¿QUÉ ES UN NIÑO?

“… no me atrevo a darle una explicación. … Algo parecido le
pasa muchas veces en el dormir al familiarizado con el psicoanálisis. Despierta
de un sueño, se resuelve a analizarlo sin dilación, torna a dormirse satisfecho
con el resultado de su empeño, y a la mañana siguiente ha olvidado sueño y
análisis.” 1
Pero si Hans había olvidado su análisis, el psicoanálisis no
se olvidó de los niños ya que fueron objeto de permanentes observaciones
destinadas a corroborar las hipótesis obtenidas en el tratamiento de los
adultos. Sin embargo no se les consideraba posibles pacientes más que dentro
del ámbito familiar, seguramente debido a la propia convicción de Freud de que
el análisis del pequeño Hans sólo fue posible por la concurrencia de la
autoridad médica y paterna en una sola persona, y por la unión del interés
científico con el interés familiar.
Este ideal de unión entre padre y analista, dio como
respuesta que entre 1919 y 1921, Melanie Klein analizara a su hijo Erich; el
relato de esa experiencia la validó como analista; y por esas mismas épocas
Anna Freud hizo su análisis didáctico con Sigmund Freud, su propio padre.
Hechos que son por lo general ignorados, o dejados de lado, pero que son
cuestiones fundamentales porque son los dos modelos en los 1 Freud, Sigmund.
Análisis de la fobia de un niño de cinco años (1909), OP. CIT. Pág. 118. 2 que
se asentaron los comienzos del análisis con niños. Por supuesto, esto no es lo
único que queda silenciado en este nuevo espacio clínico, quizá lo más
importante es lo que bien señala Silvia I. Fendrik en su libro Psicoanálisis
para niños. Ficción de sus orígenes:
“… la imposibilidad de dar razón de lo que ocurre con la
transferencia en el caso de los niños‐pacientes de sus propios padres.” 2 No podemos olvidar
que estás dos
mujeres, Melanie y Anna, se convirtieron en los dos pilares del análisis con niños, y sus escuelas
reflejaron el conocido antagonismo entre ambas.
Antagonismo que tuvo su origen en dos versiones opuestas que
intentan dar respuesta al mismo problema: la unión entre padre y analista. Como
señala Silvia Fendrik, son antagónicas porque son miradas especulares. Una es
la versión discursiva de la madre que ha analizado a su hijo, y la otra es la
versión discursiva de la hija que ha sido analizada por su padre.
Atrapamiento fantasmático, algo de lo real que insistirá a lo
largo de los años y que tiene su efecto en sus propuestas clínicas. Lo real,
que no cesa de no escribirse, y que insistirá en los intentos aislados de
reflexión sobre la dirección de la cura en los análisis de niños que no logran
avanzar.
Para nuestra fortuna, con los años el fuerte antagonismo
entre las dos corrientes o escuelas de pensamientos fue debilitándose, de hecho
entre las personas o entre los grupos se fueron estableciendo lazos de amistad.
Quizá porque las necesidades que plantea el trabajo con los niños suscita tales
dificultades que las 2 Fendrik, Silvia I. Psicoanálisis para niños Ficción de
sus orígenes, Buenos Aires: Ed. Amorrortu.. 1989. Pág. 12. propias posiciones
se ven rebasadas o quizás porque ya no tiene ningún sentido mantener la rigidez
a ultranza.
De todas formas existen todavía algunas dificultades sobre
las que quisiera detenerme aunque sea muy someramente. El psicoanálisis de
niños como reflexionan la mayoría de los autores sigue siendo un territorio de analistas mujeres. Es un
hecho bien conocido que son pocas las excepciones de analistas varones (D. W,
Winnicott por ejemplo), que se han dedicado al análisis de niños, por lo que
tal parece que el psicoanálisis responde
a la tradición de la cultura que concede a la mujer un saber innato en tanto
madre potencial, para comprender a los niños.
Esto quizás debido a que en el registro de lo Imaginario, las
mujeres poseen un saber que les permitirá, vaya a saber cómo, entender al niño.
Y cómo poseen ese saber, eso no es cuestionado. Se tratará entonces de un saber
inefable que las mujeres poseen con respecto a los niños, lo cual impide buscar
las causas de esa apropiación en la propia historia del psicoanálisis infantil.
