El miedo
como síntoma
El miedo es un sentimiento tan antiguo como el mismo ser
humano, es aquello que nos hace retroceder ante lo desconocido, lo
extraño, lo amenazante y lo que no podemos entender. Pese a nuestra creciente comprensión del mundo y de las explicaciones científicas y racionales de todo lo que nos rodea, sique ahí, presente, acechándonos en cada rincón sin luz, ya sea terrenal, abisal o cósmico.
Hay que distinguir en primer lugar entre miedo y angustia, dos conceptos
diferentes.
El miedo tendría un objeto amenazante externo, del cual hay que huir necesariamente para protegerse, véase un incendio.
La angustia, no tiene este objeto externo, la amenaza procede del interior de cada sujeto. En un primer momento, la angustia es un afecto inespecífico, que desvela una gran inquietud que el paciente padece sin poder explicar. En un segundo momento, podrá formarse un síntoma específico como la fobia. En la fobia la angustia deja de ser flotante y es acotada y ligada a un objeto externo determinado, un animal, avión, coche, que pueden ser evitados.
Primer sueño en análisis, una pesadilla: él conducía un coche. Cree que iba con su madre. Recuerda poco. Siente que pierde el control, no le va el freno de mano, los elevalunas no le responden… No podía frenar ni abrir las ventanas. Despierta sobresaltado con mucho agobio. Sus asociaciones giran en torno a una “comunión total” con su madre, dónde él se pierde, su proximidad le produce malestar.
Actualmente, despues de un tiempo de terapia, el sabe que las riendas de su deseo las tiene él para conducir su vida, aún cuando decida darse por vencido.
Si nuestro sujeto angustiado se encuentra con un psicoanalista, este le invitará a hablar, lo más libremente posible- regla de la asociación libre, para encontrar su verdad particular, el sentido de su síntoma. Veo pacientes derivados por psiquiatras, que han ido a los Servicios de Urgencia, por un ataque de angustia, o de pánico. En su mayoría vienen poli-medicados y sin embargo acuden, para entender algo más.
El síntoma nunca es ajeno a la historia del sujeto, a sus vínculos fundamentales y a sus fantasías inconscientes, hay que descifrarlo en Análisis para poder reducirlo.
El miedo tendría un objeto amenazante externo, del cual hay que huir necesariamente para protegerse, véase un incendio.
La angustia, no tiene este objeto externo, la amenaza procede del interior de cada sujeto. En un primer momento, la angustia es un afecto inespecífico, que desvela una gran inquietud que el paciente padece sin poder explicar. En un segundo momento, podrá formarse un síntoma específico como la fobia. En la fobia la angustia deja de ser flotante y es acotada y ligada a un objeto externo determinado, un animal, avión, coche, que pueden ser evitados.
Primer sueño en análisis, una pesadilla: él conducía un coche. Cree que iba con su madre. Recuerda poco. Siente que pierde el control, no le va el freno de mano, los elevalunas no le responden… No podía frenar ni abrir las ventanas. Despierta sobresaltado con mucho agobio. Sus asociaciones giran en torno a una “comunión total” con su madre, dónde él se pierde, su proximidad le produce malestar.
Actualmente, despues de un tiempo de terapia, el sabe que las riendas de su deseo las tiene él para conducir su vida, aún cuando decida darse por vencido.
Si nuestro sujeto angustiado se encuentra con un psicoanalista, este le invitará a hablar, lo más libremente posible- regla de la asociación libre, para encontrar su verdad particular, el sentido de su síntoma. Veo pacientes derivados por psiquiatras, que han ido a los Servicios de Urgencia, por un ataque de angustia, o de pánico. En su mayoría vienen poli-medicados y sin embargo acuden, para entender algo más.
El síntoma nunca es ajeno a la historia del sujeto, a sus vínculos fundamentales y a sus fantasías inconscientes, hay que descifrarlo en Análisis para poder reducirlo.
Entrevista a la reconocida psicoanalista Rosa Sánchez,
Sobre el miedo, sus causas y sus formas.
