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sábado, 1 de agosto de 2020
mujeres
El extravío que las orienta Ou pire...
GRISELDA LOZANO
Lacan dice en algún lugar que las analistas mujeres son la mejores, cuando no las peores.
Respecto de por qué las mejores, me encontré con varias referencias, una de las más elogiosas, brindando una conferencia en
Ginebra en 1974:
Con toda seguridad hay una diferencia, que se debe al hecho
de que las mujeres comprenden muy bien que el hombre es
un bicho raro. Esto debe ser juzgado a nivel de las mujeres
analistas. Las mujeres analistas son las mejores. Son mejores
que el hombre analista [… ] Está claro que son mucho mas
activas. No hay muchos analistas que hayan dado fe de que
comprendían algo. Las mujeres avanzan. Basta con ver a
Melanie Klein. (Lacan, 2007: 136)
Miller ha sido tajante respecto de que el coraje es femenino,
que nadie tiene más agallas que las mujeres, que son seres que
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con respecto a la referencia fálica no tienen nada que perder. Lo
cuál las deja en un borde: un coraje sin límite -que el hombre no
tiene- que también las puede volver feroces.
En su comentario del tercer tiempo del Edipo afi rma que la
verdadera mujer -y esto se opone a la maternidad- es la que sabe
donde hay que ir a buscarlo (al falo), que esto indica por que una
verdadera feminidad siempre tiene una dimensión de coartada,
que las verdaderas mujeres siempre tienen algo de extravío, aspecto
este que se produce por la desorientación, y, la desorientación se
debe a que saben dónde ir a buscarlo. ¿Cómo es esto de que la
desorientación -que da el aspecto de extraviadas- es porque saben
donde ir a buscarlo? Creo que todo esto las sitúa en un borde que
las puede hacer caer del lado de las mejores, o virar hacía el lado
de las peores, las feroces, las aplastantes.
Luego de este recorrido, que echa algo de luz sobre por que las
mejores: por la docilidad para ocupar la posición de objeto, por
la afi nidad con el semblante, por el coraje -al no tener nada que
perder-, me pregunto: ¿y las peores? Entonces aparece…Ou pire,
no en vano titulo de su Seminario 19, haciendo Lacan de lo peor
una categoría -no así de lo mejor-.
Encontré una cita, de sus últimos años:
Freud, por su lado, parte de su causa fálica, para deducir
de ella la castración. Lo que no deja de producir algunos
borrones, que yo me dedico a borrar. Contrariamente a lo
que se dice, la mujer, si me atrevo a decirlo ya ella no existe, no esta privada del goce fálico. No lo está menos que
el hombre al cual se engancha su instrumento (organon).
Por poco provista que esté ella (pues reconozcamos que
es de poca monta) no deja de obtener por ello el efecto de
lo que limita la otra orilla de este goce, a saber el incons-
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ciente irreductible. Precisamente por eso “las” mujeres,
en plural, que, ellas, sí existen, son las mejores analistas
-las peores ocasionalmente. A condición de no aturdirse
con una naturaleza antifálica, de la cual no hay la menor
huella en el inconsciente, ellas pueden escuchar lo que de
este inconsciente no tiene ganas de decirse, pero que tiene
que ver con lo que de él se elabora como procurándoles el
goce propiamente fálico. (Lacan, 1989: 21)
Me pregunto si esta descripción sobre el inconsciente tiene que
ver con algo dicho por Mónica Torres (1997: 111), respecto de que
la mujer tiene otra relación con el inconsciente, mucho menos
tejido a la realidad que el de un hombre, y es por esto que puede
oír mejor el fuera de sentido. Y por otro me interrogo por lo peor,
si puede pensarse en relación al postizo.
Se me hizo necesario delimitar las dos salidas planteadas al
Complejo de Edipo: una freudiana, partiendo de un no tener corporal, para la cuál la salida es tener, tener un hijo; y otra, lacaniana,
por la vía del ser.
Es poniendo en la cuenta del ser, de como llenar ese agujero,
que se me prefi gura el las mejores o las peores.
El lugar vacío del LA, axioma del que parto, LA mujer no existe, no impide que se encuentren máscaras, máscaras de la nada,
relacionado con la mujer y el semblante. El semblante tiene por
función velar la nada, si se la vela es porque no se la puede descubrir
y hay que inventarla.
El carácter verdadero de la femineidad solo se mide por su distancia con la madre: tanto menos madre, más mujer. Lacan habla
de una verdadera mujer cuando la madre no ha aplastado en su
sujeto el agujero.
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Una verdadera mujer se revela cuando el sujeto está preparado para el sacrifi cio de todos los bienes: el sacrifi cio del
tener. Es por eso que una verdadera mujer es una encarnación de la castración, en tanto que, aunque no la realice,
apunta a tocar, a herir al hombre en lo que él tiene de más
precioso. (Miller, 2006: 288- 289)
La solución a esa nada no es colmar el agujero sino convertirse
en el agujero mismo. Fabricar un ser con la nada. Y la posición
femenina se acerca aquí a la posición analítica (Miller, 2006: 289).
