jueves, 21 de septiembre de 2017

Estar bien con uno mismo es mejor que estar bien con todos


 "Quien es auténtico, asume la responsabilidad por lo que es y se reconoce libre de ser lo que es"  J.P. Sartre.


El Amor, la Responsabilidad y la Culpa.
La Valentía y la verdad van de la mano.

Algunas de las cosas mas geniales de Lacán son las que escribió sobre el Amor. Partiendo de la base que a todos nos falta algo, que nunca vamos a llenar ese espacio y que eso que nos falta es lo que nos atormenta -algo del orden de “la insoportable levedad del ser”-, Lacan definió el Amor como “dar lo que no se tiene a quien no lo es”… , difícil explicarlo.
“Dar” no es dar regalos, cosas tangibles, “llenar” al otro con cosas, no es llenar de comida… El dar del Amor es ofrecer eso que no se tiene, eso que no se es, ofrecerle al otro eso incompleto que tenemos, eso que nos falta, sabiendo que el otro a quien nos dirigimos también está incompleto, sabiendo que ni yo te puedo completar, o sea, que no puedo satisfacer todas tus necesidades, y que vos no podés completarme, o sea, no podés satisfacer todas mis necesidades. Si yo intento satisfacer todas tus necesidades, me transformo en un objeto destinado a tapar esa falta, y si soy un objeto, soy una cosa, no un sujeto (sujeto, en Psicoanálisis es algo mas que decir “persona”). Pero vamos a no cesar de intentarlo cada día. pero vamos a intentar, todos los días, de entendernos pese a ese malentendido que es, nuevamente según Lacan, la relación entre un hombre y una mujer.

Amor es dar eso insoportable. ¿Dar? ¿Ofrecer? Parecería mas un ofrecer, porque siempre está abierta la posibilidad de que el otro no acepte. Este es el riesgo del Amor. Por eso cuando descubrimos que amamos caemos en una situación de precariedad, ya que sin darnos cuenta nos vamos colocando a merced de la voluntad del otro. Ese otro, tan incompleto y necesitado como nosotros, ahora tiene el poder de aceptarnos o no… La historia personal de cada uno será determinante para ver como se tolera esta instancia. La calidad de los primeros objetos, como están introyectados, nos hará mas vulnerables, esperanzados, seguros, paranoides, indolentes, etc, etc, etc.
 
Raramente nos acordamos que nosotros también tenemos la posibilidad de pegar “la media vuelta” y no sufrir…
Si yo te quiero para que me completes, te anhelo como un objeto, y eso te sigue dejando en una situación de “paquete” que te ponen en un lado u otro. Surgir como sujeto es reconocer qué querés vos, cuales son tus necesidades, tus deseos, tus vulnerabilidades, tus fortalezas y animarte a no ser un objeto de los demás, a no ser un paquete que sacan de un lado y ponen en otro de acuerdo a los deseos de los demás. Esto tiene que ver con hacerte la pregunta “¿Qué quiero yo?”.
Jacques Alain Miller, el principal discípulo (y yerno) de Lacan, dice que el Amor se dirige a aquel que, pensamos, conoce nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable… Y el Amor es lo que permite soportar esa verdad, porque esa verdad nuestra es sumamente difícil de aguantar, porque siempre se trata de lo mismo, de darnos cuenta que nos falta algo y que no encontramos forma de satisfacer eso.
Y nunca hay forma.
En una entrevista que le hicieron a Miller, le preguntaron qué es verdaderamente amar. Y dijo algo fabuloso: “Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre uno mismo. Amamos a aquel o aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: “¿Quién soy yo?”.
Lacan también decía algo que se malinterpretó muchas veces: “el Amor siempre es reciproco”. Explica Miller en esa entrevista: “No quiere decir que basta con amar a alguien para que él lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: “Si yo te amo, es que tu eres amable” (amable en el sentido de ser alguien a quien se puede amar, que genera amor en otros, aclaración mía que no figura en la entrevista). “Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay en ti algo que hace que te ame. Es reciproco porque hay un ir y venir: el amor que tengo por ti no es solo asunto mío, sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizás tu mismo no conozcas.” Eso no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se puede calcular por anticipado”.
¿Y qué pasa con la culpa? ¿Qué pasa cuando no logramos darnos permiso ni siquiera para sentir? Desde el Psicoanálisis se nos propone desvictimizarnos, salir del lugar de la victima, la victima de las circunstancias y del tormento interior y, en consecuencia, en vez de decir “me siento culpable” asumir la responsabilidad por lo que sentimos. Una “ética de la responsabilidad” es salir de la “ética de la culpa”…. Claro, no es fácil. La culpa nos paraliza, no nos deja actuar… En definitiva, la culpa nos deja en suspenso, y logra que no avancemos… Nos hace el juego, es funcional a nuestros miedos mas ancestrales de salir del cascarón, de ser un objetito, y transformarnos en sujetos de pleno derecho y deseo. Si sentimos culpa, NO TENEMOS OBLIGACION DE ACTUAR!!!!! La culpa, en definitiva, nos conviene…
Actuar por culpa tiene, en la mayoría de los casos, un efecto aniquilador: cuando decidimos algo en contra de nosotros mismos y por la culpa que nos genera algo o alguien, vamos a terminar, sistemáticamente, haciéndole pagar un alto precio a quien parecería ser el beneficiario de nuestro sacrificio. Cuando las cosas no las hacemos por amor genuino sino por culpa, algo del orden de la agresión y del odio se va a traslucir en nuestras acciones. Porque le hicimos cargar a ese supuesto beneficiario con todo el peso de no haber asumido nosotros mismos lo que realmente queremos. Cuando en realidad, la responsabilidad siempre es nuestra, aunque no la asumamos.
Lacan decía que la culpa nacía de haber cedido al deseo. No importa en qué plano. Para la mente da lo mismo si se fantasea o si se lleva a la realidad. Algo del deseo mas genuino se asomó y la culpa aguijoneó.
Otra de las consecuencias de vencer la culpa y asumir la responsabilidad es que no queda mas remedio, de esta forma, que empezar a tomar las riendas de la propia vida, y eso también es hacerse responsable de los demás y de lo que vamos generando cuando nos convertimos en personas “amables” al decir de Miller. Dicen algunos que el sujeto que surge de la responsabilidad no necesita refugiarse en la culpa, solo responder a su deseo. El deseo que lo transforma en un sujeto y que le permite salir de su eterno rol de paquete, de objeto.
Hacerse cargo de los propios sentimientos es muy difícil. Pero absolutamente imprescindible.
La valentía y la verdad van de la mano. La mentira se escuda en la cobardía, son socias. El silencio, muchas veces, es un cómplice.
Prestemos atención a los sentimientos que nos generan las personas y a los que generamos nosotros en los demás. A veces son una buena señal de como estamos internamente respecto al resto de cosas y no solo respecto a lo que aparece como lo mas directamente involucrado.
Sin valentía y sin responsabilidad no hay forma de acercarse al milagro del Amor compartido. Pocas veces es posible siquiera que se nos presente la oportunidad de conocerlo. Todo lo demás, es pura farsa.

