**¿Adónde
rastrear lo singular de la experiencia humana en un horizonte que se define
justamente por la desmemoria de todo aquello que aluda a la subjetividad?
Sabemos que algo radical de lo humano encuentra su forma de presentación
clínica en aquella repetición de la historia subjetiva que
llamamos transferencia.
Algunas consideraciones respecto de la noción del sujeto en el discurso
psicoanalítico.
El sujeto según Freud
La experiencia humana que está más allá de los límites
de la conciencia
Si el síntoma y el sueño, el lapsus y el chiste,
interrogan y sorprenden a quienes los experimentamos, entonces resulta evidente
que aquello que llamamos las formaciones del inconsciente aparezcan como
retoños o derivados de una interrogante primordial. Y esta pregunta originaria
no es sino la pregunta por el sujeto.
El hombre, aunque degradado ahí afuera, se siente soberano en su propia
alma. 
Él se ha creado en algún lugar del núcleo de su yo un órgano de vigilancia que examina sus propias mociones y acciones para determinar si armonizan con sus exigencias. Si no lo hacen, son inhibidas y relegadas sin miramientos. Su percepción interna, la conciencia, anoticia al yo de toda clase de procesos significativos que se desarrollan dentro de la fábrica anímica; y la voluntad, guiada por tales noticias, ejecuta lo que el yo ordena, modifica lo que querría consumarse de manera autónoma. (...) El yo se siente seguro de que sus noticias son completas y confiables, y seguro también de la viabilidad de sus órdenes.

Él se ha creado en algún lugar del núcleo de su yo un órgano de vigilancia que examina sus propias mociones y acciones para determinar si armonizan con sus exigencias. Si no lo hacen, son inhibidas y relegadas sin miramientos. Su percepción interna, la conciencia, anoticia al yo de toda clase de procesos significativos que se desarrollan dentro de la fábrica anímica; y la voluntad, guiada por tales noticias, ejecuta lo que el yo ordena, modifica lo que querría consumarse de manera autónoma. (...) El yo se siente seguro de que sus noticias son completas y confiables, y seguro también de la viabilidad de sus órdenes.
Esta sensación de familiaridad se empieza a derrumbar en tanto emergen,
desde lo cotidiano, las primeras incertidumbres:
¿quién sueña cuando yo duermo?
¿Quién se place en sufrir a pesar mío? ¿Quién se equivoca contra mi voluntad?
¿Quiénes reímos cuando reímos? ¿Quién habla cuando digo más de lo que yo
quisiera?
En todas estas experiencias en absoluto infrecuentes, somos tomados por
sorpresa y enfrentados a algo de nosotros mismos que sin embargo sentimos que
no nos pertenece, que se nos escapa sin siquiera poder dar cuenta de ello, que
nos devuelve una sensación de extrañeza y perplejidad. Sigamos,
entonces, la reflexión freudiana, acotada esta vez a la dinámica del síntoma:
Ahora bien: en ciertas enfermedades no es así; entre ellas, justamente en
las neurosis estudiadas por nosotros. El yo se siente incómodo, tropieza con
límites a su poder en su propia casa, el alma. De pronto afloran pensamientos
que no se sabe de dónde vienen; tampoco se puede hacer nada para expulsarlos. Y
estos huéspedes extraños hasta parecen más poderosos que los sometidos al yo;
resisten todos los ya acreditados recursos de la voluntad, permanecen
impertérritos ante la refutación lógica, indiferentes al mentís de la realidad.
O sobrevienen impulsos como si fueran de alguien ajeno , de suerte que el yo
los desmiente, pese a lo cual no puede menos que temerlos y adoptar medidas
preventivas contra ellos. El yo se dice que eso es una enfermedad, una invasión
ajena, y redobla su vigilancia; pero no puede comprender por qué se siente
paralizado de una manera tan rara.
Es así como llegamos a descubrir, en la noción misma de sujeto, la marca de
la paradoja: hablamos de “sujeto” para referirnos a la experiencia de
aquello que resulta ajeno a nuestra conciencia habitual, incomprensible para
nuestra lógica rutinaria, informulable para lo común de nuestro discurso.
La concepción freudiana implícita del
proceso por el cual el sujeto se constituye es fundamentalmente dialéctica
(...), dado que el sujeto se crea y se sostiene, al mismo tiempo que se
descentra, en el interjuego dialéctico de consciencia e inconsciente” .
Frente a estos hechos, la psiquiatría sin duda rechaza la idea de que unos
espíritus ajenos se hubieran infiltrado en la vida anímica. Pero por lo demás
se limita a decir, encogiéndose de hombros: “¡Degeneración, disposición
hereditaria, inferioridad constitucional!” El psicoanálisis (...) se
procura conceptos auxiliares y construcciones científicas, y por fin puede
decir al yo:
* “No estás poseído por nada ajeno; es una parte de tu propia vida anímica la
que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de tu voluntad” .

