Psicopatía y psicoanálisis
En esta oportunidad daré a conocer dos enfoques del
psicoanálisis sobre el tema de la psicopatía: el de Otto Kernberg, nacido en
Austria, formado profesionalmente en Chile y radicado en Estados Unidos, siendo
director del Instituto de Trastornos de Personalidad en el Hospital
Presbiteriano de Nueva York, y el del Profesor Roberto Mazzuca, psicoanalista,
Profesor Titular de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad
de Buenos Aires.
Otto Kernberg
Otto Kernberg(1) enfatiza en que hay que diferenciar lo que
es la conducta antisocial de la estructura de personalidad antisocial y que es
muy importante diferenciar la conducta antisocial de la criminalidad. La
criminalidad es un concepto legal, la conducta antisocial es un concepto
clínico psiquiátrico y critica al DSM III, porque plantea la definición de la
personalidad antisocial en términos de conducta criminal.
Con respecto a la sinonimia, Kernberg dice que el
término tradicional para el tema que estamos tratando, era de persona
psicopática. Luego fue reacción antisocial y el término contemporáneo es
personalidad antisocial.
Para
este autor, la personalidad antisocial tiene una estructura de personalidad de
tipo narcisística. Kernberg dice que los fundamentos de esta personalidad son:
autorreferencia excesiva, grandiosidad, tendencia a superioridad
exhibicionista, dependencia excesiva de admiración por parte de otros,
superficialidad emocional, crisis de inseguridad que alternan con la
grandiosidad usual. Luego, dentro de las relaciones de objeto (con los otros),
sería intensa envidia consciente e inconscientemente, mecanismos contra la
envidia, especialmente tendencia de explotación, incapacidad de depender de
otros, falta de empatía con los otros, falta
de compromiso interno en otras relaciones.
Desarrolla también las formas leves de patología del SuperYo,
dentro de las estructuras narcisísticas: la incapacidad de experimentar
depresión, la tendencia a tener grandes cambios de ánimo, una tendencia a estar
regido por vergüenza en vez de culpa, el hecho de hacer actos antisociales. En
este sentido, el temor a que lo pillen determina ser honrado y no un
sentimiento de una moral interna. El sistema adolesce de valor ético adulto, o
sea que, para Kernberg, los valores son infantiles.
La
persona narcisística quiere ser admirada, porque es la más rica, la que tiene
más objetos, porque es la más bonita, la mejor vestida, un contraste por querer
ser estimada por los valores más adultos.
Y con
respecto a la patología del Super Yo grave, que para Kermbeg constituye el
síndrome del narcisismo maligno, las características son: conducta antisocial,
agresión egosintónica dirigida contra otros en forma de sadismo o dirigida
contra sí mismo en forma de tendencias automutiladoras o suicidas, sin depresión, y una orientación paranoidea.
En la
estructura antisocial propiamente dicha, tenemos conducta antisocial desde la
infancia (mentir, robar, falsificar cheques, prostituirse, asalto, robo,
asesinato, robo armado), hay una ausencia auténtica de capacidad de sentimiento
de culpa y de remordimiento. Esto es importante, porque el psicópata puede
presumir de remordimientos y una vez que lo han agarrado (no antes), puede
aparentar culpas y pueden realmente mostrarse estar arrepentidas, simplemente para
conseguir una atenuación de la pena.
La otra
característica es total incapacidad de una relación afectuosa con otros. Hay
relaciones de tipo parasitarias. El paciente, por ejemplo, dice el Dr. Kernberg,
puede tener una excelente relación con su tía, resulta que la tía es la que le
da dinero todo el tiempo, es la única persona con quien se cuida de mantener
una buena relación.
Otra
característica es la incapacidad de sufrir duelos auténticos, con tristeza y
melancolía, y en lugar de ello surge rabia e impotencia por haber sido
derrotados o descubiertos.
Estos
pacientes son incapaces de enamorarse o de mantener una relación de amor como
parte de sus relaciones sexuales. Las relaciones sexuales están desprovistas de
todo tipo de ternura.