Ahora, ¿siempre va de suyo que una salida por la vía del ser
implique un pasaje del tener al ser, el abandono de la posición de
ser el falo materno y arribar a la posición de objeto?
Leonardo Gorostiza dirá que, a propósito de lo que le cuesta
al hombre ceder en su posición de sujeto, condenado a la cautela
por tenerlo: las mejores analistas, en general son mujeres, porque
pueden tener la docilidad de ocupar la posición de objeto del
fantasma del analizante. Y, aunque tanto para las mujeres como
para el hombre es necesario poder abandonar la posición de falo
materno e ir más allá de la prerrogativas viriles y así consentir a
ocupar la posición de objeto, a los hombres les cuesta más ceder
en la posición de sujetos, cederlo diríamos, también a las mujeres
cuando son muy histéricas (2010: 74).
La cuestión de género se desdibuja un poco, y digamos que, hombres y mujeres, pueden hacer lo peor con sus pacientes teniéndolo.
Lacan pensaba que no hay solución para una mujer del lado
del tener, y que cuando las hay son falsas e inocentes (la histérica es
una). Si hay una solución necesita la presencia, la incidencia, de un
no tener presentado como la mujer con postizo, “sería la encarnación de lo que sueña con excluir al no tener. Cuánto más se excluye
el no tener tanto más completo es ese postizo” (Miller, 2006: 292).
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La mujer con postizo sería la que se agrega lo que le falta, con
la condición secreta de que siempre lo obtenga de un hombre,
mientras que todas piensan que es de ella. Ha de parecer que es
de ella; lo importante aquí es que hay un elemento de PARECER.
La mujer fálica esconde su falta en tener; la otra hace ostentación de la falta. Y en la distinción entres estas dos posiciones,
supuestamente fálicas, se perfi la una cuestión de peso, porque no
es lo mismo creer tenerlo que estar advertidas de que allí no hay
nada, y sin embargo hacer parecer. Este segundo parece un paso
mas respecto de las fálicas en tanto es una salida por la vía del ser,
femenino, resonando la dimensión de coartada.
Una verdadera mujer es, respecto al hombre, un momento de
verdad, alguien que le permite manifestarse como deseante. La
mujer con postizo se opone a esto. Es un semblante que dice no
soy un semblante. La mujer con postizo, dice Miller, es una salida
para la mujer, pero agrega que “...en el psicoanálisis de este siglo
han nacido y crecido mujeres terribles, mujeres que lo sabían todo,
expertas en esconder toda falta y en hablar como oráculos, como
Helene Deutstch, Melanie Klein y Francoise Dolto” (2006: 294).
No me resulta casual que Lacan en el capítulo XI de su Seminario 10, y a propósito de la contratransferencia, hable en términos
de aplastantes de algunas de esas analistas, aludidas por Miller
para desplegar el concepto de la mujer con postizo.
¿Se trata de la contratransferencia, situada en las antípodas del
deseo del analista, de un rechazo de la castración?
El acto de una verdadera mujer es, a veces, también un callejón
sin salida -y esta versión me interesa- una región sin marcas, una
zona desconocida que traspasa los límites y que siempre tiene, como
decía Lacan, algo de extraviado, haciendo del propio menos un arma.
Tomo para fi nalizar una referencia de…Ou pire -que pongo en
relación con lo dicho por Lacan en esa cita oscura-:
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La existencia, recién la distinguí, para ustedes, de la excepción. Si la negación quisiera decir aquí ൂx. i x, o sea sin la
excepción de esta posición signifi cante, podría inscribirse
como negación de la castración, como rechazo, como no es
verdadero que la castración domine todo. (Lacan, 2012: 36)
Me pregunto si lo peor, como categoría, puede pensarse en
relación al postizo, como un aturdirse de la posición antifálica
haciendo del propio menos un arma -cuanto mas se excluye el no
tener tanto mas completo es ese postizo-, a la vez que plantarse en
un no es verdadero que la castración lo domine todo.
Bibliografía
Gorostiza, L. (2010). “Un nuevo amor”. En Registros Tomo Blanco
(pp. 71- 77). Buenos Aires: Colección Diálogos.
Lacan, J. (2007). “Conferencia en Ginebra”. En Intervenciones y
Textos 2 (pp. 115- 144). Buenos Aires: Manantial.
______(1989). “Un Otro falta”. En Escanción Nueva Serie, “La
Escuela” (pp. 21). Buenos Aires: Manantial.
______(2012). “La función j x”. En El seminario, Libro 19: O peor
(pp. 25- 36). Buenos Aires: Paidós.
Miller, J. A. (2006). “Clínica de la posición femenina”. En Introducción a la Clínica Lacaniana (pp. 283- 294). Barcelona: RBA
Libros, S.A. Pérez Galdós.
Torres, M. (1997). “Los embrollos del amor” (pp. 111). En Los
nudos del amor (pp. 105- 123). Buenos Aires: Imprenta Do
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