¿Padres?
“Un proyecto de ley para que padres femicidas pierdan la
patria potestad de los hijos que tuvieron con las víctimas será nuevamente
presentado en pocos días en el Congreso de la Nación con el objetivo de
modificar el Código Penal, y así cambiar un lamentable esquema judicial que
tiene a miles de chicos entregados a sus padres homicidas, con quienes son
obligados a vivir.” (*)
Se los nombra así -padres- y, para nosotros, psicoanalistas,
el modo en el que se nombra no es una cuestión banal. Han asesinado a sus
mujeres, a las madres de sus hijos, o -al menos- a las madres de los productos
que con ellas tuvieron. Seamos cuidadosos cuando nombramos padre a un sujeto.
No nos referimos a la paternidad biológica, la cual se puede confirmar
rápidamente con un estudio de ADN. Se
trata de lo que califica a un ser humano para ubicarse en un lugar paternal
respecto de un sujeto infantil, o sea en el lugar de ejercer la patria
potestad. Podemos abrir un abanico de requisitos, seguros de que no podría ser
padre -por ejemplo- el abusador, el que ha usado a su producto como objeto para
su goce propio. Sin embargo, la ¿justicia? también lo sobreentiende padre
cuando presiona a los niños abusados para que se revinculen con él. Llega
incluso a tratar a las madres que defienden a sus hijos como perturbadoras del
vínculo padre/hij@, y culmina –en múltiples casos- sacándoles la tenencia y
entregando a las víctimas a su victimario, al que –no por casualidad- también
nombra padre. Violar a los niñ@s, asesinar a sus madres, no hay un verbo que
nombre la perpetración de orfandad. ¿Sería apropiado el neologismo orfanatizar?
El lenguaje no alberga semejante acción. Podríamos preguntarnos por qué y, tal
vez, relacionarlo con que tampoco tiene un verbo que dé cuenta de la acción de
perder un hijo. A diferencia de otros casos –enviudar por ejemplo- no lo hay
para los padres/madres en esa situación. No hay, en ninguno de estos casos, un
verbo. Es un sin palabras.
¿Qué decir, entonces, de este caso paradigmático en el que
el Sr. José Arce, condenado a prisión perpetua, junto con su madre Elsa
Aguilar, por el asesinato de su esposa, Rosana Galliano en el año 2008,
conserva -sin embargo- la tenencia de los dos pequeños nacidos de aquella
unión? Los niños tenían en ese entonces 3 y 4 años. Desde entonces y hasta hoy
-cuando tienen 10 y 11- permanecen junto a los asesinos de su madre. Ambos
asesinos fueron beneficiados con la prisión domiciliaria en lo que convendría
llamar un confuso episodio [1]. El hermano de la víctima, Oscar Galliano,
refiere que la jueza que firmó el beneficio de prisión domiciliaria para Arce,
la Dra. Elena Bárcena, (del Tribunal Oral 1, de Zárate, Campana) dice haber
firmado ese beneficio a pedido de la
fiscal Laura Vivas y por un informe médico que decía que Arce se había caído,
en el penal, y estaba mareado. Ni la familia ni sus abogados, Roberto Babington
y Víctor Stinfale, fueron notificados, lo cual no les dejó lugar a defenderse y
apelar. Según la jueza fue un error del que no se percataron. Por su parte la madre de Arce estuvo desde
siempre con los hijos de Rosana ya que por su edad se le otorgó de entrada el
beneficio de la prisión domiciliaria. Todo este despropósito, esta conducta
criminal para con los niños, debió evitarse mucho antes, desde el momento mismo
del crimen, ya que sus abuelos maternos siempre
reclamaron su tenencia y lo siguen haciendo hasta hoy, pero sólo los
tienen fin de semana por medio [2].
Rosana hizo 4 denuncias por violencia familiar, entre 2005 y
2007, contra Arce, quien -al momento del crimen- tenía prohibición de acercarse
a la casa donde había vivido con ella y los chicos, a quienes podía ver los
fines de semana. De hecho, a Rosana la mataron un miércoles y él, transgresor en
todo, aún no los había devuelto. Este
varón homicida, condenado ya por la justicia, sigue junto a los hijos de
Rosana, quienes mantienen un contacto acotado con la familia materna, no tienen
permitido ver a sus tíos, por ejemplo.
Miles de mujeres son asesinadas por sus parejas, muchísimos
niñ@s sufren abuso sexual intrafamiliar por parte de adultos violentos que se
atribuyen su paternidad y muchísimas familias reclaman -según el caso- la
restitución de los hijos de las asesinadas o la prohibición del contacto entre
el violador y las víctimas. Esos caminantes de los pasillos de Tribunales no
encuentran respuesta a sus reclamos. ¿No constituye, acaso, el hecho mismo de
tener que pedir por ley la supresión del privilegio de la patria potestad para
los femicidas una prueba cabal del lugar central de la violencia machista en
nuestra cultura? ¿No es, en este sentido, equiparable a la lucha por
desenmascarar el falso Síndrome de Alienación Parental (SAP) [3] que da
sustento a los jueces que fomentan la revinculación entre los violadores y sus
víctimas? Violencia asesina hacia las mujeres y violencia sexual hacia los
niñ@s -la que les inflinge una suerte de muerte psíquica- son los modos que
toma la vacilación de la Ley, incluida la esencial, la de prohibición del incesto,
en nuestra descompuesta aunque todavía patriarcal sociedad.
Por María Cristina Oleaga
(*) Polémica por fallos que entregan hijos a padres
femicidas
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