1) ¿Qué
opinión te merece el auge actual del concepto “autoestima”? *
Me parece
que es un síntoma más de la debilidad mental que promueve, tanto en el campo
ideológico como en el epistemológico (teoría del conocimiento), el discurso
capitalista actual. Lo cual no significa de ninguna manera que no tenga efectos
tanto en la subjetividad como socialmente. ¿Quiénes, entre nosotros analistas,
no hemos escuchado de boca de algún paciente que sus problemas se resolverían
si consiguiera tener más autoestima
-y no siempre sólo en el comienzo del análisis? Esa esperanza proviene de una figura fantasmática, que se apoya a su
vez en la estructura misma de la constitución yoica. El analizante, en efecto,
parece esperar de esta fórmula narcisista: conseguir mayor amor hacia sí mismo,
mayor valoración de su yo, el mismo afecto jubilatorio característico de un
bebé que se reconoce por primera vez en el espejo. La representación
unificadora y resplandeciente de la imagen funcionaría como defensa contra la
opacidad del deseo y del goce.
Pero la
noción de autoestima, aunque se apoya en la estructura propia del yo, recibe
impulso del contexto histórico-social. En efecto, la sociedad capitalista
desarrollada promueve una serie de valores propios de la ideología neo-liberal
que coinciden más o menos con el refuerzo del yo junto con el buen desempeño,
las habilidades sociales, propias del neoconductismo que se aviene no demasiado
mal con el área libre de conflictos de la psicología del yo. Se busca desde el
discurso de la conciencia, enteramente pre-freudiano aunque revestido de
“novedad científica”, impulsar los
valores propios del mercado. La realización autónoma, independiente,
competitiva de unidades que luchan una contra otra para lograr el éxito
personal. El triunfo del individualismo
como paradigma ideal, que cancela la
existencia de los otros y de lo Otro y que conlleva la destrucción del lazo
social.
Sólo será
necesario evocar la crítica burlona de Lacan a la psicología del yo como una corriente retrógrada del psicoanálisis
que había hecho suyo el “american way of life” para comprender el retroceso
puramente ideológico hacia posiciones pragmáticas y adaptativas, en el peor
sentido de estas palabras.
En cuanto al
aspecto epistemológico, el impulso hacia el refuerzo del yo implica un
privilegio de la dimensión imaginaria, en la versión más pobre y plana del yo.
Se olvida en primer lugar que para Freud y Lacan el yo es un lugar de
desconocimiento, una instancia en gran parte inconsciente, libidinal, suma de
identificaciones.
El lazo
entre objeto sexual e imagen narcisista es tal que lo objetal no es captado más
que revestido de esa imagen y que ella obtiene su consistencia del objeto que
envuelve: i (a). Freud en 1914 en su “Introducción del narcisismo” ya había
destacado en primer término que existía correspondencia libidinal entre objeto
y yo. También cómo una única y misma libido circulaba entre ambos y por otra
parte que la libido del yo envuelve la libido de objeto, de tal suerte que el
sujeto no puede jamás apuntar a su objeto sexual sino a través de su propia
imagen.
Podríamos
describir por nuestra parte la promoción
de un yo fuerte, implícita en la búsqueda
de una autoestima más alta casi como
el movimiento exactamente inverso al del psicoanálisis. Por último la
activación de la noción de autoestima -ya que ni siquiera merece la dignidad de
concepto- ignora la relación del individualismo con la agresividad. Fue Lacan
quien en su primera enseñanza subrayó la necesaria conflictividad propia de la
rivalidad imaginaria, el caudal de
hostilidad que conlleva la lucha de puro prestigio que se presenta como panacea
en la versión psicologizante de la autoestima como solución universal.
Un amor líquido siempre nos deja con un corazón vacío, y eso es algo que nadie quiere, el consumista siempre se queda con hambre y con una profunda insatisfacción. ¿De qué nos sirve esto? ¿De qué nos sirve vivir con tanta incertidumbre?