Si en un primer tiempo, la unión de la figura del analista y
la autoridad paterna era recomendada, es hasta un segundo momento cuando el
psicoanálisis de niños empezó a plantear sus propias problemáticas: la
presencia del cuerpo del niño, la actuación del niño durante el tratamiento, el
problema de la transferencia, la realidad de su dependencia respecto a los
adultos, la presencia de los padres, la atemporalidad del inconsciente y la
historia del niño, sólo por mencionar algunas cuestiones.
De tal suerte que trabajar con niños no sólo implica el
reconocimiento de los propios límites, sino también como afirma Silvia I.
Fendrick, responder a la historia que se hereda, de la cual se lleva las
marcas, se sepa o no.
Después de esta brevísima introducción, me acercaré al meollo
del asunto.
“Nos enseñaron desde
niños cómo se forma un cuerpo sus órganos sus huesos sus funciones sus sitios
pero nunca supimos de qué estaba hecha el alma”
Mario Benedetti
El desarrollo de todo niño se presenta plagado de incógnitas,
tantas que cuando trabajamos con ellos nos enfrentamos con la pregunta acerca
de la niñez, porque:
¿Qué es un niño? No alcanza con el registro de lo biológico,
con la presencia de un organismo vivo para encontrarnos con un niño, existe
otro orden, un orden que nos permite encontrar en ese organismo el registro del
jugar, y de amar. Sabemos que el psicoanálisis se caracteriza por la
importancia concedida al deseo en la constitución subjetiva.3
Es por los acontecimientos del registro del deseo que podemos
intentar responder a ciertas preguntas: ¿cómo se transforma un cuerpo de la
necesidad, un cuerpo de la alimentación, de los excrementos, de la
sobrevivencia, en un cuerpo del deseo? ¿Cómo se constituye un sujeto? ¿Cuáles y
cuantas vicisitudes influyen en su desarrollo?
Para ello partiremos del hecho de que el niño es un sujeto en
situación de estarse constituyendo como tal, por eso cuando se trabaja con
niños a diferencia del trabajo con adultos, la edad se convierte en un elemento
importante, ya que en la constitución subjetiva también interviene el tiempo.
En ese sentido no da lo mismo haber pasado o no por determinados momentos
fundantes para la subjetividad.
3 Mannoni, Maud. El niño retardado y su madre Buenos Aires-
Barcelona-México: Editorial Paidós. 1ª
Edición. 1984. Pág. 53.
Puede pensarse una diferencia en los niños marcada por la
sucesión temporal, por una “cronología del desarrollo”, ya que son diferentes
tipos de niños con los que nos enfrentamos en el trabajo psicoanalítico y que van
desde el niño que se reconoce en el espejo, el niño del fort‐da,
el niño que
descubre la castración
materna, (el pequeño
Hans), o el niño
con acceso a la escritura, el de la latencia. 4
Pero, cómo distinguir a un niño de un adulto siguiendo las
coordenadas estructurales además de las del significante, propongo para ello
hacer un breve recorrido por Freud y Lacan.
PARA SIGMUND FREUD.
El tema de lo infantil fue desde los inicios del
psicoanálisis un problema central.
Lo infantil fue un
concepto esencial que dirigía la cura hacia los conflictos procedentes de la
infancia, a la que se le consideraba como fuente de toda neurosis. Desde el
comienzo de su quehacer clínico S. Freud descubre primero en el recuerdo de
acontecimientos sexuales, escenas de la realidad y más tarde en lo que se
considera la fantasía neurótica, los fundamentos de lo que alcanzará después un
valor traumático.
De esta forma orienta sus investigaciones hacía la búsqueda
de la vida sexual infantil. En su conocido trabajo Tres ensayos de teoría
sexual (1901 – 1905) refiriéndose al infantilismo de la sexualidad adulta
afirmó:
4 Dinerstein, Aida. Cuestiones acerca de una clínica de niños
graves. Niñez y locura, México: Inédito, 1º
y 2 de marzo de 1996. Conferencia en YOT’AN.