 Editado por Lic. Gurny

Estar bien con uno mismo es mejor que estar bien con todos

"Un joven y aventajado discípulo de artes marciales estaba aprendiendo bajo la tutela de un famoso maestro.

Un día, el maestro estaba observando una sesión de práctica en el patio y se percató de que la presencia de los otros estudiantes estaba interfiriendo en los intentos del joven de perfeccionar su técnica.

El maestro podía percibir el deseo del joven de quedar bien delante de los demás y su frustración por no lograrlo. Se acercó y le dio una palmada en el hombro.

- ¿Cuál es el problema? - preguntó.

- No lo sé - dijo el joven visiblemente tenso. - No importa cuánto me esfuerce, soy incapaz de ejecutar los movimientos correctamente.

- Ven conmigo, te lo explicaré - respondió el maestro.

El maestro y el estudiante salieron del edificio y caminaron hasta llegar a un arroyo. El maestro permaneció en silencio en la orilla durante un tiempo. Luego habló.

- Mira el arroyo. Hay piedras en su camino. ¿Intenta impresionarlas? ¿Se golpea contra ellas por la frustración? Simplemente fluye y sigue adelante. Sé como el agua.

El joven tomó nota del consejo del maestro y en pocos días apenas se daba cuenta de la presencia de otros estudiantes a su alrededor. Nada podía afectar su manera de ejecutar los movimientos, que cada vez eran más perfectos".

Esta maravillosa historia nos habla sobre la necesidad de encontrar el equilibrio , en vez de intentar impresionar a los demás y obtener su aprobación. De hecho, cuando estamos pendientes de la aceptación ajena ocurre una contradicción: mientras más la buscamos más escurridiza se vuelve y menos nos valoran los demás.
La parábola utiliza como recurso el agua ya que en la filosofía budista tiene un simbolismo especial porque encierra a la perfección sus enseñanzas. El agua fluye constantemente, se adapta a las formas de los recipientes y sortea todo tipo de obstáculos. Es su capacidad de adaptarse sin perder su esencia lo que la hace tan especial.

Los riesgos de buscar la aprobación de los demás

1. Nos apartamos cada vez más de nuestra esencia. Cuando buscamos la aceptación de los demás, asumimos que algunas de nuestras características no serán bien recibidas, por lo que intentamos ocultarlas. Nos colocamos una máscara social que nos aleja de la autenticidad y nos “obliga” a interpretar un personaje. Obviamente, vivir en ese "teatro” es agotador porque tenemos que estar pendientes de reprimir muchos de los pensamientos, actitudes y emociones que experimentamos de manera natural.

