El presente trabajo procura
cernir la categoría de semblante en la enseñanza de Lacan. Se articula tal
categoría a su lugar en los discursos.
Se delimita su
relación con el
cuerpo, y se
especiica su papel
en encuentro entre
los sexos. Por
último, se sitúa
el modo en que Lacan asimila a esta categoría al
objeto a. Este recorrido se propone
como una cuestión
preliminar a una
articulación posible entre la categoría de semblante y la posición
femenina.
El presente trabajo se propone
delimitar la categoría lacaniana de semblante. En un trabajo posterior[i]
propondré una articulación entre esta categoría y las posiciones femeninas.
Introducción al semblante. La
categoría de semblante es propuesta por Lacan en el seminario 18.
Recordemos que, en el seminario anterior,
Lacan había presentado sus cuatro discursos. En el lugar
del agente,
ubicará en este
seminario al semblante.
Dirá que el semblante
es inherente al discurso, entendido este como un modo de regular el lazo
social:
“Todo lo que es discurso solo puede presentarse como semblante, y nada
se construye allí sino sobre la base de lo que se llama significante”
(Lacan 1971, 15)
Como destaca
Miller (Cf. Miller
1991-92, 10-12), el
semblante como categoría deja de
su lado a lo simbólico junto a lo imaginario, quedando lo real por fuera. Si
bien en una lectura posible, el semblante
es aquello que se
opone a lo
real, sería más
preciso decir que el
semblante se presenta
como un velo,
punto de detención
en la vía hacia lo real. Miller
describe metafóricamente la relación entre semblante y real en estos términos:
“El semblante propiamente
dicho resulta de
lo simbólico, del esfuerzo,
incluso filosófico, por aprehender lo real. Y es que partiendo en busca de lo
real, como Colón en busca las Indias, lo simbólico encuentra, si me permiten la
metáfora, la América del semblante, de ese semblante que es el ser, y fracasa,
si se quiere, cuando no reconoce, justamente, ese fracaso ” (Miller 1991-92,
118)Lacan especifica que esta categoría guarda una relación particular con la
verdad, cuya estructura -manifestó Lacan repetidas ocasiones- es de ficción:“El
semblante no es solo situable, esencial, para designar la función primaria de
la verdad, ocurre que sin esta referencia es imposible calificar lo relativo al
discurso” (...) “La verdad no es lo
contrario del semblante. La verdad es esa dimensión o demansión (...) que es
estrictamente correlativa del semblante. La demansión de la verdad soporta
el semblante. Algo se indica, pese a todo, del lugar a donde quiere llegar ese
semblante” (Lacan 1971, 24-26)
Para orientarse aquí hay ubicar el lugar de la verdad en sus
cuatro discursos; justamente el que está por debajo del semblante -es decir, en
términos del seminario 17, del lugar del agente-. Por lo tanto, ambos se
articulan en la producción de un discurso. La
verdad entonces condicionada por el lugar del semblante, siendo su reverso: si
el semblante es lo que se da a ver, la verdad quedará -debajo de la barra- en
el lugar de lo que se juega a ocultar: si la impostura es el semblante
masculino, su verdad
es la castración. Toda verdad
está entonces ligada a un semblante del cual es su contracara. No es
posible acceder a la verdad de quien sostiene una posición si no es por la vía
de un semblante del cual parte un discurso.Lacan aclara que el semblante no
es un artificio, ya que es situable en la naturaleza. En tal sentido afirma que
“todo discurso que evoca la naturaleza nunca hizo más que partir de lo que en
ella es semblante. Porque la naturaleza está llena de semblantes” (Lacan 1971,
15). Alude aquí al trueno, al meteorito, al arcoíris. Es interesante la
referencia al arcoíris: algo se presenta ante la mirada allí donde no hay nada.
Luego se refiere al cortejo animal. Evoca entonces, todo lo que de la
naturaleza implica la concreción de una gestalt imaginaria, de manifiesto,
visible. Su articulación con la verdad y la naturaleza nos indica que el
semblante es aquello que se da a ver, que se muestra. Por ello, lo articulará
también con el acting out:el acting out (...) consiste en hacer pasar el
semblante a la escena, en montarlo a
la escena, en
hacer de él
ejemplo. He aquí
lo que en
este orden se
llama acting out. También lo llamamos
pasión.”
(Lacan 1971, 32)
En el seminario 10 Lacan había destacado el carácter
mostrativo del acting out. Si el
semblante es lo que se da a ver, el semblante en el acting pasa a primer plano.El semblante da cuerpo al
discurso. No deja de llamar la atención el
título que otorga
Lacan a su
seminario de 1971: De un
discurso que no sea del semblante .Respecto del sintagma “discurso del semblante”,
precisa que: “Aquí del semblante no es
semblante de otra cosa, se lo debe tomar en el sentido del genitivo objetivo.