El Miedo es un SINTOMA y su resolución se encuentra trabajandolo en Analisis, el psicoanalista que será quien
ayude en el trabajo de lectura de ese síntoma, y en su posterior resolución.

Los preconceptos son inevitables, culturales, y se nos impregnan y adhieren
bien fuerte a la piel; pero también se destierran. Rosa Sánchez barrió con el hecho de que el miedo es un síntoma de la
actualidad. Cliché, frase hecha. Poco tiene que ver el miedo con lo temporal;
el miedo es a-histórico. El miedo nos constituye casi como lo hacen los
pulmones. Dictando una clase, el 17 de marzo de 1965, Jacques Lacan hizo
circular una reproducción de «El grito», de Edvard Munch, donde se representan
un lago, una ruta, dos personajes que parecen alejarse, y en primer plano un
ser que se tapa las orejas y abre grande la boca. Él grita. ¿Qué es ese grito?
![]() |
El Grito De Munch 1893 |
El miedo es un síntoma que ha existido desde que existe el
hombre, como sentimiento, como manifestación. Es más, Freud trabajó con la
famosa histeria de angustia, que es miedo como manifestación, y hace ya varios
años de eso. El miedo es un sentimiento humano, como otros; humano en el
sentido de cultural. Es cierto que hay situaciones o momentos culturales, o
momentos de la constitución del sujeto, donde los miedos toman lugares
importantes. El caso Juanito es paradigmático porque muestra el lugar que la
fobia tiene en esa etapa de la vida.
Con Freud, podemos decir que es el efecto
de un conflicto entre lo pulsional y los mecanismos que reprimen su
presentación. A esta manifestación la llamamos fobia.
Generalmente, el miedo tiene un objeto, se tiene miedo a algo.
Cuando hay un miedo a algo determinado, cuando ese miedo se relaciona con un
objeto determinado que lo provoca, decimos que se constituyó una fobia, con lo
cual ya lo estamos tomando como un síntoma, como algo a trabajar.Algo a
trabajar implica que tanto ese sentimiento del miedo como el objeto que lo
provoca son significantes, es decir, son representantes de lo inconsciente, de
lo No sabido por el sujeto que lo padece ni por el analista que será quien
ayude en el trabajo de lectura de ese síntoma.
Se podría decir que, en líneas generales, hay dos tipos de miedos: el miedo
real, donde verdaderamente existe un peligro real, ante el cual corre riesgo la
integridad de la persona, y otro tipo de miedo, el neurótico, donde no hay un
peligro real que pueda suponer una amenaza para la vida, donde se siente algo
que no existe. ¿Cómo se explica este miedo?
Supongamos una persona que le tiene miedo a un perro, le da miedo verlo,
acercarse a él, se asusta, pero ¿el perro conlleva un peligro real? A veces son
perros domésticos, de lo más cariñosos, que no suscitan ningún riesgo; y, sin
embargo, la persona entra en pánico si se le acerca. Entonces, este miedo no
obedece a ningún criterio de realidad, porque no hay un riesgo real. El riesgo,
y Freud lo dice así, clarito, el riesgo es pulsional.
El riesgo es que lo pulsional reprimido aparezca, se presentifique al yo
del sujeto. El riesgo es que lo inconsciente pulsa y genera modos de
presentarse, como es el síntoma. El síntoma como efecto del fantasma
inconsciente, donde el perro es un significante más.
Pensado así, en la realidad de su fantasma, el perro es un peligro real. En
el caso Juanito, Freud lo explica magníficamente.

Su fobia está
asociada al goce sexual, a la sexualidad, lo cual tiene que ver con
determinadas amenazas, con determinados temores de sufrir algún tipo de pérdida
o daño en su cuerpo, principalmente el pene, porque es un órgano que en ese
momento le da mucho placer. Juanito tiene cinco años, en general es la edad
cuando empieza a aparecer el temor, o cierto registro del límite y de la
castración, y ahí es donde surge, como respuesta a esto, la angustia, que
siempre está enlazada a una fantasía, que en este caso es el caballo que lo
muerde a Juanito. Es el temor de que el caballo lo muerda, le saque pedazos de
su cuerpo. El objeto fobígeno es siempre un objeto que está cercano al sujeto
fóbico: nadie tiene fobia de un objeto que no esté cerca y que no se pueda
controlar. Además, ningún síntoma es lineal en relación con la causa, hay un
entramado, una trama de significaciones sobre la causa posible. Entonces, por
un lado, Juanito vivía muy cerca de una estación de coches con caballos; por
otro, este objeto tiene que ver también con el padre, con el que jugaba «al
caballo», y el niño también vio un caballo que volcó y se desprendió del carro
que llevaba, lo cual Freud relaciona con el nacimiento de su hermana, con la
pérdida del lugar fálico para su madre. Hay toda una trama de causas posibles.
