SUJETO-RESTO:CAÍDO POR EL DISCURSO CAPITALISTA.
"Verse al espejo y ver vidrieras permanentemente con
ánimo de consumo, es verse gozando de los caprichos constantemente y estar
centrado en el uno mismo en desmedro del semejante y la dignidad del prójimo."
MARCELO
AUGUSTO PÉREZ

Jacques Lacan, “El saber del Psicoanalista” – Seminario 19,
1972.
Voy a aprender a llorar sin sufrir,
Sin detenerme a mirar una flor.
(…)
Llegó la indiferencia metiéndose en mi piel
Pacientemente cruel, ¡matando mi verdad!
Saber que no me importa nada...
De alguna vibración pasada;
Y caminar narcotizado
Por un mundo helado sin amor.
Eladia Blázquez, Sin Piel.
Resumen: El texto realiza una crítica al discurso
capitalista que pretende aniquilar el deseo, la Castración. Por ello reivindica el amor, como propuesta ética contra la muerte, el goce
de la muerte, donde la falta es lo que identifica a las personas es la metáfora del sujeto, donde sólo vía del Amo
castrado puede hacerse futuro, donde la Castración opere como posibilidad del
amor.
Palabras clave: necropolítica, biopolítica, amor,
castración, capitalismo, sujeto.
Analizar significa desatar. Intento revelar en estos
párrafos, como sólo reconociendo nuestra realidad de seres finitos cómo
sólo atándose a la Castración es posible menguar el sufrimiento de la
neurosis nuestra de cada día. Me valgo, para eso, de un discurso inverso al que
tiene como agente el objeto: el del capitalismo. Que –a diferencia del discurso
amoroso-El discurso capitalista,
la propaganda diaria nos promete la juventud ,la felicidad y el triunfo que con
tal crema o tal automóvil o crucero o curso a distancia encontraremos La plenitud
tan ansiada.
La perfección es desde siempre imposible, en todo sentido, nuestro
malestar diario por llegar a alcanzar “la plenitud” es una utopía y el discurso
capitalista hace caso omiso a esta premisa,
prometiéndonos diariamente lograrla “adquiriendo los productos
que nos vende para tapar esa verdad introduce el tapón para la falta y su consecuente
camino hacia un Otro ideal perfecto; goce mítico obviamente perdido desde el
origen.
Como sabemos por Lacan, en el discurso “no existe la perfección”
y el PLACER SUPREMO” es un mito el Otro
está castrado y el Goce es mítico; es decir: imposible. Esto no es así
en el discurso capitalista (nuevo
algoritmo creado por Lacan a partir del Seminario 16 y especialmente en la
Conferencia de Milan de 1972). Podríamos preguntarnos si el discurso
capitalista es realmente un discurso, ya que –por definición- un discurso es lo
que hace lazo, y el capitalismo –con sus objetos de acumulación- consume al
sujeto y tapa sistemáticamente la falta: incitándole a buscar la felicidad en
los objetos de consumo masivo. impulsado
por el imperativo de la pulsión de muerte, no hay más que un goce que rechaza
la palabra (Verwerfung) en pro de la forclusión del sujeto de deseo.
Falsamente –enlace falso freudiano- el sujeto cree que podrá acceder –vía el consumo
metonímico- a un Otro sin falta –sin barrar- y, entonces, a una felicidad
absoluta: de allí que las promesas –en perpetuidad liberal- se afiancen en
declarar que el Paraíso es posible.
En la Necropolítica, Achille Mbembe nos recuerda que
el apotegma se basa “en los nuevos actores internacionales que deciden quién
debe vivir y quién debe morir en un momento dado, atendiendo a criterios
estrictamente económicos. Y las
nuevas guerras, en consecuencia, son actos bélicos nomádicos que realizan
empresas privadas –en connivencia o no con los Estados, poco importa...– que no
buscan obtener territorio ni someter a las poblaciones; tan sólo afianzar
recursos estratégicos y obtener beneficios inmediatos a cualquier coste.”