Se trata del semblante como objeto propio con el que se regula la economía del
discurso” (Lacan 1971, 18). Con el
semblante, dice Lacan, se regula la economía del discurso. El genitivo
objetivo supone que el discurso está
hecho de semblante, mientras que el genitivo subjetivo implicaría que el
discurso es algo que pertenece al semblante. Lacan evalúa esta segunda
posibilidad:“¿Diremos también que
es un genitivo
subjetivo? ¿Acaso el del
semblante concierne así mismo
a quien sostiene
un discurso? La palabra
subjetivo debe rechazarse aquí por la sencilla razón de que el sujeto no
aparece más que una vez instaurado en alguna parte el enlace entre los significantes.
Un sujeto no podría ser más que el producto de la articulación significante. Un
sujeto no domina nunca en ningún caso esta articulación, sino que está por
ella, hablando con propiedad, determinado” (Lacan 1971, 18)El sujeto es un
efecto de la articulación significante. Por lo tanto la posición subjetiva,
está determinada por un discurso.
Leemos tal posición subjetiva en el decir de un parlêtre,
de un ser hablante. La economía
misma del discurso
está regulada por
un semblante. El semblante regula la producción de un discurso
que tiene por efecto un sujeto. No hay discurso que no sea de semblante,
mientras que
la inversa no se sostiene; hay semblantes que no son de
discurso (ya que la naturaleza está colmada de ellos).
¿Qué es el semblante? Estas coordenadas nos orientan, pero
aún no nos dicen mucho respecto de que entendemos por semblante. Ya concluimos que el semblante lacaniano es
aquello que se da a ver. Según el diccionario de la RAE, por un lado, el
término nos remite a lo parecido, semejante. A lo que parece pero no es. Por
otro, a la representación de algún estado de ánimo en el rostro, y más ampliamente,
el rostro humano.Entendemos que Lacan lo extiende la representación del cuerpo:
el semblante es el cuerpo en lo que tiene de representación. El cuerpo parece
algo que no es (aquí tenemos toda la vertiente de su unidad imaginaria, que
vela el organismo) y es soporte de un discurso, que está regulado
por el semblante
que lo soporta.
Que un discurso
este regulado por
un semblante, quiere
decir entonces: regulado
por el cuerpo que hace de soporte a ese discurso. A partir de sostener
un discurso, un cuerpo se subjetiva: la posición subjetiva es entonces un
efecto del semblante.
El semblante como
categoría tiene relación
con el soporte
corporal que da,
justamente, cuerpo a un discurso.Señalemos que la relación entre
semblante y cuerpo que nos hemos ocupado de poner en relieve, es explícita en
seminarios posteriores de Lacan. En el seminario 19 sitúa que el analista, “en cuerpo” (jugando
con el equívoco entre en corps y encoré ) instala el objeto a en el sitio del semblante, para aludir luego a
“el semblante del cuerpo” (Lacan 1971-72, 226-227). Finalmente, en el seminario
22 , afirma que “el cuerpo hace semblante, semblante por el que se funda todo discurso”
(Lacan 1975).Entonces, el semblante implica tener en cuenta que un cuerpo es soporte
de un discurso. Que “lo regula” quiere decir que “lo condiciona”. Lo que es una evidencia de la vida
cotidiana. El semblante condiciona la palabra emitida: la carga de seguridad o
timidez, efusividad o calma,
etc. Y marca
si quien habla,
por ejemplo, se identifica como hombre o como mujer (y si
rechaza tal división). En definitiva, el cuerpo es aquello que el discurso
habrá de subjetivar. Hombre y mujer,
dos semblantes. El lugar
del semblante en
el encuentro entre los sexos
encuentra su antecedente en “La signiicación del falo”. El falo es en sí
mismo un semblante: teniendo su sustrato corporal, es aquello que se da a ver
por la vía de un tener o un ser que es siempre un parecer . Como elemento
tercero, irrealiza la relación entre los
sexos, al funcionar de intermediario. Este pa-recer da al encuentro entre los sexos su carácter de
escenificación .En el seminario 18 ,
Lacan concluye explícitamente que la identidad sexual es un asunto de
semblantes:“lo que define al hombre es su relación con la mujer, e
inversamente. (...) Para el muchacho, se trata en la adultez de hacer de hombre.
