miércoles, 22 de febrero de 2017

De un discurso ue no sería del semblante



 Seminario 18.....

La mujer respecto del goce sexual, esta en posición de puntuar la equivalencia del goce y la apariencia. En esto reside la distancia en que el hombre se encuentra. Si hablé de la hora de la verdad, es porque toda la formación del hombre esta hecha para responder a ella manteniendo a pesar de todo el estatuto de su apariencia. Es por cierto más fácil para el hombre afrontar a cualquier enemigo sobre el plano de la rivalidad que afrontar a la mujer en tanto ella es el soporte de la verdad: que hay apariencia en la relación del hombre con la mujer. En verdad, que la apariencia sea aquí el goce, para el hombre entiendo, es indicar suficientemente que el goce es apariencia. Porque está en la intersección de estos dos goces el hombre sufre como máximo el malestar de esta relación que se designa como sexual; como decía el otro, esos placeres que se llaman físicos. Por el contrario nadie mejor que la mujer -y aquí ella es el Otro- sabe lo que es disyuntivo respecto del goce y de la apariencia.


 Es porque ella es la presencia de ese algo que la mujer sabe, a saber: que goce y apariencia, si son equivalentes en una dimensión de discurso, no por eso son menos distintos en la experiencia que la mujer representa para el hombre la verdad, muy simplemente, a saber, la única que puede dar lugar en tanto que tal a la apariencia. Es necesario decir que todo aquello que se nos enunció como el resorte del inconsciente no representa más que el horror por esta verdad. Todo esto por supuesto, recién hoy trato, por así decir, intento desarrollárselos como se lo hace con una flor japonesa; algo que quizá no es especialmente agradable escuchar para todos, es lo que se empaqueta generalmente bajo el registro del complejo de castración. Mediante lo cual, con esta etiqueta, todo el mundo está tranquilo, se lo puede dejar de lado. No hay nada que decir, sólo que está ahí; cada tanto se le hace una pequeña reverencia. Pero que la mujer sea la verdad del hombre, que esta vieja historia proverbial cuando se trata de comprender algo, del -cherchez la femme(7) al que se le da naturalmente una interpretación policial sea, algo bien distinto, a saber que para tener la verdad de un hombre, conviene saber cual es su mujer,  , por supuesto llegado el caso, su esposa; y por qué no: es el único lugar donde eso puede tener un sentido, lo que alguien, un día, entre mis allegados llamó el pesa -persona. Para sopesar a una persona, nada mejor que sopesar a su mujer cuando se trata de un hombre. Cuando se trata de una mujer no es lo mismo, porque la mujer tiene una gran libertad con respecto a la apariencia: ¡ella llegará a dar peso a un hombre que no tiene ninguno!. Son verdades que por supuesto en el curso de los siglos ya se habían observado después de mucho tiempo, pero que sólo se decían de boca a boca, si puedo decirlo. Y se hizo toda un literatura, que existe, se trataría de conocer su amplitud. Naturalmente esto sólo tiene interés si se toma lo mejor. Alguien por ejemplo de quien [habría que encargarse un día], Balthazar Gracián que era un jesuita eminente y que escribió cosas de las más inteligentes que se puedan escribir. Su inteligencia es absolutamente prodigiosa en esto que todo eso de lo cual se trata, a saber, establecer lo que se llama la santidad del hombre, en resumen, [¿qué?, su libro sobre el cortesano de la corte (de apariencia)] dos puntos: ser santo es el único punto de la civilización occidental en la cual la palabra santo tiene el mismo sentido que en chino; tehen-tehen. Observen este punto porque esta referencia, porque de todas maneras ya es tarde y hoy no los introduciré. Este año les haré algunas pequeñas referencias, a los orígenes del pensamiento chino. Sea lo que sea -sí me di cuenta de una cosa, quizá soy lacaniano porque en otro tiempo estudié chino -con esto quiero decir que me doy cuenta [al releer los ardides] cosas como esas, que yo había recorrido atropelladamente como un tonto, me di cuenta al releerlas que esta al mismo nivel con lo que cuento. No sé, les doy un ejemplo: en Mencius, que son libros fundamentales, canónicos del pensamiento chino hay un tipo que por otra parte es su discípulo, que no es él -pero que comienza enunciando cosas como estas-: Lo que ustedes no encontraran del lado del Yen (es decir, del discurso) no lo busquen del lado del vuestro espíritu- esto, se los traduzco como espíritu es Sin, pero eso quiere decir que no designaba, era aunque parezca increíble el espíritu, el Geist de Hegel....................

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