En un comienzo, el síntoma histérico
fue el semblante de una escisión de conciencia que no tardó después en
presentarse como un hecho de estructura:
* La realidad psíquica constituida en la represión originaria de la realidad material, acto en que se inscribe para la experiencia humana la huella imborrable de la división del sujeto. Es precisamente esta escisión estructural el punto de anclaje de la noción lacaniana del sujeto.
3. El sujeto según Lacan
La infancia de un sujeto, los
aparatos registradores familiares parecen sufrir los mismos mecanismos de
censura y de sustitución que el análisis freudiano nos ha enseñado a conocer en
el psiquismo del sujeto mismo .
* La personalidad del sujeto está
estructurada como una psicosis paranoica: tal parece ser la primera de las
fórmulas lacanianas.
*Segun Lacan la psicosis no es la demencia, la
alienación del sujeto en la personalidad no es el traumatismo supuesto de los
lóbulos cerebrales en el encéfalo, la pregunta por la subjetividad no es la
respuesta de la anatomía académica.
Hay que despejar el papel que el trauma vital tiene en las
psicosis .
Hacia una clínica del sujeto
* Es imposible que resulta escuchar
algo en aquello que Lacan llamará después los significantes del sujeto si no nos
volvemos a su historia de vida, sus vivencias y sus traumas o heridas.
Lacan concluye:

Lacan concluye:
Nuestro estudio nos ha impuesto, por principio de cuentas,
* la importancia de la historia afectiva del enfermo. Y hemos comprobado que las vivencias eran tanto más determinantes de esta historia cuanto más relacionadas estaban con la infancia del sujeto .
* la importancia de la historia afectiva del enfermo. Y hemos comprobado que las vivencias eran tanto más determinantes de esta historia cuanto más relacionadas estaban con la infancia del sujeto .
En este sentido, sostenemos que no es caprichoso el interés del psicoanálisis
en lo inconsciente, la sexualidad y la historia de nuestra infancia: es que
allí se teje, íntimo y sutil, algo del orden de la subjetividad que no alcanza
a ser escuchado ni por la biología ni por la psicología empírica. Al decir de
Lacan, los hechos de nuestra ciencia no pueden hacer a un lado la preocupación
por el hombre, por el ser humano concreto, singular
y deseante; ese que al hablar se descubre extranjero en sí mismo y que al
equivocarse descubre su propia verdad.
Tal es el sujeto que descubrimos finalmente en nuestro recorrido por Freud
y Lacan. Un sujeto vivo que la ciencia y sus avances farmacológicos no
podrán desterrar. Bajo el proyecto de refundar el psicoanálisis en el
sentido común, nos resulta sugerente volver a Freud y a Lacan, no para
quedarnos allí, sino para traerlos de vuelta a nuestra profunda y a la vez
ominosa experiencia de lo cotidiano. Porque “lejos de discutir la utilidad de
estas sustancias y de despreciar el confort que aportan, quise mostrar que no
sabrían curar al hombre de sus sufrimientos psíquicos, fueran éstos normales o
patológicos. La muerte, las pasiones, la sexualidad, la locura, el inconsciente, la
relación con el otro dan forma a la subjetividad de cada uno, y ninguna ciencia
digna de este nombre acabará jamás con ello, afortunadamente”
Lic.D. Gurny
Lic.D. Gurny
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