Esto es lo que constituye la relación con la otra parte. (...) Uno de los
correlatos esenciales de este hacer de hombre es dar signos a la muchacha de
que se lo es. Para decirlo todo, estamos ubicados de entrada en la dimensión
del semblante.” (Lacan 1971, 26)
Se refiere al
cortejo animal, reorientando
su afirmación de
que la naturaleza está llena de semblantes. El
cortejo es un juego que se juega
entre semblantes: en
el cortejo animal
se trata de
cuerpos que soportan un semblante
de cara al encuentro sexual. Fenómeno que Lacan extiende al ser hablante:“Es
verdad que el
comportamiento sexual humano
encuentra cómoda mente
referencia en el
cortejo tal como
este se define
a nivel animal.
Es verdad que el comportamiento sexual
humano consiste en cierta
conservación de este semblante animal.” (Lacan 1971, 31)
Entonces, la
dimensión del semblante está presente en todo lo que implica el encuentro con
el partenaire. Lacan indica que, a diferencia del cortejo animal, este
semblante en el ser hablante se canaliza en un discurso: “La única diferencia
es que este semblante se vehicula en un discurso, y que en este nivel de
discurso -y solo en este- es llevado Hacia, permítanme, algún efecto que no
fuera del semblante.” (Lacan 1971, 31)
Primera cuestión: el encuentro sexual esta mediado
discursivamente. En el
ser hablante, el
cuerpo, es decir
el semblante, vehiculiza
el cortejo por
las vías del
discurso. Segunda cuestión:
a partir del
semblante se produce
algún efecto por
fuera del semblante.
Es decir, real. Desde el semblante, en el acercamiento entre seres sexuados,
se puede producir un efecto que no sea de semblante. Podemos situar
en esta vía,
que desde el semblante femenino
es llevado a ese efecto que Lacan
denomina “goce femenino”.En esta línea, Lacan ubica el límite impuesto al
discurso cuando se trata de la relación sexual:“En los límites del discurso,
por cuanto este se esfuerza en sostener el
semblante mismo, hay
de tiempo en
tiempo real. Lo
llamamos pasaje al acto, (...)
Observen que en la mayoría de los casos el pasaje al acto es cuidadosamente
evitado. Solo ocurre por accidente.”
(Lacan 1971, 32)
El semblante “pasa al acto” cuando el cortejo deviene un
goce que toca lo real en el encuentro sexual. Acá leemos “se llega a él por las
vías del discurso, mediadas por el semblante”. Su evitación “en la mayoría de
los casos” alude a la defensa contra el goce que, con sus particularidades,
conlleva toda neurosis.Más adelante en
el mismo seminario,
Lacan destaca el
hecho de que las
posiciones masculina y
femenina solo son
concebibles a partir de
un discurso. Que,
en definitiva, son
hechos de discurso, aun callándose:“el hombre, la mujer no
necesitan hablar para estar atrapados un discurso. En tanto tales (...) son
hechos de discurso (...) Es, pues, en
un discurso donde
los entes hombres
y mujeres, naturales,
si se puede
decir así, tienen
que hacerse valer
como tales.” (Lacan 1971, 135-136)
Queda entonces justificada
la afirmación de que tanto las identidades sexuadas, como el encuentro entre
los sexos, son inseparables de la dimensión del semblante.
Ya señalamos la ligación entre falo y semblante en
cuanto el ser
y el tener,
correlativos de la
mascarada femenina y la impostura
masculina, son puestos por Lacan en 1958 bajo la égida de un parecer.. En el seminario
18 , puntualiza que el falo hace entrar el goce en el semblante. Es decir, lo
normativiza. Anticipa así lo que ubicará como goce fálico y distinguirá del
goce Otro, este último entonces no normativizado por la vía del semblante. Es
decir, fuera de discurso. Lo enuncia en estos términos:“el plus-de-gozar solo
se normaliza por una relación que se establece con el goce sexual, teniendo en
cuenta que este goce no se formula,
no se articula
más que por
el falo, en
la medida en
que es su
signiicante. (...) El
falo es propia
mente el goce
sexual por cuanto está coordinado con un semblante, es
solidario de un semblante.” (Lacan 1971, 33)Por
el falo, el
goce sexual está
coordinado al semblante.
Recorta aquella parte del goce sexual
que entra en el discurso. Por ello el varón “se identifica con
sus orgasmos”, hace
de ellos semblante. Es
decir, pasan del
cuerpo al discurso.
Cuestión patente en
la impostura masculina, y
en las insignias
de su potencia.