Lacan también sigue a Freud en esto. Siempre está relacionado con una angustia
generada por pérdidas, límites, lo que nosotros llamamos la castración.
Para que el sujeto alcance la madurez genital, ha de haber sido castrado.
¿La castración funciona como signo de qué? ¿Por qué se introduce la castración
en el desarrollo típico del sujeto?

Las formas en que se imaginariza la castración pueden pasar por el miedo de
perder el pene en el niño, miedo de perder lo que tiene; y en la mujer,
la angustia es angustia por lo que no tiene, pero no importa cómo, si es
por el miedo de perderlo o por la angustia de no tenerlo, el punto es que lo
que se genera ahí es una relación con la falta: ambos están marcados por la falta,
porque la falta viene desde otro lugar, desde lo simbólico, no desde lo
corporal, por eso es que, hombre o mujer, igual somos seres relacionados a la
castración, con distintos fantasmas, con distintas posiciones de acuerdo con el
sexo que portamos y que de alguna manera también nos determina.
En el Seminario 4. La relación de objeto, Lacan plantea que la «afanisis»,
que en griego significa «desaparición», es el temor por parte del sujeto de ver
extinguirse en él el deseo. ¿A qué se refiere con esto?La afanisis
es una caída del sujeto y tiene que ver con algún tipo de recurso neurótico, un
recurso que el sujeto tiene neuróticamente para sostener el deseo, pero
precisamente haciéndolo caer. Es una paradoja. Tenemos límites que son límites
neuróticos, no son límites de la castración. Un sujeto que tiene miedo a un
perro, o a viajar en subte… Esto es un límite a su goce, su despliegue, si
tiene que trabajar o estar por la calle. Pero no tiene que ver con el límite de
la castración, es neurótico, lo enferma, lo limita, lo empobrece.
Un sujeto puede estar veinticinco años con ganas de estudiar un
instrumento musical y nunca hacerlo. Si quiere hacerlo, ¿por qué no lo hace?
Todos en algún punto nos privamos o postergamos. Es una paradoja porque,
mientras vos no lo hagas y no lo concretes, ese deseo va a estar siempre ahí;
ahora, si vos lo hacés, si lo concretás, lo realizás, te encontrás con que es
distinto de como lo idealizaste en tus fantasías, aparecen obstáculos, aparece
el goce de realizarlo, aparece otro sujeto que «aquel que tenía el deseo de»,
te quedás sin el deseo pegado a un ideal… Es una manera neurótica de
preservarlo, por eso dice «el miedo a quedarse sin el deseo».
Respecto de esto, ocurre que muchas veces tenemos miedo a las situaciones
nuevas, que puedan conllevar algún tipo de cambio, y solemos buscar la
seguridad en lo conocido. Cuando el miedo atrae y el vértigo es lo que manda, y
en vez de huir el sujeto se ve conminado a caer en él, ¿podríamos decir que se
trata de un goce parasitario?
El goce parasitario es el goce neurótico, es el goce del síntoma, es aquel
que no nos permite desplegarnos en la vida, por eso parasitario, porque
actúa como un parásito y nos tiene tomados. No nos permite cierta
libertad de movimiento que implica acceder a otras experiencias nuevas, o
ciertos goces, como podría ser desarrollarnos en alguna profesión o un arte, o
lo que fuere que necesitamos para disfrutar la vida.
