El mito de la media naranja
El origen
del mito de la media naranja lo tenemos que buscar en Platón y su obra El Banquete. En ella, Platón mostraba las
enseñanzas de Aristófanes, quien
explicaba cómo al principio la raza humana era casi perfecta:
"Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados
colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un
cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos
dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y
todo lo demás en esta misma proporción". Estos seres podían ser de tres
clases: uno, compuesto de hombre y hombre; otro, de mujer y mujer; y un
tercero, de hombre y mujer, llamado 'andrógino'. Cuenta Aristófanes que
"los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto
concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses".
Y ante aquella osadía, Júpiter, que no quería reducir a la nada a los hombres,
encontró la solución, un medio de conservar a los hombres y hacerlos más
circunspectos, disminuir sus fuerzas: separarlos en dos. El problema
surgió después: "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para
encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban
ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua
unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no
queriendo hacer nada la una sin la otra".
Así que el
origen de la media naranja no comienza muy bien, con una búsqueda desesperada
de unión y enamorados muriendo de hambre e inacción. Y, sin embargo, parece que
la idea ha calado hasta nuestros días. Hace unos días celebrábamos San
Valentín, y podíamos encontrar frases en la prensa como "hay muchos locales que ofrecen
fiestas especiales para que encuentres tu media naranja"; "si tienes pareja y te gusta
celebrar San Valentín obsequiando a tu media naranja con..."; o
"San Valentín está cerca y, si
no tienes pareja, con esta aplicación de móvil no será difícil que encuentres a
tu media naranja". Estamos rodeados. Desde que Jesús Puente
hiciera competir a tres parejas para comprobar cuál se conocía más y mejor en
el concurso Su media naranja, no han dejado de intentar
convencernos de lo importante que es encontrar el amor perfecto. Lo que necesitas es amor o Vivan los novios
han dado paso a programas como Hombres, Mujeres y Viceversa,
donde se atreven a invitarnos a "¡no perder una nueva
oportunidad de encontrar a tu media naranja!".
Está claro,
seguimos buscando la media naranja. El País titulaba hace unos meses un
muy buen artículo con un encabezado discutible: ¿Será tu media naranja? Escucha a
tus vísceras. El artículo se basaba en una investigación de tres
universidades estadounidenses que hallaron cómo los sentimientos automáticos,
viscerales y más bien inconscientes que tenemos hacia nuestras nuevas parejas
tienden a ser acertados, según se puede comprobar en la vida real cuatro años
después. De esta manera, parece que podemos saber casi de forma automática que
hemos encontrado a nuestra media naranja, como si fuésemos mitades de un ser
humano casi perfecto separadas por el capricho de algún dios.
Aunque cada
vez se critica más esta idea, aún está en buena parte del ideario de muchas
personas, incluso de las más jóvenes, y más de una vez he tenido que escuchar
la frase en consulta, sobre todo acompañada de una queja y una pregunta: "¡Qué
mala suerte he tenido en el amor! ¿Por qué cuesta tanto encontrar la media
naranja hoy en día?". Y es que el mito que tratamos hoy, lejos de ser
una inofensiva idea romántica, suele ser la base de mucha infelicidad y muchos
problemas de pareja.
Cuando
creemos en la media naranja creemos en la perfección de encontrar a alguien que está
hecho para estar con nosotros, creemos en una relación donde todo encaja. Y
muchas veces pasa que, cuando conocemos a alguien, parece que es perfecto para
nosotros, empezamos una relación sorprendidos por lo bien que nos hemos
acoplado, ¡estamos hechos el uno para el otro!. Sin embargo, la
perfección es imposible, una pareja está hecha de dos personas (aunque sea
obvio, es necesario señalarlo) y donde hay dos personas surgen los conflictos. A vivir en pareja se aprende,
nunca hay dos personas iguales y cuando hay diferencias surgen problemas. Y es
esto lo que no explica la "teoría" de la media naranja: "Si
estamos hechos el uno para el otro, si somos dos mitades de una misma cosa,
¿cómo no me puede comprender? ¿Cómo podemos tener problemas? ¿Por qué nos
tenemos que esforzar para ser felices en pareja?". La respuesta a todas
estas preguntas es sencilla y ya la hemos visto: no somos un mismo ente, la
pareja son dos personas diferentes.
Además, la
media naranja puede provocar una gran ansiedad: "¿Y si no me doy cuenta de
que la persona que tengo al lado es mi media naranja? ¿Y si dejo escapar el
tren y la única oportunidad de ser feliz? ¿Y si continúo una relación que me
hace disfrutar mucho pero que no es perfecta y dejo escapar la oportunidad de
conocer a media naranja?". José Ortega y Gasset decía que "hay
quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente,
no es probable que tropiece con ella". No existe una única persona ni
una única posibilidad de ser feliz. Por mucho que le cueste asumirlo a algunos
enamorados, el que dos personas estén juntas es fruto solamente de la
casualidad y que dos personas sean felices juntas es fruto de sus capacidades
para ser felices, de sus habilidades, de sus esfuerzos, de su paciencia o de su
inteligencia emocional.
Para la ciencia, el destino no existe, así que no conviene dejar las cosas en
sus manos y pensar que, cuando llegue nuestra media naranja, nos daremos
cuenta, que la 'química' nos avisará. Amar a una persona, entre otras muchas
cosas, es también una decisión, y esa decisión no se puede tomar en función de
si la otra persona cumple nuestras expectativas de una pareja perfecta que
encaja con nosotros como si todo fuera un cuento de príncipes y princesas
Disney.
Pero el gran
error que esconde el mito de la media naranja es el de considerarnos seres
incompletos que solo
podemos encontrar la plenitud al encontrar el verdadero amor, si no lo
conseguimos, seremos infelices. Si pensamos que sólo mediante una relación de pareja
podremos alcanzar una vida feliz nos equivocamos, la felicidad es un
estado interior y solo dentro de nosotros podremos alcanzarla. Las personas
felices son felices independientemente de si tienen pareja o no la tienen,
todas las personas son personas completas que no les falta ningún trozo (ni
mucho menos una mitad) para alcanzar todo lo que se propongan. De hecho, para
que una pareja funcione necesita que sus dos miembros sean personas completas,
independientes y felices. Una pareja feliz está compuesta por dos personas que
deciden estar juntas, no
porque les falte nada, sino porque desean compartir su vida y su felicidad (y
sus problemas, y sus tristezas...). Yo, desde luego, prefiero un amor entre dos
naranjas enteras (o manzanas o peras...) que
entre dos mitades incompletas.
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