Mientras que, como declama
jocosamente Lacan, sobre el goce femenino las mujeres, e incluso las analistas,
hacen mutis por el foro. Este goce excede el semblante, no entra en lo “discurseable”,
no hace lazo. El falo hace que el cortejo entre hombre y mujer entre por
completo en el campo del semblante. Así desarrolla Lacan esta idea:“La identificación sexual
no consiste en
creerse hombre o
mujer, sino en tener en cuenta
que hay mujeres, para el muchacho, que hay
hombres, para la
muchacha. Y lo
que importa no
es siquiera tanto lo que ellos experimentan, es una
situación real, permítanme.mbién porque
ellas solo consiguen
un pene, y que
es fallido.” (Lacan 1971, 33)El pene aquí queda claramente dando cuenta “la
verdad del semblante falo” que no es otra que la castración. Lacan remota entonces
la dialéctica de l Para
los hombres, la
muchacha es el
falo, y es
lo que los
castra. Para las mujeres, el muchacho es la misma cosa, el falo, y esto
es lo que las
castra tao masculino y lo femenino ligada al ser y tener el falo, en
términos de semblantes. Ambas posiciones dan cuenta para Lacan de los lugares
de varón y la mujer en el acercamiento entre los sexos, a las puertas de la
complejización de está dialéctica: cuando ubique a la mujer como no-toda tomada
por el falo.
El objeto a : un
semblante. Es conocida
la -sorprendente en su momento- referencia de Lacan que en su seminario
20 articula al objeto a al semblante. Tal articulación es graficada en el
esquema triangular mencionado. Allí Lacan inscribe -en un vector que va de lo
simbólico a lo real- al objeto a, debajo del que escribe “semblante”. Afirma al
respecto: “El amor mismo (...) se dirige al semblante. Y, si es cierto que el Otro
sólo se alcanza juntándose (...) con el a , causa del deseo, igual se dirige al
semblante de ser. Nada no es ese ser. Está supuesto a ese objeto que es el a.”
(Lacan 1972-73, 112)
El a -afirma Lacan-
es semblante del ser. A la falta en ser, efecto del significante, responde
una consistencia que se extrae del cuerpo: el a , semblante del ser. En cuanto
es semblante, Lacan se encarga de subrayar su afinidad con la envoltura
imaginaria:“¿No habremos de encontrar aquí la huella de que, como tal, responde
a algún imaginario? Ese imaginario, lo designé expresamente con
la I, aquí
aislada del término imaginario.. Sólo
con la vestimenta de la imagen de sí que viene a
envolver al objeto causa del deseo,
suele sostenerse -es
la articulación misma
del análisis- la relación objetal.
La afinidad del a con su
envoltura es una
de las articulaciones principales propuestas por el
psicoanálisis.” (Lacan 1972-73, 112)Y más adelante, describe lo que da a ver en
un esquema triangular:“lo simbólico, al dirigirse hacia lo real, nos demuestra
la verdadera naturaleza del objeto a . Si antes lo caliiqué de semblante de
ser, es porque semeja darnos el soporte del ser.” (Lacan 1972-73, 114)Que semeje
dar soporte al
ser, quiere decir
aquí que es
su único soporte. Es lo que hace
de velo a lo real, y a su vez media un acercamiento posible a lo real a nivel
del ser. Tengamos en cuenta que los otros lados del triángulo ofrecen como
sucedáneo: “lo verdadero” que queda inmerso -dada su estructura def icción-
entre lo simbólico y lo imaginario, y la “poca realidad” que, condicionada por
la significación fálica, escapa de lo real normativizándolo. El ser no es otra
cosa que semblante. Miller, en tal sentido, afirma:“Llamamos pues, objeto a, a
lo que en ese desastre del sujeto que se denomina falta en ser parece dar el
soporte al ser (...) No significa que este el semblante del ser y, por otro
lado, el ser, sino que el problema del ser está profundamente ligado, es de la
misma tela que el semblante.” (Miller 1991-92, 116)En esta línea, sitúa este
ser, hecho de ese semblante que es a ,
como aquello que de lo real puede entrar en el lazo con el partenaire :“el ser
es justamente lo real que podría concluirse del significante. (...) el
ser es la
manera en que
se disfraza lo
real para que
sea presentable, para que guarde
la compostura en la mesa del significante” (Miller 1991-92, 120)
Se articulan aquí entonces: el objeto a , su envoltura
imaginaria, y la categoría de semblante. La “afinidad del a con su envoltura” revela la ectopia del cuerpo respecto del organismo.
Lo cual hace que el cuerpo devenga semblante. Así, el seno “se pierde” en su
función orgánica de amamantar, para articularse a las imágenes y símbolos de la
mujer, deviniendo semblante de objeto causa de deseo. Cuestión nos llevara a la
indagación presentada en un segundo trabajo durante estas jornadas: la relación
entre semblante y feminidad.
[i] “Los
usos del semblante
en la mujer”,
presentado en estas
mismas jornadas.
BIBLIOGRAFIA
Lacan, J. (1958)
“La signiicación del
falo”. En Escritos
2. Buenos Aires:
Siglo XXI, 2008, pp. 653-662.
Lacan, J. (1958-59) El seminario. Libro 5: Las formaciones
del inconscien-
te. Buenos Aires: Paidós, 1999.
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