Fibromialgia, un cuerpo sufriente que pide a "gritos de dolor", Ser Escuchado.
La fibromialgia es un padecimiento recurrente
en la clínica el que me llevara a pensar
al dolor como un entrecruzamiento posible entre cuerpo y
subjetividad. Me ha guiado en estas reflexiones el texto de Santiago
Castellanos “El dolor y los lenguajes del cuerpo”.La fibromialgia es un
“síndrome crónico”, que se manifiesta generalmente en mujeres,
establecido y reconocido por el Colegio Médico Americano y por la Organización
Mundial de la Salud a principios de la década de los 90. Su característica
principal es un dolor generalizado en el cuerpo, que suele acompañarse de otros
síntomas entre ellos fatiga, depresión cefaleas, falta de atención y memoria,
etc.Si bien el dolor que aqueja y del que se queja el sujeto
es real, al mejor estilo de las histéricas de Freud, no se encuentra en el
cuerpo de estas pacientes lesión orgánica que justifique dicho dolor.
Para Freud el dolor es una
irrupción de grandes cantidades de energía, así en su “Proyecto de
psicología para neurólogos” nos dice que esta irrupción deja una marca, una
huella en las neuronas de recuerdo .Entonces en las neurosis para Freud se
produce el mecanismo de la conversión, por lo que al lugar de los dolores
psíquicos advienen los dolores físicos.
En esta línea podemos considerar
el dolor corporal como una satisfacción sustitutiva de una pulsión reprimida.
¿Cómo entender el dolor como síntoma?
De lo que se trata, según
Santiago Castellanos es de entender que el síntoma al igual que los sueños, es
algo descifrable, que tiene un sentido pero no es sólo esto. También hay que
entenderlo como una sustitución de aquello que está reprimido, como una
sustitución de una satisfacción sexual que puede perturbar las diferentes
funciones del cuerpo.
Hablamos de cuerpo, funciones de
cuerpo, dolor en el cuerpo, pero ¿qué es el cuerpo para el
psicoanálisis? El cuerpo para el psicoanálisis no es anatómico,
sino el resultado de un encuentro, del encuentro del organismo con el lenguaje.
Antes de nacer a cada ser
viviente se lo espera de una manera particular, se lo espera con un nombre, un
sexo, sueños, ideales, esperanzas, etc. De este modo cada “organismo”
circula en el discurso de los padres antes de nacer, incluso antes de ser
concebido. Y al circular en el discurso de los padres pierde su condición
real de organismo y se constituye como sujeto.
Entonces, es por la incidencia
del significante sobre el organismo que el cuerpo biológico deviene un cuerpo
erógeno, es decir un cuerpo simbólico que se prestará como superficie
topológica de inscripción a recibir la marca del significante y hará síntoma
Ya Freud había constatado en su
experiencia clínica que las palabras tienen una carga afectiva, que es
libidinal, por lo tanto podemos decir con Lacan que portan una carga de goce.
Desde el punto de vista del goce, la forma en que los significantes son
“encarnados” en el cuerpo dependerá de la singularidad de cada parletre. “En el
análisis se tendrá que dilucidar esas experiencias de goce, que son tan
particulares, que solamente el analizante puede dar cuenta de la trama por la que
se encarnan en el cuerpo”.
De modo que si el significante
tiene efectos de goce no solo de significado y de lo que se trata en la
experiencia analítica es del sentido de lo que se dice pero, sobre todo del
goce que lo inspira, podemos decir con Castellanos que el dolor sería
la expresión de este goce a la deriva en el cuerpo.

Hay un modo de gozar para todos
los que hablan, es el goce al que siempre le falta algo, justamente por el
hecho de hablar. A este goce se lo ha llamado goce fálico y en este
sentido todos los que hablan (y no son psicóticos) gozan de este modo, no son
hombres sino que gozan del “lado hombre”.
Pero hay un otro goce,
un goce loco, un goce deslocalizado para el cual no hay significante universal,
estrago del cual solo una mujer puede hablar. Para Castellanos, lo que se
presenta en el cuerpo como dolor en la fibromialgia es este goce femenino, que
al no tener la localización estable de la sexuación masculina desestructura los
equilibrios libidinales propios de la mujer.
“Nada dice que es una mujer más
que su goce y este goce es el que, entre otras cosas trae a algunas mujeres al
psicoanálisis puesto que produce estragos, y dado que el psicoanálisis es el
único que ha podido situar sus coordenadas, es el único que puede tratarlo de
acuerdo a su singularidad.”
El texto de Liliana Bosia, nos introduce en un tema fundamental que recorre
a diario nuestra práctica analítica.
¿Bajo qué concepto de dolor operamos los analistas, a la hora de escuchar
el cuerpo sufriente? ¿de qué cuerpo habla el psicoanálisis?
Sabemos que el dolor se encuentra presente tanto en el síntoma histérico,
en el fenómeno psicosomático, en la hipocondría, y en variadas afecciones que
toman al cuerpo como protagonista en tanto espacio privilegiado donde lo real
sin ley se presenta para ser escuchado, alojado, de un modo diverso a la manera
en que intenta abordarlo la ciencia y, seguramente también, múltiples terapias
alternativas que se proponen como un ideal de eficacia para darle sentido o
solución.