Otra
característica que se nota es la ausencia de planear "a futuro" y
muchas veces el individuo actúa, aunque sea muy inteligente, como si no tuviera
ninguna conciencia de las consecuencias para él mismo de su comportamiento. Hay
indiferencia por su futuro a largo plazo y también suscribe (como todo el resto
de los clásicos) que hay una falta de capacidad de aprendizaje, no aprende de
sus propios errores y hay una repetición eterna de los mismos patrones
conductuales.
Otro
rasgo importante es la incapacidad de identificarse con valores morales. A
veces, el antisocial es un experto en leer las reacciones de los demás, en
adivinar lo que van a necesitar o hacer, pero no pueden captar la dimensión
ética.
Otto Kernberg postula que el narcisismo patológico es un
componente de la psicopatía, ingresando elementos psicodinámicos en el
diagnóstico de la psicopatía. El narcisismo no patológico es consecuencia de
una buena evolución del Yo, es la aceptación de la realidad, en tanto que la
realidad puede ser emplazada para satisfacer las necesidades (libido) dirigidas
hacia el exterior y hacia el objeto. Los sujetos que no han podido realizar
bien esta formación, el ideal del Yo, por no haber
interiorizado suficiente amor y estimación recibido de afuera, muestran unas defensas narcisistas muy fuertes.
No se atreven a dirigir su libido hacia objetos exteriores y consiguientemente
se encierran en sí mismos absteniéndose de recibir, precisamente, lo que más les falta.
Otto
Kernberg cuenta una anécdota que es muy importante y ejemplificadora, que le
ocurrió a él mismo, dice "Yo tenía un psiquiatra en formación que robaba y
yo no lo sabía y después de terminar su formación me pidió cartas de
recomendación. Se las di en dos oportunidades, para dos ocasiones distintas y
después me llegó una carta donde el director de la última institución,
enfurecido, me decía que cómo una persona como yo mandaba cartas de
recomendación de alguien que robaba en forma constante y desmesurada. Este
psiquiatra vino a verme para pedirme una tercera carta de recomendación y
entonces yo lo confronté con la información de éstos directores", y la
reacción de él fue "ah, claro, si yo sabía que estos me iban a
perseguir". "O sea que le preocupó que lo persiguieran, no tuvo
ninguna preocupación por el cambio mío en la relación con él. Y cuando yo le
pregunté qué pensaba él de mi reacción frente
a toda esta situación, él me dijo "me imagino que usted está enojado
conmigo, porque yo lo he engañado, si quiere no me dé la carta". Es decir
que no tuvo capacidad de darse cuenta de mi reacción de tristeza por la pérdida
de la relación interna con un hombre que era muy inteligente y como les dije,
yo lo había supervisado durante un tiempo. Ahora ustedes me pueden preguntar ¿cómo
usted no hizo el diagnóstico? Es sumamente difícil, como veremos en algunos
momentos más, hacer el diagnóstico fuera de una situación clínica claramente
definida, socialmente hacemos los errores más garrafales con este tipo de
estructura de personalidad, por lo menos en el corto plazo".
Otto
Kernberg hace un diagnóstico diferencial entre tres tipos de estructuras, 1) el
síndrome del narcisismo, 2) la estructura social propiamente dicha, 3) la
personalidad narcisística con conducta antisocial. Entonces, el síndrome del
narcisismo maligno tiene conducta antisocial, tiene una estructura narcisística
y tiene un narcisismo maligno. Pero no tiene capacidad de relaciones no
explotadoras, no tiene capacidad de identificación con valores morales, no
tiene capacidad de compromiso con los otros y no tiene capacidad de
sentimientos de culpa.
La
estructura antisocial, propiamente tal, tiene conductas antisociales,
estructura narcisística, no tiene narcisismo maligno, sí tiene incapacidad de relaciones no explotadoras, tiene incapacidad
de identificación con valores morales, tiene incapacidad de compromiso con
otros, tiene incapacidad de sentimientos de culpa. Y las personas narcisísticas
con conducta antisocial, además de una conducta antisocial tienen una
estructura narcisística, pero no tienen narcisismo
maligno, incapacidad de relaciones no explotadoras, incapacidad de
identificación con valores morales, tampoco tienen capacidad de compromiso con
los otros, menos, incapacidad de sentimiento de culpa.