Bauman nos dice que para ser felices, debemos tener en cuenta dos valores imprescindibles: Libertad y seguridad. La seguridad sin libertad es esclavitud, pero la libertad sin seguridad es un caos total. Todos necesitamos de ambas dimensiones para encontrar el equilibrio en nuestras vidas.
La importancia del amor propio para combatir el “amor líquido”
Las personas no somos bienes de consumo, ni tenemos una obsolescencia programada como cualquier electrodoméstico.Un amor líquido siempre nos deja con un corazón vacío, y eso es algo que nadie quiere, el consumista siempre se queda con hambre y con una profunda insatisfacción. ¿De qué nos sirve esto? ¿De qué nos sirve vivir con tanta incertidumbre?
Bauman nos dice que para ser felices, debemos tener en cuenta dos valores imprescindibles: Libertad y seguridad. La seguridad sin libertad es esclavitud, pero la libertad sin seguridad es un caos total. Todos necesitamos de ambas dimensiones para encontrar el equilibrio en nuestras vidas.
Veamos: un analizante me
cuenta que se ha prestado para la realización de una batería de test
(las que usualmente constituyen el work-in-progress de los estudiantes
de psicología, como si, al modo de una verdadera residencia hospitalaria,
garantizaría la escucha del profesional) a una colega en formación. Como es
usual, y luego de realizados los test respectivos, la futura colega
entrega a mi analizante la devolución de rigor. Como el analizante ha
"demostrado" cierta inhibición ante ciertos actos (por ejemplo
encarar una chica en un boliche) o ciertos otros menesteres proyectados en una
serie de dibujos; la futura colega concluye en ¿adivinen qué? Sí, adivinaron:
fácil adivinar cuando se trata de los siempre afables latiguillos que la psicología clásica nos tiene acostumbrado: parece
que el entrevistado tiene "baja autoestima".
Como el sujeto en cuestión viene realizando un
análisis hace un par de años, relativamente corto comparado con otros pero muy
provechoso en su subjetividad personal, ya ha entre-escuchado, vía el analista,
que siempre el problema es inverso: se
trata de demasiada autoestima, es decir: de un narcisismo encriptado en
el síntoma. Y como -ni lento ni perezoso- este sujeto no tiene un pelo de tonto
y tiene mucho de rebelde, prefiere abrir el debate increpando a la futura
colega en cuestión y preguntando: "¿No será al contrario que tengo
mucha autoestima?". Pero no. Con el discurso Amo de la psicología
no hay con qué darle. ¿Cómo se atreve a discutir un discurso avalado por la
Universidad? ¿Cómo es posible que la Charlatanería tenga más saber que
los Manuales? ¿Y -aparte- de dónde saca este sujeto que el problema es del Yo
cuando en realidad el Yo es nuestra parte más sana?
Algunas preguntas al paso: ¿Se le ocurrió a la
susodicha pensar por qué será que el sujeto preguntó eso? No. No se le
ocurrió. ¿Puede pensar mi futura colega que, más allá de lo que se vende en la facultad
de psicología, el sujeto va a una terapia a hablar y si dice lo que dice es
por algo? No, claro que no. ¿Puede pensar esta entrevistadora que el Yo no es más que una construcción sintomática y ficticia
con la cual los sujetos nos engañamos permanentemente, puesto que es
una pura alienación imaginaria? No, tampoco. ¿Puede pensar que el Yo
y el síntoma son isomórficos y que por eso Lacan ha luchado toda
su vida contra lo que Roberto Harari ha denominado “el reino de la
yocracia", y que lejos
de baja autoestima, el problema es que con el Yo el sujeto se defiende todo el tiempo, y que si se defiende
la muralla está más alta que nunca? No, tampoco.