Más allá del interesante ejemplo que nos trae L. Bosia sobre la
fibromialgia, me pregunto si cierto estatuto del dolor –sobre todo aquel que no
logra ingresar, por ejemplo, en la maquinaria del síntoma histérico- no es en
sí mismo la expresión de ese goce a la deriva en el cuerpo que se manifiesta en
fenómenos diversos, inexplicables y que, solo a condición del encuentro
con un analista, logran despejar su función a nivel de la singularidad del caso.
Un “verdadero sinsentido encarnado” por ejemplo, es la
expresión utilizada por una joven mujer que, en una lucha contra un dolor
inexplicable y al borde del pasaje al acto, llega a articular frente a un
analista lo que tiene para decir justo en el momento en que los médicos “la
abandonan”.
Allí, el misterio del cuerpo que habla, anteriormente amordazado antes
que escuchado, puede comenzar a localizar discursivamente el contexto en el que
había surgido el dolor; momento de ruptura radical en su vida, correlativo a la
supresión de un medicamento regulador del apetito que cumplía una función de
anudamiento muy precisa para el sujeto y del cual no se había separado durante
muchos años…
El “dolor inexplicable” encuentra
ahora, a la luz de una escucha analítica, el alojamiento conveniente de lo
que hay para decir sobre esa experiencia siempre al borde de lo inefable;
un dolor absolutamente singular, que transmite cabalmente “los embrollos de lo
verdadero en su relación con lo real”.
Editado por la Lic.Diana S Gurny
Inspirado en el texto de Liliana
Bosia
NEL Santa Cruz
El dolor a la deriva: Comentario
al escrito de Liliana Bosia
Beatriz García Moreno
Asociada NEL-Bogotá
Liliana Bosia en “El estatuto del dolor para en psicoanálisis” se detiene
en el dolor que invade al cuerpo, que no se focaliza, ni se calma con
analgésicos, el dolor de la fibromialgía que de acuerdo con Santiago Castellano
en “El dolor y los lenguajes del cuerpo”[i], es un síntoma transclínico que el
psicoanálisis puede tratar por la palabra que permite su desciframiento y
también, dar cuenta del goce que entraña. El cual, siguiendo al mismo
autor, puede pensarse desde la lógica de lo femenino que va más allá del
falo[ii].
Habrá que mirar caso por caso para determinar de qué goce se trata, cómo
está o no implicado el falo,(el objeto de deseo que somos para los demás),
cuáles estructuras clínicas participan, pero quizás uno de los puntos más
importantes que este acercamiento a la fibromialgia evidencia, es que es un síntoma
generalizado de la época, que lleva a consulta a muchas mujeres, que denota la
caída del nombre del padre, y queda cuenta de un cuerpo embrollado y desbordado
en padecimientos ligados a satisfacciones pulsionales que lo hacen ajeno, y que
lleva a los sujetos a consulta en busca de significantes que lo puedan
contener, orientar y dar forma.
La fibromialgia desafía el discurso de la ciencia empeñado en reducir el
cuerpo a un organismo máquina que puede tratarse con medicamentos; la lógica
que emplea relacionada con fórmulas universales para un tratamiento
indiferenciado, no da resultado. El sujeto sufriente con su síntoma se
resiste a ser forcluido y parece pedir a gritos que se le escuche de otra
manera, en su singularidad, y es el dispositivo del psicoanálisis que Freud
inventó para escuchar el cuerpo fragmentado, afectado de las histéricas
afectado de deseo sin cauce, y de goce sufriente, el que se revela como
posibilidad de dar cauce a una palabra que busca fluir, desembrollarse.
La fibromialgia actual, en tanto dolor expandido, deslocalizado, que se
ofrece como cuerpo sin unidad, deformado, que grita y habla sin orden previsto,
demanda del espacio del psicoanálisis en busca de la palabra plena que
le de la posibilidad de desanudar el dolor. Dolor que, dice Castellanos,
parece estar ligado con pérdidas fundamentales, con deseos sexuales no
resueltos, con la inexistencia de significante que puedan en formarlo de forma
consistente, y ello requiere del espacio analítico donde puede ser escuchado
y encontrar la posibilidad de otro anudamiento y algún modo menos sufriente
para la satisfacción de la pulsión.
Se habla de la fibromialgia como expresión de la feminización del mundo, de
lo que algunos han relacionado con la carencia de nombre del padre, con la
subida al poder y a la participación en los espacios de lo público de las
mujeres, y también con un mandato al goce[iii]. En relación con este
último, el mandato al goce se manifiesta en el dolorgoce que se ensaña en el
desgarramiento del cuerpo por el dolor; por un dolor de “cauce oculto”, como
diría el poeta César Vallejo, invasor, amo y señor del cuerpo. Se trata de
cuerpos que se autoconsumen en su propio dolor-goce, cuerpos habitados por un
amo cruel que se impone, presos de satisfacciones pulsionales ligadas al dolor
y el sufrimiento. Parecería tratarse de cuerpos gozados por el padre insaciable de Totem
y Tabú[iv],
de cuerpos dóciles ante esa invasión que gozan de su propio consumo, pero que
también sufren con el dolor que no cesa de escribirse.
El dolor a la deriva: Comentario
al escrito de Liliana Bosia
Beatriz García Moreno
Asociada NEL-Bogotá
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