Con
respecto a esta última personalidad (narcisismo con conducta antisocial), como
decíamos que no tenía síndrome de narcisismo maligno y sólo
tiene la personalidad narcisística con conducta antisocial, son individuos cuya
conducta antisocial es de tipo pasivo parasitario.
Henderson
había clasificado a los psicópatas en agresivos, pasivos y creadores. Kernberg
discute esto de creadores, pero dice que en la conducta permanentemente
agresiva (ataque armado, robo con asalto, agresión física), hay un síndrome de narscisismo maligno. En cambio, cuando las
tendencias antisociales son pasivas, tenemos la mentira crónica, el robo
pasivo, la explotación parasitaria en lugar de la
agresión directa.
La pseudología fantástica corresponde a un síntoma en el
que el paciente inventa episodios novelescos y los narra como si realmente le
hubieran ocurrido a él. Son conscientes del valor de la realidad que
puede ser atribuida a sus fantasías, pero a veces y por períodos de duración
variable, pueden creer en ellas y vivir así en un mundo de irrealidad. Esto
está tomado del Tratado de Psiquiatría de E. Bleuler.
Dice
Kernberg que en todo individuo narcisista deben investigarse las tendencias
antisociales. Pone por caso a un profesor universitario de estructura
narcisista al que le preguntó en medio de la entrevista "¿Ha tenido
problemas con la ley o el impulso de estar envuelto en situaciones que puedan
crearle problemas con la ley, por ejemplo, deseos de robar?" Y él le
contestó "¿y cómo lo sabe usted?" Y resulta que el hombre robaba en
librerías de arte, porque su especialidad era el arte y sentía que podía
apreciar mucho mejor esos libros que todos los demás y tenía el derecho de
robar los libros que no podía pagar.
Hablando
de casos en que existen estructuras neuróticas de personalidad con tendencias antisociales,
no narcisísticas, cuenta el caso de un médico que robaba en la cafetería del
hospital y lo agarraron. Lo iban a expulsar del hospital y lo mandaron al
departamento de psiquiatría. Dice que Kernberg lo examinó y tenía una
estructura de personalidad obsesiva y con tendencia antisocial provocadora,
justamente para ser pillado. Había que ser bruto para robar en la cafetería,
siendo el médico del hospital. Robar en la cafetería del mismo hospital era una
provocación. Luego de unos años de tratamiento, este médico no volvió a tener
una conducta antisocial semejante.
Roberto Mazzuca
Psicopatía y psicoanálisis (2)
Primero,
se trata de un tema que no se puede considerar completo ni cerrado. Segundo, lo
que se designa con el término de psicopatía no es exactamente coincidente con el enfoque dado por la psiquiatría
clásica y el psicoanálisis. Tercero, es necesario tener en cuenta que, desde la
perspectiva de la semiología psicoanalítica, lo que la psiquiatría
tradicionalmente delimitó como psicopatías aparece como una categoría compuesta
por grupos heterogéneos. Finalmente, para terminar de presentar las
ambigüedades que predominan en este tema, no se puede omitir que dentro del
psicoanálisis en general y en la orientación lacaniana en particular, las
psicopatías no han sido reconocidas de manera explícita. La clásica nosología
freudiana recuperada por Jacques Lacan organiza el campo psicopatológico
fundamentalmente en tres categorías clínicas: las neurosis, las psicosis y las
perversiones; y las psicopatías no tienen claramente un lugar en este sistema.