En la Biopolítica de Michel Foucault, el autor francés
versa sobre la misma problemática que el autor de Camerún. Los
ciudadanos son –en esta necropolítica- meros entes intercambiables donde su
subjetividad queda abolida sine qua non. Claro que, hay que ser honestos, a
cierto ciudadano hay algo de esto –de este goce que lo va a devorar- que le
seduce y lo tranquiliza. La voracidad
del poder –vía tecnología y consumo-no es ajena al deseo de la persona que
consume lo que le ofrece el capitalismo sin advertir que el consumido es él. No
es su intención ser cómplice de esta voracidad , pero puede más su deseo de
serlo “todo” de poseerlo “todo” queno es ajena a esta Demanda del sujeto poco advertido
del latigazo que se viene; de la boca del cocodrilo –como diría Lacan- que se
avecina glotona, hambrienta de poder. (¿Se escucha el falo en todo este
andamiaje? No quiero decir que el sujeto es cómplice de este capitalismo voraz,
pero el falo seduce a cualquier hijo de vecino.
Paradójicamente, el sujeto queda expropiado de un plus de goce que le pertenece
por estar caído al Lenguaje. Lacan dixit: “Lo que Marx denuncia en la
plusvalía(la rentabilidad que obtiene el dueño de la fabrica en base a la explotación
del trabajador) es la expoliación del goce”.Saqueo por parte de profesionales
con afán de lucro, sin el permiso ni la información previa de las
autoridades civiles y gubernativas del saqueado, ni respeto a las leyes
de protección de “lo individual”.
MARCELO
AUGUSTO PÉREZ
Dice Clara Valverde:
"La nueva necropolítica no
necesita armas para matar a los excluidos. Por medio de sus políticas, los
excluidos viven muertos en vida o se les deja morir porque no son rentables. No
sirven ni para ser esclavos. Pero, ¿no es suficiente con dejarles morir sin
acceso a comida, techo y atención sanitaria? ¿Por qué se desarrollan políticas
y maneras de gobernar que aceleran su muerte, que aseguran que estén al límite
de la vida con el “privilegio” de sobrevivir? Pues porque son una amenaza. Sin
darse cuenta ni proponérselo, lo excluidos y los precarios ponen en evidencia,
como cuerpos resonantes, como altavoces, todas las injusticias del
neoliberalismo. Y eso, los poderosos, no lo van a tolerar porque podría
inspirar solidaridad en el resto de la sociedad, solidaridad que se podría
convertir en revuelta. Por eso, a través de muchas formas de violencia
discreta, se aplasta, una y otra vez, a los excluidos. Se les remata. Y se
convence al resto de la sociedad de que participen en esa necropolítica, no
solo asegurándose de que no haya solidaridad, sino también utilizando a los
“incluidos” y a los expertos para mantener a los excluidos a raya. El neoliberalismo se mantiene, en parte,
gracias a esos “incluidos” que aún creen que están a salvo, los que aún creen
falsamente que son libres y los que esperan que vengan tiempos mejores por arte
de magia. Por eso urge, más que nunca, la creación de una empatía radical para
amenazar al neoliberalismo.” (1)
El anarcocapitalismo –término Foucualtiano- lleva
directamente –vía la globalización neoliberal- al capitalismo de mercado,
salvaje en cuanto el Amo-Empresarial se apodera del dominio no sólo económico
sino también social. Como sabemos, el
sentido de toda Empresa es la ganancia: es decir que la lógica del discurso
capitalista se da la mano con el sujeto que –haciendo mutis por el foro su
castración- pretende ganar sin perder. Lo simbólico –vía lo real- cae, y lo
imaginario gana: se trata de un espejo candente y siempre
fálico donde la imagen toma el poder resolutivo y absoluto de dominio.