Ahora, este goce es un goce-sufrimiento; hay que diferenciar el goce
como disfrute de la vida, del goce-sufrimiento que es el goce
parasitario. Por ejemplo, en la fobia, que es el caso que hablamos recién, el
sujeto se encuentra impedido de moverse libre, producir, trabajar, amar…
La fobia, como cualquier otra sintomatología que podamos tratar desde el
psicoanálisis, tiene que ver con el goce parasitario, con el síntoma, con el
límite neurótico, con las situaciones donde el sujeto queda trabado,
pegado a algo.
Coincido con lo que decías recién. Yo no sé si le pondría la palabra miedo
a lo nuevo, yo diría resistencia a lo nuevo, resistencia al cambio,
resistencia a perder esa esencia de «yo soy miedosa». Por ejemplo, una persona
se podría definir diciendo «Yo soy miedoso»; entonces uno podría preguntarle:
«¿Y por qué te definís así?, ¿por qué ese Yo soy miedoso?». En el Yo
soy miedoso, ya hay una definición del ser, ya hay algo donde quedó pegado
a eso, y en algún punto resistente a ser otro.
Las identificaciones a las que un sujeto queda fijado producen estos
efectos que no son benéficos, generalmente es al revés, tendemos a fijarnos en
un ser «yo soy de esta manera». Incluso hay ciertos rasgos de carácter, ciertas
estructuras, que marcan el «yo soy así y no voy a cambiar». El cambio es
costoso porque tiene que ver con un des-ser, con un dejar de ser lo que
soy para ser otra, y eso duele, son rupturas.
El goce parasitario tiene relación con el síntoma, y el síntoma puede ser
fóbico, puede ser histérico, puede tener que ver con una conversión donde uno
no puede mover el brazo, y ahí hay un síntoma y hay sufrimiento, y eso no es
una fobia. La fobia sería una de las maneras en que se presenta algo del orden
de lo inconsciente. Puede ser histérico, obsesivo, fóbico, pero el goce siempre
está. El goce parasitario tiene que ver con el síntoma, con la neurosis y con
el sufrimiento, y esto se puede encontrar no sólo en la fobia.
¿Cómo detecta un psicoanalista un significante de goce?
No se detecta aislado, se va armando mediante la escucha. Lo vas ubicando
en la medida en que el sujeto habla y va discurriendo su asociación libre. A
veces, tiene que ver la entonación de voz, un corte de la palabra, los lapsus…
A veces, hay ayuda para que eso se detecte; ayuda que da el mismo analizante,
que, de alguna manera, se lo manda como marcado al analista, lo realza para la
escucha del analista o lo muestra en un acting.No es tan fácil decir
«¡acá está!». Pero siempre algo aparece que el analista escucha, y ahí es donde
apunta, y eso es lo que recorta. Por eso es que los analistas trabajamos con la
palabra del otro: lo que hacemos es hacer hablar, y en la escucha siempre algo
aparece. Yo siempre les digo a mis alumnos que Lacan dice que el analista tiene
que permitirse ser curioso, cuando algo llama la atención no dejarlo pasar,
repreguntar o repetir la frase, hacer algo para detener ahí la asociación del
relato. Y eso provoca mucha resistencia, porque todos, cuando hablamos,
queremos llegar a contar todo lo que queremos decir y que nos dejen llegar al
punto final y armar toda la frase, y si te cortan en medio del relato por una
palabra que dijiste, genera molestia; pero es parte del trabajo del análisis.
Se trata de provocar un punto de interrogación en algo que estaba muy
cerrado, muy redondito en el sentido, porque el analizante lo que quiere es
contar lo anecdótico, pero el analista rompe lo anecdótico, porque si no lo
hace se queda con la lógica yoica. Es otro el trabajo que hace el analista con
el lenguaje.
Voy a hacerte una pregunta que involucra un campo con el cual, imagino,
guardarás algunas diferencias. En el año 2009 salió publicado un artículo en
CNN digital donde se hablaba de «el gen del terror». La Universidad de Bonn, en
Alemania, habría descubierto por qué algunas personas que viven una experiencia
traumática guardan sólo un mal recuerdo y otras sufren de estrés postraumático,
y la respuesta estaba en un gen llamado COMT, que regula un neurotransmisor
vinculado con la ansiedad. ¿Cuánto de verdad pensás que hay en que el miedo
podría llegar a tener una causa genética?