“Vislumbramos así una fórmula: los neuróticos han conservado
el estado infantil de su sexualidad o han sido remitidos a él. De ese modo,
nuestro interés se dirige a la vida sexual del niño.” 5
En estos tres ensayos, describe el complejo de Edipo y
desarrollará un poco después su complemento el complejo de castración. Define
los estados por los que pasará el sujeto como la infancia, latencia, pubertad. El desarrollo libidinal del niño tendrá
que encontrarse con la diferencia de los sexos y de las generaciones, proceso
que vive con sus padres, será con ellos con quien y por quien constituirá los
conflictos organizadores de la libido.
En Tres ensayos, Freud plantea la disposición perverso
polimorfa de la sexualidad infantil, las diversas fases propuestas por él están
ligadas a las distintas zonas erógenas, que nacen por el apuntalamiento de las
funciones corporales importantes para la vida y que se transformarán en zonas
asociadas a la consecución de placer.
En este trabajo Freud define el autoerotismo como un modo de
actividad sexual, en el cual la pulsión no se dirige hacia otra persona, sino
que busca obtener satisfacción en el propio cuerpo del niño, quedando definido
el autoerotismo como la forma en que la pulsión se satisface en la zona erógena
desprendida de la necesidad. Si en un principio la satisfacción sexual está
vinculada con la necesidad, tenía un objeto, el seno materno; será por efecto
de la formación de una representación total de la madre, efecto logrado por el
corte que brinda su ausencia, que la pulsión buscará restaurar la relación
original perdida, de allí que para Freud el encuentro de un objeto es siempre
un re‐encuentro.
El niño pequeño, es un
ser débil, e indefenso que permanecerá por largo tiempo como vasallo del Otro
para satisfacer sus necesidades vitales, pero también es quien se encuentra al
acecho de todo lo que pasa a su alrededor, quien no se pierde de nada de lo que
ocurre a su alrededor, por lo que el Otro se convierte en el lugar primordial
desde donde se incorpora la vida. Lugar en donde la demanda se impone sobre la
necesidad y donde el deseo quedará amarrado a la palabra. Por ello es que los
distintos agujeros de su cuerpo, lugar de la necesidad y la demanda,
funcionarán sólo en relación con los significantes del Otro. Por tanto el
cuerpo quedará atrapado en la red significante tejida por el Otro. Para
explicar este hecho, Freud, propone las fases oral, anal y fálica que serán
seguidas por un periodo de latencia. Estos momentos son cruciales en el
movimiento de una estructura que se incorpora según la diacronía del complejo
de Edipo. Todo este desarrollo de la sexualidad constituye para cada niño una
prehistoria, que solo se historizará o resignificará por la primacía del Falo a
partir del Edipo.
El complejo de Edipo reúne en sí, el momento en el que el
niño descubre la diferencia sexual y la ley que obstaculiza sus deseos hacia la
madre, durante él, se da la dinámica de las identificaciones, que tendrán como
resultado la identificación primaria con el padre de la prehistoria personal.
Una vez asumido el complejo de castración para el niño y de
el Penisneid para la niña, empezaría el largo periodo de latencia con la
subsecuente pubertad, y es a través de los reordenamientos estructurales de
estos periodos que quedaría marcado el límite entre el niño y el adulto.
De tal manera que para Freud el complejo de Edipo será el “núcleo
de las neurosis”, además de ser una etapa obligada de todo ser humano. Pues es
bajo el abrigo del padre, en tanto portador de la castración y de la promesa,
lejano representante del padre de la horda primordial, como terminará la
evolución edípica para dar paso al período de latencia.
De esta forma podemos
afirmar que el complejo de Edipo freudiano sostiene que para ser hombre o ser
mujer, no basta con lo biológico, pues el ser humano no se reduce a la
conformación anatómica, fisiológica, ni genética, ni hormonal, y por cierto
tampoco al sometimiento a una ley divina, no es un mandato de dios. Por el
contrario, el complejo de Edipo intenta resolver de un modo bastante arduo a
ciertas preguntas formuladas por la humanidad: ¿qué es ser hombre? ¿Qué es ser
mujer? Pues responder como hombre o como mujer, es una cosa muy distinta al
establecimiento del sexo macho o sexo hembra.
