacan lo aborda por el lado del goce, el lado de
la satisfacción. Es decir no encontramos la respuesta en ningún otro lugar.
En el seminario
VII “La ética” recién que introduce
el concepto de goce inicialmente unido al concepto de significante hasta la
invención del objeto (a) como objeto causa del deseo.
Sigue afirmando
que el goce es "aquello cuya falta
hace inconsistente al Otro". Cuando se consigue el goce absoluto está
en peligro el ser. El goce absoluto es la muerte, la locura, el orgasmo, el “fading” del sujeto.
La palabra es
insuficiente y ello se denuncia y la propia denuncia nos lleva al goce como
aquello sin lo cual nada tendría sentido. En este momento al decir que el falo
"da cuerpo al goce" no hay
otro goce que el fálico. Más tarde el objeto (a) dará sentido a este goce.
18.-
Estructuras.
Hay que tener presente que lo crucial en lo referente
a las estructuras clínicas pasa por definir cómo ha sido situado el sujeto ante
el objeto (a), respecto al goce y al saber sobre el mismo.
Referirnos al
objeto (a) es hablar de la pulsión como mecanismo de satisfacción. Este objeto
(a) funciona como resto de una operación, de una relación con el Otro. Tiene
como particularidad ser un almacén de goce, mejor dicho plus de goce. Al no tener ubicación dicho goce le vemos aparecer
cercano al goce fálico pero siempre decimos de él que está forcluído de lo
Simbólico y aparece sin previsión desde lo Real (psicosis)
No lo tienen mejor otras
estructuras que accedieron al deseo, ya que el goce les sorprende y les atrae.
En la neurosis está en juego el deseo, en la perversión el acto, goce del acto
y en la psicosis está en juego el goce (necesita de otro que goce) El neurótico
goza gracias a su fantasma (plus de goce) o su síntoma (goce fálico)
El sujeto se
enfrenta en un momento clave de su vida a la disyuntiva de ser y tener en
relación al falo. De ello se derivará que la sexualidad deberá someterse a
leyes como la de prohibición del incesto que hará al sujeto deseante.
El neurótico se
esfuerza por no gozar en absoluto, gozar poco, realizar parcialmente el deseo
gracias al síntoma y el fantasma. Ve el goce del Otro (muerte, locura, felicidad
absoluta) como algo imposible. El perverso cree que es posible, realizable y lo
ejecuta como voyeur contemplando el éxtasis de los amantes.
El histérico
tiene el océano de la locura como meta. Se refugia en el fantasma donde
continuamente pierde ese goce esperado, insatisfecho, sólo posible en fantasma
y síntomas.
El neurótico procura de cualquier
forma que el goce absoluto no llegue, mejor gozar poco, mejor desear
parcialmente (síntoma y fantasma). Piensa que el goce del Otro (muerte,
felicidad suprema, locura) es un goce imposible. El perverso por el contrario
lo ve factible y cree encontrarlo como voyeur.
Imita el gesto de gozar.
Por ejemplo el incesto como
figura mítica, lejos de consideraciones vulgares es un lugar dónde el niño cree
encontrar el goce, nosotros sabemos que es el choque con lo Real que nos revela
la imposibilidad de la relación sexual, porque el Otro no existe. Lo observamos
en los obstáculos que marcan el lenguaje, los significantes y el propio falo.
El neurótico fantasea, crea imágenes
sobre el goce, mientras que el perverso no tiene suficiente con las imágenes y
lo busca directamente.
19.- Perversión y goce.
El perverso es
el especialista del goce y lo usa para evadirse de la angustia de castración.
Dispone de saber sobre el goce. Pone en práctica un goce de tipo
representación, teatral digamos, hace de actor para que el Otro goce. De esta
manera también se diferencia de ese Otro poniendo el goce en acto. Su
posibilidad de existencia pasa por el goce: si hay goce estoy vivo. El perverso
quiere recuperar ese goce perdido. Se hace objeto de ese goce del Otro.
Lacan la aborda a través de dos
situaciones claves: la escoptofilia y la sadomasoquista. El perverso no tuvo la
posibilidad de acceder a ese resto que es el objeto (a), por tanto no pudo
surgir un sujeto, no aceptó (denegó) la castración; ello hace que como
contrapartida se ofrezca como objeto de goce del Otro.
20.- Goce en la
Psicosis.
Si en la
perversión el sujeto se hace instrumento de goce, en la psicosis el goce
permanece en el cuerpo. En la psicosis no hay inscripción del significante Nombre-del-Padre. Al no haber actuado el NdP no permitió diferenciar goce de deseo, no atravesó la fase
fálica y se quedó en la angustia (franqueda por el goce y el deseo) Esta falta
acerca la psicosis a la angustia y lo angustioso del goce.