2. Vivimos en una montaña rusa emocional. Cuando la opinión de los demás se convierte en la brújula que dicta nuestros pasos, nos subimos por voluntad propia a una montaña rusa emocional porque nuestro estado de ánimo comenzará a depender directamente de las valoraciones externas. Nos sentiremos felices si nos halagan o profundamente infelices y frustrados si nos critican o rechazan. En este punto dejamos de ser dueños de nuestras emociones y le cedemos el control a los demás. Nos convertimos en personas reactivas a merced de las volubles opiniones ajenas.

3. Nos olvidamos de nuestros sueños. Es algo terrible, tan terrible que normalmente lo apartamos de la mente, pero cuando nuestra vida gira en torno a la aprobación de los demás, abandonamos nuestros sueños y planes para adaptarnos y abrazar los objetivos de los otros. De esta forma terminamos perdiendo la motivación intrínseca, que es nuestro motor impulsor, y se nos agota la pasión. Así terminamos viviendo la vida que quieren los demás, no la vida que deseamos nosotros.

¿Es posible ser nosotros mismos sin “dañar” a los demás?

Uno de los obstáculos que detiene a las personas en el camino hacia la autenticidad y la liberación personal es el miedo a dañar a las personas significativas. Sin embargo, el hecho de crecer, perseguir nuestros sueños, ser independientes y sentirnos bien con nosotros mismos no debería representar un problema para los demás. Al contrario, si realmente nos aman, deberían sentirse felices por nuestro crecimiento.

El problema es que cuando creamos una relación de dependencia con alguien al buscar su aprobación antes de tomar decisiones, desde las más intrascendentes hasta las más importantes, le estamos confiriendo un enorme poder sobre nosotros. Muchas personas se sienten cómodas en ese rol, les gusta el poder que tienen sobre nuestra vida y no quieren romper ese lazo. Sin embargo, a menudo esas personas se hacen cada vez más demandantes, intentan atarnos más corto y sus exigencias de control se vuelven desproporcionadas. En esos casos, cortar el lazo es una cuestión de supervivencia psicológica.

Por supuesto, cuando nos independizamos, nos atrevemos a desear cosas diferentes y comenzamos a tomar decisiones propias, esas personas se mostrarán “dolidas” porque quieren mantener ese lazo de dependencia. De cierta forma ese dolor es una forma de manipulación emocional. Sin embargo, debemos recordar que muchas veces los lazos que nos mantienen unidos son también los que más nos atan.

En esos casos no hay que tener miedo a “dañar” a esa persona porque en realidad no le estamos haciendo un daño sino que le estamos dando una oportunidad a la relación de madurar. Lo que estamos haciendo es llevar la relación a un nivel superior donde no hay dependencia sino que son dos personas maduras que disfrutan estando juntas desde su individualidad, sin dependencias toxicas.
No seas tú mismo, sé la mejor versión de ti
El consejo más sabio es: sé la mejor versión de ti. Esto no significa que debemos renunciar a nuestra esencia, sino que debemos aprender a sacar lo mejor de nosotros. Por ejemplo, ser una persona colérica al final solo nos traerá problemas, además de hacernos sentir mal. Eso no significa que debemos ocultar nuestra decepción o desagrado, sino que debemos expresarlo de manera asertiva. El objetivo no es agradar a los demás, sino ser capaces de gestionar nuestras emociones porque acumular odio, rencor  y resentimiento terminará dañándonos.

El secreto para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos es muy simple: cuando hemos desarrollado un buen equilibrio interior, sabemos exactamente lo que queremos en la vida y estamos en paz con nosotros mismos; todo eso se traduce en cada uno de nuestros actos y nos permite relacionarnos de manera más asertiva y auténtica.

De hecho, ser auténticos no significa explotar cuando nos sentimos enfadados y frustrados o decir lo primero que nos venga a la mente sin reflexionar sobre sus consecuencias, eso es simplemente un comportamiento infantil.

En palabras de Jean Paul Sartre: "Quien es auténtico, asume la responsabilidad por lo que es y se reconoce libre de ser lo que es".

La persona auténtica practica la congruencia, es aquella que expresa lo que siente y piensa de manera asertiva. Sin embargo, la autenticidad no se limita a la congruencia, no es simplemente “sé tú mismo” sino que también implica un profundo conocimiento interior, un tomarse la responsabilidad y una sólida autoestima que no depende de las opiniones ajenas.La mayoría de las personas necesita ayuda psicologica para llegar a este estado de equilibrio consigo mismo y con los demás.

La persona auténtica es sensible a las emociones y opiniones de los demás, no puede ser de otra manera, pero decide no subordinar sus decisiones a los juicios y críticas de los otros. Lo más interesante es que cuando estamos bien con nosotros, cuando somos auténticos de manera madura y desde un profundo autoconocimiento, los demás lo notan y nos ganamos su respeto y admiración, aunque ese no sea el objetivo final.





Lic. GURNY Inspirada en el texto de Lic. Inés Tornabene