En realidad Freud
sostiene que sean cuales fueren las vicisitudes de la vida amorosa de un
sujeto, ésta tiene siempre como referencia la relación con la madre y el padre
del complejo de Edipo, de tal manera que a partir de Freud, sabemos que la
forma como uno fue amado o no, en su condición de hijo, determinará la forma
como uno amará o no amará, y de cómo uno se dejará o no se dejará amar. Pero al
mismo tiempo y lo más importante, es que la filiación está determinada por el
lenguaje, y no por mecanismos biológicos, pues en realidad todos somos hijos
adoptivos de nuestros padres, quienes nos adoptan en un acto de amor simbólico.
Pues el complejo de Edipo es como una matriz que ordena amores y odios en
referencia al parentesco, cuya esencia no pasa por los lazos de sangre
naturales, sino por vínculos generados por las palabras entre los sujetos.
Podemos decir que lo que hace a un sujeto, hermano, suegro, padre o hijo, no es
tanto una realidad biológica, sino el resultado del lenguaje, de la palabra.
Pues como bien descubrió Freud, un hijo habita en el lenguaje
de su madre desde mucho antes de haber nacido. Podríamos decir que se trata en
realidad de cómo una existencia real viene a encarnar ese lugar de hijo. Por
ello puede decir Lacan, que el significante introduce en lo real algo, en este
caso el hijo, que antes no existía. El niño en el útero, es ese real imposible
de la vida que se desarrolla, pero que está ligado a la trama imaginaria y
simbólica del inconsciente de la madre.
Así que podemos decir
que un niño, es más una creación del lenguaje, que el producto natural de la
unión biológica de un óvulo con un espermatozoide. Por eso es mejor decir que
se trata de una criatura, más que de un cachorro, pues cachorro es un animal
joven, en cambio el niño es una criatura creación del lenguaje. Tanto como,
los duendes, los elfos o lo unicornios.
De allí que podemos observar como Freud trata al pequeño
Hans, como un sujeto ya totalmente sensible a los efectos de la palabra y de la
estructura familiar.
El caso Hans 6, le permite a Freud confirmar sus ideas acerca
de la sexualidad infantil, la angustia de castración y el complejo de Edipo.
Además le permite corroborar la normalidad de la neurosis infantil, y propone a
través de este caso la
comprensión de la fobia.
Aunque quizás lo más importante es que este caso, demostró la
posibilidad de analizar a un niño pequeño, pues se trató de escuchar las
palabras que provenían de un niño de 5 años, aunque como es sabido, estas
palabras eran llevadas por el padre al analista que era Freud; y permitió imaginar una especie de
profilaxis de la infancia, por medio de una educación que tuviera bases
psicoanalíticas.
Gracias a este proceso, el propio niño se transformó en
sujeto de estudio para el psicoanálisis al igual que el neurótico,
convirtiéndose ahora en la fuente original a estudiar, proporcionando su
testimonio sobre la realidad de la neurosis infantil, y al mismo tiempo
suscitando la expectativa de poder prevenirla con un adecuado manejo.
6 Freud, Sigmund. Análisis de la fobia de un niño de cinco
años (el pequeño Hans) (1909), Tomo X,
OP.CIT.
Para S. Freud, lo infantil remite entonces a otro nivel, al
de la historia humana que hereda un sujeto, lo que implica que adquiere también
los fantasmas originarios que colman o saturan su historia de vida. De allí que
el niño encuentra su lugar entre una atemporalidad de lo inconsciente y una
historia singular, hecha de novedades, de azar, pero sobre todo de ciegas
repeticiones.
El genio de Freud consiste en señalar que las consideraciones
anatómicas nada ayudan en ese punto. Pues no alcanza con la observación tanto
del exterior como del interior del cuerpo para discernir la diferencia de los
sexos. Pues la palabra designa un más allá de la materialidad de la carne, el
organismo queda atrapado en la dialéctica del deseo y es interpretado por el
significante.
El descubrimiento
de Freud indica que es imposible apelar al instinto para dar razón de la
sexualidad humana, pues si algo demostró es que el inconsciente desconoce la
biología y no ubica en la vida biológica, nada de lo que Freud postuló como
las llamadas funciones parciales, oral, anal, escópica e invocante. En el
inconsciente, y por cierto en el discurso en general, la diferencia sexual
anatómica es significantizada y reducida a la problemática del tener fálico, en
tanto que las pulsiones parciales ignoran la diferencia sexual. Por ello es que
la orientación del deseo sexual como tal, merecía una explicación tan
complicada como el complejo de Edipo.