El sujeto psicótico es objeto del
goce del Otro, en forma de imperativos, de voces, alucinaciones, fenómenos
elementales, delirios. El goce permanece en el cuerpo, en el Otro. La
castración no opera en ella (como tampoco se hace total en las otras
estructuras). En la psicosis no hay separación del goce con el cuerpo, por lo
cual permanece lleno de goce[1][34]
No hay paralelismo entre goces
psicótico y femenino en relación a que ambos son ilimitados. En la psicosis no
hay goce fálico. Las mujeres, dice Lacan, son un poco locas, pero su locura
participa de lo fálico, pasan por la fase fálica.
Insistimos que en la psicosis,
debido a la forclusión del falo, aparece el goce como goce del Otro, mientras
que en la histeria y la obsesión este goce está relacionado con ese
significante del goce que es el falo.
Así el padre de la psicosis es un
padre vivo, terrible, representante del goce que ofrece los siguientes
destinos:
- Que los hijos
queden en la horda, castrados, feminizados, como las mujeres de las que dispone
(el empuje a la mujer de la psicosis)
- Expulsados de
la horda formando un grupo independiente. Su destino es la homosexualidad y la
paranoia. La homosexualidad para escapar del hecho de ser la mujer del padre.
- El último
destino es la melancolía. En ella el padre no está vivo porque fue asesinado.
La culpa no ha sido digerida, aún hay amor, sometimiento y reproches. En la
religión cristiana el Hijo expía la culpa de la humanidad, en la religión
musulmana, la culpa continúa de forma melancólica “per secula seculorum”.
21.- Histeria y
obsesión.
Paradigma del deseo insatisfecho,
la histeria insiste en encontrarse siempre en esa situación de pérdida continua
de goce. De esta guisa que no abandona su deseo, no cede en el deseo que es una
manera de afirmar que se defiende contra un goce todo, supremo.
Es una forma particular de
recuperar el goce perdido, de hecho con la insatisfacción mantiene un goce
difícil de conseguir de otra forma. Por ello sueñan incansablemente con mundos
perfectos y al unísono hacen caer esos mundos para mantener la insatisfacción.
Así encuentran su plus de goce e
intentan recuperar su goce perdido.
Recordemos “la bella carnicera”, al estar satisfecha en el plano
sexual-genital, se crea un deseo insatisfecho al renunciar al caviar ofrecido
por el marido. Dice Lacan:
“Lo que ella no ve, es que sería dejándole ese marido suyo tan esencial
a otra como encontraría el plus de goce”. Dora hace algo similar rechazando
al señor K, le facilita el placer genital a la señora K y Dora encuentra su
plus de goce.
Hay una repetición con el fin de
alcanzar ese goce absoluto donde vemos que insiste el deseo. La histeria
rechaza ofrecerse como objeto del hombre, del deseo del hombre; de hacerlo
perdería su condición de mujer. No quiere presentarse como goce fálico del
varón y así denunciar la insuficiencia de este goce siempre con miras a un goce
total. De esta forma le indica al hombre su castración (sentido del goce
fálico) Como afirma Lacan: “Lo que la histérica
quiere es un amo…, quiere un amo sobre el que pueda reinar. Ella reina y él no
gobierna.” La histérica cree que el saber sobre el goce, en realidad está
en la Otra mujer, el hombre es solo un intermediario.[1][35] La histeria interroga al Otro
por el saber. Para saber triangula, a través de los hombres busca la mujer, el
saber sobre la mujer.
El discurso histérico está
marcado por la insatisfacción mientras que el obsesivo sufre un exceso de goce
que no sabe controlar. La histérica pone a sufrir su cuerpo y el obsesivo el
revuelo de ideas, de rituales, de ceremoniales…, defensas contra la amenaza de
lo real de la angustia.
Las preguntas neuróticas se
formulen en relación a qué soy, hombre o mujer, o estoy vivo (histeria y
obsesión) Son maneras particulares de defensa, de protección pulsional.
En la histeria es el cuerpo quien
sufre los envites del goce, los órganos forman parte del discurso oral del
paciente, son material significante. La histérica encuentra más placer en el
significante que en el acto sexual propiamente dicho. En la histeria la
fragmentación anatómica nos indica una anatomía imaginaria.
Por su parte, el obsesivo supone que hay un amo sabedor de lo que él
quiere. Vive siempre cerca del amo. No quiere presentarse como sujeto deseante,
tiene miedo, no a la muerte sino a una vida de deseo. En la deuda encuentra su
goce, su plus de goce.