Como también sabemos desde Lacan, la pulsión invocante( la voz) y la pulsión
escópica(la mirada) hacen aquí su tour conveniente: el sujeto se apodera de
bienes-objetos que satisfacen (a) su pulsión
y crean la ilusión imaginaria de que se puede poseerlo “todo”–valga
el pleonasmo- de que la totalidad sin hiancia es factible. Dice Lacan: “Las vidrieras están llenas de
plus-de-gozar y (…) mantienen a mucha gente entretenida.” Objetos donde la voz y la mirada (celulares,
televisión, playstation, etc.) cobran un tamiz por demás preponderante en la
cotidianidad del sujeto. Verse al espejo y ver vidrieras permanentemente con
ánimo de consumo, es verse gozando de los caprichos constantemente y estar
centrado en el uno mismo en desmedro del semejante es verse
reflejado en un goce fálico constante, donde el narcisismo cobra privilegio ante
la presencia –y la dignidad- del prójimo.
La persona cae en la dinámica de dejarse atrapar por el
consumismo imperante que lo “borra” como ser deseante. Es decir, entonces, que el sujeto de deseo (determinado
por lo inconsciente) se reemplaza por un imperativo de goce donde la perversión
impacta contra la pregunta por la causa. Analizantes muy angustiados
salen del consultorio y van a comprar algo que les permita disminuir ese afecto
que los perturba. Lo mismo ocurre con los matrimonios que ya nada tienen que
decir(se) o los trabajos que achanchan al sujeto o la rutina inercial y
monótona del acontecer diario. De allí que en las antípodas de este discurso,
está el discurso amoroso; donde una flor, un gesto, representa la falta en la
que todo sujeto-amoroso se ve involucrado. Donde la falta es, obviamente,
metáfora del sujeto. El enamorado puede sentirse feliz sin necesidad de visitar
un shopping o sin recurrir a la compra compulsiva: una plaza, un río, un
horizonte compartido; son metáforas de esas miradas que se entrelazan
rememorando que sólo es el amor lo que
permite condescender el goce al deseo. Es en el amor donde la castración
–permutable vía la transferencia- coloca a los partenaires en una dimensión
endeble y, a la vez, fortificante y reconfortante; hermanados por el lenguaje que,
por definición, está agujereado.
En el discurso capitalista –arraigado en su estirpe más
evolutiva por el neoliberalismo- el mundo deja su aurea romántica y el
consumismo se perfila como mero voluntariado táctico. De allí que las terapias
conductuales se afianzan en estos regímenes y el psicoanálisis cae no sólo como
antipático sino incluso como estéril. Recordemos a Freud entrando a los Estados
Unidos: “Nos aplauden y no saben que le traemos la peste”. El sujeto, atrapado
por una promesa de felicidad futura y estable que promete cierto Estado
emancipado a un liberalismo salvaje, se desata también y queda desprotegido y
desmontado de lo que realmente debería custodiarlo: sabernos incapaces de
lograr la Perfección y el Placer absoluto: Saber que nunca vamos a tenerlo todo
ni a ser “perfectos” la Castración.
“Lo que distingue al discurso del capitalismo es esto: la verwerfung, el
rechazo, el rechazo fuera de todos los capos de lo Simbólico, con lo que ya
dije que tiene como consecuencia. ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso que se entronca en
el capitalismo, deja de lado lo que llamamos simplemente las cosas del amor,
amigos míos. Ven eso, eh? ¡No es poca
cosa!”
