Acerca
del obsesivo y la histérica, es decir del amor y los vínculos eróticos posibles
del hablante
Hasta ahora hemos dejado en manos de los poetas
pintarnos las “condiciones del amor”,
bajo las cuales los seres humanos eligen su objeto
y el modo en que ellos concilian los requerimientos
de su fantasía con la realidad.
¿Cuál es la mecánica del amor de pareja?, ¿cómo una mujer
acaba eligiendo a un hombre y no a otro y/o cómo un hombre acaba eligiendo a
una mujer y no a otra?, ¿qué permite que una pareja se mantenga ligada por más
o menos tiempo?, y ¿cómo la cultura popular hoy, podría hablarnos de esta
relación?
Pensar que los hombres eligen mujeres parecidas (o
totalmente opuestas) a las madres, y las mujeres a hombres parecidos a los
padres (o totalmente opuestos), para sublimar, reprimir, denegar sus deseos
incestuosos, pero siempre con/sin ellas/ellos, es condenar a la vacuidad, todo
un entramado, que precisamente tiene eso, un sinfín de entradas y salidas, de
conexiones e interrupciones, que es un hilado que se convierte en tejido.
Además, en estricto sentido, Freud dice que el primer objeto de ligazón de
hombres y mujeres es la madre, amor al que se debe renunciar, para dar paso a
la elección de objeto, y sobre todo fuera de la horda[1].
Parafraseando a Cortázar, el amor no existe, lo que existe
es el que ama, entonces debemos comprender que el amor no es el problema, el
problema es tratar de acercarnos a comprender cómo ama el que ama a los objetos
que dice amar.
Freud nos dice que en todo tipo de enamoramiento hay un
rasgo obsesivo, es decir neurótico: “cuando aman no anhelan, y cuando anhelan
no pueden amar. Buscan objetos a los que no pueden amar” (Freud, Contribuciones
a la psicología del amor, I, 1910). Es decir de esta manera se responde al
deseo. Y para que un neurótico obsesivo (hombre/mujer), pueda ser en el amor
tratará de amarrarse a lo que le permita seguir amando lo que no puede amar,
porque es un amor imposible, un amor condenado, un amor perseguido. Y ese
amarre se logra colocándose en el medio del deseo de otro, de una manera que lo
mantenga en ese goce, porque el goce no tiene fin, el placer sí. La histeria
parece ser la apuesta, para que se pueda responder a lo imposible de la
relación de amor, a la imposibilidad de la relación sexual. La histérica busca
procurarse un deseo insatisfecho, desear el deseo, enamorarse del amor,
enamorarse de la posibilidad de enamorarse, que algo (mucho) quede
insatisfecho, y hace de la demanda un deseo. Y es ahí donde aparece en la escena
romántica el neurótico obsesivo, que se ha pasado la vida en una eterna lucha
por no ser sometido por el Padre, pero que sucumbe al deseo de la histérica. Él
se coloca en el papel del esclavo, eterno complaciente de un deseo que no
alcanzará a satisfacer, y ella, en el del amo, que demanda, demanda, que pide
que no se le satisfaga, que quiere seguir insatisfecha. Ambos dispuestos a
vivir mañana. A construir una Eternidad, la eternidad del goce.
Cómo podemos tener noticia de esto. En dónde se encuentran
las manifestaciones del amor entre la histérica y el obsesivo. Sin duda alguna
en el arte, y no sólo en las bellas artes. Freud nos invita a hurgar en la
música popular, y ¿quiénes son hoy los poetas? Si nos atrevemos a caminar otros
caminos, diferentes a los andados, por ejemplo en La Interpretación de los
Sueños, en donde se da cuenta de esta relación, podríamos descubrir que este
constante devenir del amor obsesivo-histérico-obsesivo, sigue estando en las
expresiones de la cultura de esta segunda década del tercer milenio, y que en
consecuencia el psicoanálisis sigue teniendo la posibilidad de escuchar, en la
música estas manifestaciones.
Prince Royce, un cantante estadounidense, tuvo un importante
éxito a finales de 2013, con la canción de su autoría: “Quiero Darte un Beso”,
que podría ser la fantástica descripción del neurótico obsesivo con la
histérica:
“Amarte como te amo es complicado
Pensar como te pienso es un pecado
Mirar como te miro está prohibido
Tocarte como quiero es un delito”
Nos anuncia entonces, toda su carga neurótica obsesiva,
nunca entendida como rasgos de personalidad, sino como toda una estructura que
manifiesta, como ya lo habíamos mencionado, su respuesta ante el deseo. Para el
amante –que no para el amor- mirar como lo hace y tocar como quiere hacerlo es
prohibitivo y por lo tanto delito. Delito que demanda sanción que redima.
Sanción, que no llegará de fuera. Incestuoso tal vez.
“Ya no sé qué hacer para que estés bien
si apagara el sol para encender tu amanecer
Falar[2] en portugués.
Aprender a hablar francés
O bajar la luna hasta tus pies”
Y el neurótico obsesivo se pregunta una y otra y otra vez,
¿qué es lo que quiere la mujer?, ¿qué es lo que quiere en realidad? Querrá que
le apague el Sol, y con él le encienda el amanecer (y los demás qué culpa
tendríamos), bajarle la Luna a los pies. Es decir darle el Sol y la Luna a la
vez, para que al fin pueda estar completa. Quizá lo que la histérica desea es
que fal(l)e, que falle en portugués, que falle en francés, o que falle en
español. Que falle en el cumplimiento de ese deseo, para que ella siga siendo
deseada, para que siga siendo.
“Si el Mundo fuera mío te lo daría
Hasta mi religión la cambiaría
Por ti hay tantas cosas que yo haría
Pero tú no me das ni las noticias.”
Y hay una angustia en el neurótico obsesivo, quien quisiera
tener algo que dar. Y qué va a dar, si no lo tiene, si el Mundo no es suyo, si
la religión no es suya (es de sus padres), qué podría ser suyo que pueda dar.
Pero sobre todo a quién se lo va a dar. A quien no es. A quien no es ni su
madre, ni una prostituta. Y por eso propone hacer “tantas cosas”. Tantas cosas
como insatisfacciones pudiera ella tener, para aniquilarle, matarle ese deseo,
como si lo lograra. El neurótico obsesivo quiere a Otro que no desee, para no
postergar su propio deseo.
“Yo sólo quiero darte un beso”
Y todo este racimo de promesas que nunca podrá cumplir, pero
que se pasaría la vida entera tratando de cumplir, tratando de satisfacer, para
darle un beso, sólo un beso, no dos, no tres, un beso. Un beso dónde, en la
mejilla, en la frente en la mano. Un beso al aire. Un beso que no se dé. Que
postergue (una vez más) el encuentro amoroso. Para que pueda seguir enjaulado
en sus pensamientos. Construyendo una imagen heroica (erotizado de si y por sí
mismo), que lo lleve a creer que puede apagar el sol, bajar la Luna, conquistar
el Mundo y dárselo en una caja de cristal. Y todo esto ¿cuándo? Mañana. Cuando
no lo pueda cumplir, para que la histérica se siga sintiendo deseada y él, siga
creyendo que puede cumplirlo todo, que no puede fallar. Y mientras eso ocurre,
podrá seguir cantando “para calmar tus miedos”. Miedos que son demanda, demanda
de amor.
[i] Freud supone, guiado por la teoría darwiniana del
evolucionismo, que en un comienzo la sociedad estaba formada por una horda
salvaje dominada por un “padre violento y celoso que se reserva para si todas
las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo” (Freud, 1913-1914).
[ii] En español significa hablar.
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