Entre paréntesis: no es raro encontrar colegas que
todavía no advirtieron que una defensa es una muralla, una coraza total, y lo
que llama la atención es esta contradicción teórica en la que caen: si hay una
inhibición es porque hay una defensa (sería bueno que hagan menos Test y
leyeran un poquito más a Freud y que entiendan de una vez por todas que toda defensa
–al igual que el síntoma- protege y por qué y de qué: me ha pasado que
preguntando estas cosas en algunos grupos, todavía no saben de qué cuernos el
sujeto se defiende). Entonces, ahora: si hay una defensa, ¿como es posible que
sigan hablando de bajo Yo? ¿O es que todavía tampoco se entiende que toda defensa es del Yo?
¿Cómo es posible que no se comprenda –cosa que los
grandes teóricos de la Economía han estudiado en toda la historia- que todo el
accionar del sujeto nace y muere en el Narcisismo, es decir: que no hay
nada que el sujeto no realice sino orientado, conducido, canalizado, en las
vías de la utilidad narcisistíca que le pueda brindar? ¿O vamos
a seguir pensando –naifmente, si se me permite adjetivizarlo así-
en que la palabra “utilidad” es mala? Eso, en todo caso, es un problema
de cada uno; pero no vamos a descubrir ahora que los sujetos se mueven por la
UTILIDAD, lo digo en grande, que les puede ocasionar esa acción.
Por otro lado, me preguntaba, ¿cómo es posible que no
se entienda que el más inhibido, el sujeto más melancolizado, el que duerme
todo el día sin producir absolutamente nada, es el más narcisista? ¿Tampoco han
leído al Freud de 1914 cuando habla de la retracción de la libido hacia el Yo? ¿Hay algo más narcisista que un sujeto que
sólo piensa en dormir? Observemos a los bebés, sino… ¿O todavía no se
dieron cuenta -los diplomados “psi”- que el dormir es el máximo nivel
narcisista de un sujeto y que por eso le está permitido volar o matar, es decir:
gozar sin límite?
Los Vínculos humanos en el S. XXI
2) ¿Crees
que hay cierto empobrecimiento del discurso sobre el amor en el siglo XXI? ¿Por
qué?
Indudablemente
las relaciones entre los hombres han cambiado y entre ellas ha cambiado el amor
en el siglo XXI. Los vínculos humanos se
han hecho más frágiles y con ello el sentimiento de inseguridad que esa
fragilidad inspira. Esta caracterización de las relaciones “la
desesperación de los hombres y mujeres, nuestros contemporáneos al sentirse fácilmente descartables y
abandonados a sus propios recursos” al tiempo que desconfían de relacionarse
“para siempre” fue convertida en tema de reflexión por numerosos autores
actuales, entre ellos Zygmunt Bauman a quien pertenecen las palabras
entrecomilladas que provienen de su libro Amor líquido (1), este autor extiende
también al amor la liquidez de la modernidad.El individualismo busca sólo satisfacer necesidades puntuales con un principio y un fin,
de ahí la idea de “amor líquido”, emociones que no se pueden retener y
que se escapan fugazmente de las manos hasta desaparecer.En esta poética pero desconsoladora imagen, se encierra una realidad
que parece ser bastante frecuente en nuestra actualidad: La fragilidad
del vínculo.
Una idea asociada con la esencia que parece vivirse en esta sociedad donde al parecer, se valora quizá en demasiadas ocasiones lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que seguidamente, se desecha. Aunque hemos de hacer también una interesante puntualización.
No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina como “la liquidez del amor propio”.
Una idea asociada con la esencia que parece vivirse en esta sociedad donde al parecer, se valora quizá en demasiadas ocasiones lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que seguidamente, se desecha. Aunque hemos de hacer también una interesante puntualización.
No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina como “la liquidez del amor propio”.
Otra
característica de ese cambio se podría establecer en las relaciones entre el
goce y el amor, que si en la sociedad freudiana hasta el final del siglo XX
revelaba el amor mientras velaba u ocultaba el goce, en este comienzo del XXI invierte esa relación mostrando más
pudor para manifestar el amor que el goce.