Cuando Lacan –en Función y Campo del Habla y del Lenguaje en
Psicoanálisis- cita a Antoine Tudalnos está advirtiendo que es imposible
atravesar el muro del lenguaje; que no hay sujeto por fuera de éste; y que
–entonces- no hay sujeto sin falta: “Entre
el hombre y la mujer hay el amor. Entre
el hombre y el amor hay un mundo. Entre
el hombre y el mundo hay un muro”. En el amor el sujeto –en posición de
deseante- da lo que no se tiene (su castración, su falta) a quien no es (el/la
perfect@el falo). De allí que uno no sabe lo que tiene
y otro no sabe lo que necesita. Por eso
también la histérica nos enseñó que no alcanza con los bienes, y su discurso
intenta colocar al Amo en posición de castrado. (“Me vas a amar más allá de lo
que me das, por lo que no tengo”.) El capitalismo, en cambio, es dar lo que sí
se tiene. La histérica nos ha enseñado que toda Demanda es de amor y que no
alcanza con los bienes que pretende satisfacerla; quizás por eso también una
flor representa todo el gesto de amor que el capitalismo pretende aniquilar. Un
sujeto que lleva un ramo de flores lleva quizás todo lo que se puede significar
del amor. Y supongo que no habrá sido casual que el Modelo
Óptico de Lacan esté esquematizado con un ramillete de flores, cuya inversión
debajo de la caja metaforiza el cuerpo perdido, al cual ya no será posible
acceder sino es por artilugios de lo simbólico; es decir: de la palabra.
De allí también –supongo- que el te-amo como verbo performativo, sea tan
significante para una pareja de enamorados: se trata de la palabra que pone en
evidencia que el sujeto que la enuncia está castrado –sin red, a la espera de
un abismo-; holofrase que simboliza la falta. O, como dice el poeta del tango, la falta que me hacés.
Jacques Lacan nos enseñó a reconocernos como imperfectos ,
angustiarnos, y cuestionarnos por nuestro deseo a pensar que
sólo la Castración introduce el deseo y que no es sin el pasaje por la
angustia. Un Amo castrado (barrado) es un futuro Sujeto que puede hacerse la
pregunta por su deseo. [Podríamos relacionar esto con el campo del deseo del
analista: sólo cuando el analista percibe angustia en su trazo –a partir del
discurso histérico de su analizante- es que lo convoca (a) su control; es
decir: cuando se percibe castrado. El control del analista ratifica (o
rectificará) su posición frente al Acto.]
Aprendimos con Lacan que sólo la Castración protege. El
discurso capitalista, enemigo del amor y hermano del consumo global- pretende
hacernos creer que la Ley del Otro no sirve; que no ordena, que
sólo es menester creer en las leyes del Mercado. Aprendimos que –al revés de lo
que pensaba Freud- sin Castración suficiente se produce la Neurosis.
Aprendimos, entonces, que –lejos de los que algunos autores “de la sospecha”
pretenden hacernos creer, no es liberando pulsiones, voluntades y/o
represiones, que el sujeto puede encontrar un lugar en su deseo; sino reconociéndonos
como humanos imperfectos , necesitados de los demás para sobrevivir. –es necesario
repetirlo una vez más- atándose a la Castración.
*Basar la felicidad en el consumo es un detonante de la
depresión de fin de año. Las mujeres, solteros, quienes viven en unión libre,
las personas de menor escolaridad, los jóvenes y los subempleados son más
propensos a caer en depresión que puede llevar al suicidio. En estas fechas se
da un consumismo voraz.
Durante las celebraciones de fin de año, los ancianos y
adolescentes enfrentan mayor riesgo de sufrir depresión ante sentimientos de
abandono, aislamiento social, tristeza o pérdida de un ser querido, aseguraron
investigadoras del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM), quienes alertaron sobre el riesgo de padecer
crisis depresivas o incluso intentos suicidas.
Aseguraron que “vivimos una época del año en la que
prevalece un consumismo voraz y en la que por norma social debemos estar
felices y en familia, aunque ese esquema no se adapte a nuestra realidad
personal. Esto genera mucha tensión en nuestros lazos emocionales, y para
quienes ya afrontan un proceso depresivo puede ser momentos muy difíciles”.
*http://depresionyconsumismo.blogspot.com.es/
Lic. Diana S. Gurny
No hay comentarios:
Publicar un comentario