Propuse entonces, aceptando una sugerencia formulada por el
Dr. Marietán, que es en referencia a la estructura perversa donde convenía
localizar ese lugar. Aceptar esta propuesta implicaba un
obstáculo importante derivado del hecho de que el término perversiones, tanto
en la psiquiatría como en el psicoanálisis, se refiere muchas veces de manera
específica a patologías de la sexualidad, ya sea en el orden fálico
-fetichismo, trasvestismo- o en el del objeto -exhibicionismo, sadismo-. Sin
embargo, si tenemos en cuenta que la enseñanza de Jacques Lacan desplaza la
frontera del concepto de perversión y lo lleva más allá de la concepción
freudiana que no termina de desprenderlo de una referencia directa a la
perturbación de la conducta sexual, podemos acceder a una teoría generalizada
de la estructura perversa –de la que las perversiones en el sentido clásico
constituyen solo un caso particular- y, de este modo, encontrar allí las
categorías, los mecanismos y las posiciones subjetivas que nos permiten
entender, ordenar y explicar las conductas psicopáticas.
Esta
posibilidad sigue siendo válida aún para aquellos casos que no se consideran
patológicos. Ésta es otra diferencia sensible de la clínica lacaniana con
respecto a la de Freud, ya que las categorías clínicas: neurosis, psicosis,
perversión, son consideradas por Lacan como estructuras subjetivas, es decir,
diferentes modalidades subjetivas no necesariamente patológicas en relación con
un criterio de normalidad, sino distintos modos de ser sujeto, diferentes
formas de ser.
Freud
definió las perversiones en su relación con las neurosis como el derecho y el
revés, el negativo y el positivo. Las neurosis son a las perversiones –decía–
como en una fotografía el negativo es al positivo. Podemos entonces aplicar
esta oposición a la relación entre las neurosis y las psicopatías y verificar,
de esta manera, cómo los rasgos se oponen punto por punto en el neurótico
-especialmente en el obsesivo-, y en el psicópata.
Aplicando
esta oposición en la dimensión de la culpabilidad presenté, en la mesa del año
pasado, la ausencia de culpabilidad en el psicópata como lo opuesto de la
rígida conciencia moral del neurótico obsesivo, lo que Freud llamaba el severo
y cruel superyó primitivo que acosa al neurótico con los autorreproches y los
remordimientos ante sus transgresiones fantasmáticas, es decir, las que el
neurótico cree que son transgresiones.
El
psicópata, por lo contrario, sólo puede ser calificado como transgresor desde
el punto de vista de un observador externo. Desde su propia posición subjetiva
no es ni se siente transgresor, hay una ausencia de culpabilidad que desdibuja
los contornos y las barreras entre lo prohibido y lo permitido en el lazo
social, se guía por sus propios códigos.
Es por
esto que reuní al psicópata y al neurótico en lo que consideré una patología de
la responsabilidad. En uno por defecto, en el otro por exceso y por
deformación, en ambos casos hay un déficit en la responsabilidad.
Este
contraste entre neurosis y psicopatía obtenido de la generalización de la
oposición entre neurosis y perversión como modalidades subjetivas puede
plantearse sobre otros ejes, y de este modo destacar, como lo hace Lacan, el
contraste entre el goce y el deseo. Para el neurótico es prevalente la
dimensión del deseo en detrimento del goce de la satisfacción pulsional que, en
las neurosis, queda sujeta más fuertemente a la eficacia de la represión y
otras vicisitudes pulsionales. Visto desde otra de sus caras es equivalente a
afirmar que el goce neurótico siempre implica un alto grado de sufrimiento: la
satisfacción pulsional termina produciéndose por vías indirectas y sobre todo a
través de la satisfacción del síntoma como retorno de lo reprimido. En la
perversión, por el contrario, es prevalente la vía del goce y el deseo mismo se
convierte en voluntad de goce. La satisfacción pulsional se obtiene por vías
más perentorias, la llamada impulsividad del psicópata.
Pero
podríamos destacar también un contraste sobre el eje de la demanda. La
modalidad neurótica conduce al sujeto a ubicarse en dependencia de la demanda
del Otro. Al neurótico le gusta hacerse demandar y usa sus recursos para que el
otro le pida, le ruegue, le sugiera, le ordene..., todas diferentes formas de
la demanda con las que espera sobre todo obtener el reconocimiento del Otro. El
psicópata, por el contrario, demanda, impone formas sutiles de exigencia,
incita al otro a la acción.