En cuanto a
las razones, podemos con Bauman referir esos cambios a la sociedad de mercado en la que el homo economicus y el
homo consumens definen sus relaciones en
términos de costos y beneficios, de conveniencia. “Rendirse a las propias
ganas, en vez de seguir un deseo, es algo momentáneo -escribe Bauman- que
infunde la esperanza de que no habrá consecuencias duraderas que puedan impedir
otros momentos semejantes de jubiloso éxtasis.”
Los enormes poderes del mercado
empujan a los hombres hacia el consumo de objetos de goce más que a las
relaciones duraderas de un amor significativo.
Sin embargo
no creo que se pueda afirmar, como la pregunta parece dar por establecido, que
haya un empobrecimiento del discurso sobre el amor, al menos si entiendo que un
discurso sobre el mismo se refiere a los dichos, en el amplio campo de la
cultura: la literatura, el cine, el teatro o a lo que recogemos en el terreno
quizás más riguroso para reflexionar sobre los cambios en los dichos sobre el
amor, nuestros propios divanes. Hay, sí, cambios de las formas, malestares
“nuevos”, pero no exactamente un empobrecimiento. Así, por ejemplo, existe un auge de la literatura, del cine,
de la televisión sobre amores vampíricos. ¿Cómo entender esta expansión? En
parte podemos entenderla volviendo sobre algunas de las afirmaciones de Lacan
en las “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”. En ese
texto se indica que más allá del hombre con el que está, una mujer puede
experimentar la adoración por el padre muerto o el íncubo ideal con el que se
abraza y del cual goza. Es Drácula
primero en el cine y todas las historias actuales “True blood” en la
televisión, Crepúsculo en la
literatura, que quieren vendernos la
maravilla de esas historias de amor eterno. No dejan de ser versiones
irónicas como corresponde a la posmodernidad, en la que ya no creemos en la
posibilidad de inventar una nueva forma del amor que sobreviva al tiempo sino
que nos conformamos con reeditar bajo la máscara romántica del dandy, de ese
buen joven que es Drácula, la figura del íncubo ideal que nos devora y al que
devoramos, pero en todo caso del cual se goza bajo esa fórmula: una comidad
totémica, canibalística (2).
El lado más
digno de la promoción que conoce hoy el amor de los vampiros es su
reivindicación de la trascendencia frente a una sociedad que -como ya he dicho
en mi respuesta anterior- nos vuelve
consumidores, que centra la vida de las personas en el tener, donde todo se
mueve en torno a cuidar la utilidad propia. También en el amor. Frente al
espíritu de la época, que es el del desencanto propugna un enaltecimiento
romántico, en sentido estricto, de la noche, la oscuridad, la muerte. En
efecto, frente al (a)muro (que en francés equivoca mejor con el amor) con el
que se topa, el sujeto que no obtiene del ser amado más que signos o restos,
procuraría aprehenderlo reduciéndolo al estado de cadáver, o devorándolo. Esta perspectiva
en la que el amor se une a la pulsión de muerte más destructiva, en la que la
barrera del bien del otro no funciona, puede formularse como “tener su ser, aún
si el Otro debe no estar más”.
La otra cara
del vampirismo actual es, dicho en los términos de un poeta romántico, que
“donde no hay dioses, acechan los fantasmas” y que los vampiros, íncubos
ideales están aquí para expandir la fórmula histérica de la receptividad de
abrazo de esos visitantes de la noche como forma de “arreglarse” con el S de A
tachado, insensibilizando en cambio a las muchachas frente al hombre vivo,
presente, que se encuentra a su lado.
Editado, compilado y corregido por la Lic. Diana S. Gurny
Fecha: 19-04-2016
Conversación Clínica del ICF 2010
NOTAS
(1) Bauman,
Zygmunt. Amor Líquido. Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos
Aires, Argentina, 2005
(2) Laurent,
Eric. Posiciones femeninas del ser. Editorial Tres Haches, Buenos Aires,
Argentina, 1999
(3) Lacan,
Jacques. El Seminario 20, Aún. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona,
España, 1981; página 119
(4) Lacan,
Jacques. El Seminario 20, Encore; página 11
(5) Idem,
Página 48
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