Es muy difícil decir qué es verdad y qué no es verdad, pero desde mi
disciplina, desde mi formación como psicoanalista, siempre uno escucha que la
ciencia intenta tomar el campo que es del psicoanálisis, y dar cuenta a través
de lo orgánico, y también curar a través de lo orgánico; si salió un gen que
produce esto, se podría manipular desde lo orgánico, desde lo químico, de la
misma manera que los ataques de pánico y que todas esas siglas DSM-IV y DSM-V (Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), que ahora pululan
por todos lados, y que tienen que ver con diagnósticos y rótulos que se ponen,
terapias que aparecen y que no tienen nada que ver con el psicoanálisis, son
absolutamente opuestas en la interpretación del fenómeno en sí, y también en el
modo de tratarlo.
La creencia en la ciencia produce un confort, todo está explicado y
solucionado rápida, cómodamente y sin sufrimiento, como decía Freud.
Incluso, se podría llegar a pensar que, si se logra controlar este gen, no
habría más miedo.
Pero la ciencia intenta eso, siempre intenta cubrir todo, controlar todo,
tener respuestas para todo. La ciencia intenta, pero no lo logra, porque además
no hay qué ni quién pueda, porque ese es el concepto de la castración, no hay
disciplina y no hay sujeto que pueda controlarlo todo, que pueda curar todo,
resolver todo o saber todo. Cuando un psicoanalista dice esto, realmente ya se
ubica en las antípodas de cualquier posición científica, porque el científico,
si bien lo reconoce, parte de una posición donde parece que es posible; por
ejemplo, decir que sería posible vencer el miedo a partir del trabajo sobre ese
gen.
Por último, en un contexto donde prima un bombardeo de imágenes televisivas
y noticias que nos llegan de diferentes medios de comunicación, que muestran
una hiperrealidad y personas alimentadas con sustancias procesadas,
sujetas a la inmediatez de la información y la acción, ¿se podría hablar de una
funcionalidad del miedo en este tipo de sociedad, donde los cuerpos disciplinados,
y las reacciones prefabricadas son útiles al sistema?
Seguro, es funcional y además es manipulado y provocado permanentemente, lo
vemos todos los días en los medios. Matan a una persona, por ejemplo, en un
acto delictivo, y están una semana con ese caso; te lo pasan constantemente por
radio y televisión hasta que llega un momento en que la gente está aterrada y
ve el riesgo de un homicida en cualquier lado.
Lo que ocurrió recientemente con la tragedia en Once por ejemplo. Una cosa
es la terrible gravedad del caso, las responsabilidades y todo lo que no se
hizo hace años, ni se hace, y otra cosa es el bombardeo que los medios generan,
de todas las imágenes del caso, teniendo la capacidad de generar pánico en la
sociedad.
Yo veo mucho de eso con el tema de la famosa inseguridad. Trabajo con
adolescentes con causas penales, y hace unos días me encontraba en unas
jornadas de trabajo donde un expositor probaba que las estadísticas sobre robo
y homicidio en ocasión de robo no condicen con lo que los medios dicen o la
mayoría de la gente cree.
Hay un homicidio en ocasión de robo, y te bombardean días y días hasta que
ese episodio se te multiplica en cientos. De esta forma, generan un pánico en
la gente, que hace que desconfíen hasta de su sombra, ponen siete llaves a la
puerta, como si estuviesen acechados permanentemente.
Pero los medios lo hacen porque eso da rating, está el otro lado de
la radio, el diario o la televisión, y es la gente que se prende al televisor,
y se presta a ese goce de comentarlo, de mirarlo, de saber hasta los últimos
detalles macabros… Y, por más que sea algo horroroso, la gente lo mira igual.
Mejor dicho, porque es horroroso lo miran… Justamente, porque el goce no
tiene que ver con lo que es bello y lo que hace bien.
Composición , adaptación e imágenes por la lic. Diana Gurny
freud.diana@gmail.com
Articulos consultados:
Daniela Aparicio y Alejandra Santoro
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