También
podríamos marcar el contraste en las modalidades del acto y comparar la seguridad,
labilidad y rapidez del psicópata, con el predominio del pensamiento, de la
duda, de la indecisión, la vacilación neurótica, sobre todo con la duda
obsesiva que determina una pobreza en la acción ya que conduce una y otra vez a
su postergación o bien a una realización torpe que marca un fuerte contraste
con la abundancia, la habilidad y la seguridad del psicópata en sus acciones.
Pero
sobre todo conviene desplegar la comparación entre una y otra modalidad
subjetiva en el eje de la angustia y el goce. Es sobre este eje que Lacan hace
jugar la distinción, en el interior de la estructura perversa, entre el sádico
y el masoquista. El sádico que aparentemente persigue provocar la angustia en
el otro pero, en realidad, inconscientemente busca producir el goce del Otro.
El masoquista que aparentemente tiene el propósito de suscitar el goce del otro
pero, sin embargo, inconscientemente lo que busca es angustiar al Otro.
Deberíamos
ubicar al psicópata del lado de la modalidad sádica para compararlo con el neurótico.
En las neurosis encontramos de una manera privilegiada el despliegue de las
diversas formas de angustia. No tenemos que olvidar que correspondió a Freud la
originalidad de introducir la angustia en el campo de la psicopatología: y esto
vale tanto para la semiología de la angustia, es decir, los diversos grupos
sintomáticos a través de los cuales se descarga, como para la nosología, es
decir, las diferentes categorías clínicas caracterizadas por distintas formas
de angustia. Y también para su teoría. Hoy puede parecernos extraño ya que,
después de Freud, no podríamos concebir el campo de la psicopatología sin la
angustia. Sin embargo, antes de Freud, la clínica psiquiátrica prescindió
totalmente de esta dimensión esencial de la subjetividad moderna.
Si
Freud pudo darle ese lugar decisivo a la angustia es porque inventó el
psicoanálisis a partir de las neurosis y es allí, en el campo de las neurosis,
donde en primer término investigó y reconoció sus diferentes formas: la
angustia de las neurosis de angustia, la angustia en la histeria y en la
obsesión, y la angustia de las fobias o, como Freud prefería llamarlas hacia el
final de su obra, histeria de angustia. La angustia es consustancial con la
subjetividad neurótica en contraste con su casi ausencia o bajo nivel en el
psicópata que sólo se angustia en sus momentos de crisis, es decir, en que
fracasan sus mecanismos psicopáticos. Momentos breves, por lo general,
transición hacia la recuperación de su equilibrio psicopático.
En
cuanto a Lacan, si mantiene el eje freudiano que articula neurosis con
angustia, es porque, sobre todo el neurótico, se angustia ante el deseo del
Otro. Por eso la angustia que Freud caracterizó como señal de un peligro, Lacan
llega a definirla como la percepción misma, en el sujeto, del deseo del Otro. Y
esto es así porque, ante ese deseo, el neurótico se niega a servir de
instrumento del goce del otro, su posición es de rechazo a ponerse al servicio
del goce del otro.
El
psicópata, él, no se angustia pero no le ahorra esa experiencia a su partener.
Por el contrario, es muy activo para enfrentar y sumir al otro en la
experiencia de la angustia. Actividad del psicópata que apunta a un objetivo
bien preciso: el intento de impelir a su pareja a acceder al goce, de llevarla
más allá de las barreras de la inhibición y la represión. No al goce buscado y
reconocido por el neurótico, sino al goce prohibido de la satisfacción de sus
pulsiones reprimidas.
Bibliografía
1. Otto
Kernberg, Diagnóstico Diferencial de la Conducta Antisocial, Revista de
Psiquiatría, 1988,volúmen 5, página 101 a 111, Santiago, Chile
2. Mazzuca, Roberto, “El
psicópata y su partener”, Revista Alcmeon, vol. 9, número 35, Buenos Aires,
2000.
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