En la obsesión serán las ideas, mientras que en la fobia el goce es un
peligro que viene de afuera y que hay que evitar. La histeria se mueve con
relación al sexo y la obsesión con la existencia.
Sabemos de la construcción de
esos mitos que duplican la historia de su novela: “El hombre de las ratas” lo hacía con la figura de su padre y el
capitán cruel: La deuda del padre, insoportable era sustituida por su deuda en
relación con las lentes y goce narrado en la historia del capitán cruel.
Se empeña en cumplir una orden
por otro lado errónea para no recordar la verdadera deuda que está apresada en
su goce. Y lo que aparece es un síntoma rodeado de enigmas, rituales, órdenes
inconexas.
La deuda del obsesivo la veremos
presente en esa simbolización de su síntoma dónde está en juego el deseo, la
ley, el goce de sus síntomas e inhibiciones. Más allá, el obsesivo se machaca
en reproches superyoícos.
En la neurosis obsesiva el goce
queda limitado por los significantes, por las racionalizaciones que esconden la
cara real del síntoma.
22.- Clínica.
El análisis es
una experiencia particular, un lugar donde escucharse, donde el discurso tiene
lugar para producir escucha. El discurso conlleva el trabajo de renuncia del
goce apareciendo allí en forma de la llamada función de plus de goce. La clínica consiste en quitar el velo del goce,
hacerlo aparecer en lo real del síntoma que reclama al analista como sujeto
supuesto saber. El analista por su parte deberá hacer de pantalla para que el
goce dé paso al deseo.
El goce es más aterrador que el
síntoma. Por ello en la clínica hay que alejarse del “furor sanandis” respecto al síntoma porque éste encierra un goce
prohibido que es el que hay que desvelar. Atentos a la presencia del goce y del
castigo.
Esto es tanto
como afirmar que el goce está prohibido por la ley que funda la castración que
adviene con el Nombre-del-Padre.
Dicho acto hace que el sujeto quede dividido. Corremos el peligro de gozar en
grado sumo, lo que llamamos goce del Otro. Para evitarlo ponemos a funcionar el
goce fálico (el síntoma) y el plus-de-goce (fantasma)
En clínica se viene a hablar y
hablar está motivado por la ausencia de un elemento que viene a representar el
goce. Este lugar de vacío viene a ser ocupado por nuestros fantasmas y
síntomas. En el chiste, en el lapsus, aquello que nos perturba o nos hace reír
funciona como una recuperación de goce perdido al ponerse el inconsciente a
funcionar y descargar esa energía.
…El inconsciente, es que el ser, al hablar, goce”
El síntoma tiene que ver con el “No hay relación sexual”, es decir hace
referencia al goce y el “plus de goce”,
dirige la cura. No hay sujeto del goce, como hay sujeto del inconsciente.
Cuando alguien goza, es algo que goza en y ex-timo
a nosotros.
El analista deberá evitar caer en
la trampa discursiva de los síntomas procurando en todo momento hacer al sujeto
responsable de su goce tanto en los momentos de angustia como en las euforias.
Dice Lacan en Aún, que a lo
máximo que aspira el análisis es a “escribir
el Falo” a producir lo que denomina el Significante amo S1,
lugar desde el cual se establezca una nueva relación con el goce y la verdad.
Verdad por otra parte más lejana a medida que nos acercamos a ella.
[4][4] Diccionario de la Lengua
Española, RAE. Tomo I, 20 edición. Para más detalles: Le Brun, J., El amor
puro. De Platón a Lacan. Ed. El cuenco de plata, pág.78 y siguientes.
[5][5] Lacan, J., Psicoanálisis y
medicina. Intervenciones y textos, Manantial, Buenos Aires, 1999,
pág. 95.
[12][12] Lacan, J.,
“Tópica de lo Imaginario” en Seminario I, Los escritos técnicos de Freud (1953-1954). Buenos Aires: Paidós. 1982. Pág. 132.
[18][18] Lacan, J., La lógica del
fantasma. Anagrama. Barcelona. 2007, pág. 103. Versión fotocopiada.
[19][19] Decía Epícteto (citado del
último libro de Nativel Preciado, Si yo tuviera 100.000 seguidores)
[22][22] Lacan, J. De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis. En Escritos 2 (547). Buenos Aires: Siglo
XXI.
[27][28] Angelus Silesius, citado en Julien Ph. El manto de Noé.
Ensayo sobre la paternidad, pág. 91.
[31][33] Lacan, J., Escritos II. “Subversión del sujeto y
dialéctica del deseo”. Siglo XXI. Pág. 800.