El inconsciente aunque atemporal, está sin embargo ligado con
la historia singular del sujeto. Así que en el trabajo psicoanalítico del niño,
la cuestión de la temporalidad es fundamental pues incluye la dimensión de la
historia del propio niño.
Pues por un lado se tiene la idea de un desarrollo madurativo
de la sexualidad que implica una dimensión temporal, y por otra la historia de
un sujeto en vías de constituirse como tal. De este modo encontramos en Freud
una prehistoria que quedará definida como la época que precede al Edipo, se
trata de una historia velada por la amnesia infantil, y una historia que es la
que se sustenta en la relación del niño con sus padres, el lugar que ocupa en
sus fantasías.
El vínculo entre la historia y la prehistoria del niño es
difícil de abordar. Porque si identificamos el tiempo con la idea de un
desarrollo físico y este lo ligamos con el desarrollo psíquico, podemos caer en
la idea equivocada de que exista un proceso madurativo en el quehacer
pulsional, o del aparato psíquico, lo cual nos impediría pensar en la
influencia de la historia del niño. (O sea las articulaciones con el fantasma).
Y caemos en una psicología psicoanalítica del desarrollo, como un proceso
meramente evolutivo.
El niño es un sujeto que se encuentra en el momento de
atravesar por esos momentos reconstruidos por la teoría freudiana, por lo que
se considera que se encuentra en constitución, en devenir. Es por ese devenir
que la clínica con el niño requiere de valorar las modalidades temporales,
prehistoria, historia, más el presente y el porvenir. Por ello los conceptos
freudianos adquieren en la clínica infantil un nuevo valor, pensemos por
ejemplo que la represión está llevándose a cabo, las identificaciones están en
pleno proceso, etc. Por eso es muy común que se confunda el registro vital, con
lo psíquico.
Para complejizar un
poco más, tenemos la idea de retroactividad, que es un concepto fundamental en
el pensamiento de S. Freud. Esta retroactividad remite a dos momentos, uno de
los cuales dará sentido, valor traumático al otro. En el segundo acontecimiento
se efectúa un encuentro con lo desconocido, lo imprevisible, es la apertura
inducida por el presente sobre el pasado, que eventualmente se convierte en
fuente de patología. Según Freud el primer evento no se comprende cuando sucede,
es hasta que ocurre el segundo evento que el primero cobrará sentido.
Debe aclararse que la retroactividad es un funcionamiento
esencial de todo sujeto, y no está reservado a las patologías, aunque para
Freud, está también ligada a la violencia, casi siempre, del encuentro del niño
con la sexualidad del adulto. Se trata de un desfasaje entre la sexualidad
infantil y los mensajes que le son enviados por el adulto. Este desfasaje
permite que el acontecimiento solo exista en forma de huellas mnémicas que
serán reorganizadas con el nuevo evento. Y si todo recuerdo, es un recuerdo
encubridor, entonces se trata también de una retroactividad que opera sobre las
huellas de hechos, pero también sobre los fantasmas del deseo.
PARA JACQUES LACAN
Para Lacan el Otro del lenguaje preexiste al sujeto, por lo
que la incorporación a la estructura es mucho más precoz. En su trabajo sobre
el estadio del espejo, Lacan da cuenta del punto de inseminación del orden
simbólico, en el hecho de que la imagen especular para el infans, sea asumida
con verdadero júbilo, aun antes de que se objetive la dialéctica de la
identificación con el otro y antes de que el lenguaje sea apropiado por el
niño. Propone entonces que esta condición sitúa al yo, desde antes de su
determinación social, en una línea de ficción
irreductible para siempre. El estadio del espejo es un drama que precipita
de la insuficiencia orgánica a la anticipación, desde las fantasías de cuerpo
fragmentado hasta lo que llama una forma ortopédica de su totalidad.
El estadio del espejo es fundante para el sujeto pues en él
se da el punto de inseminación simbólica que regula lo imaginario, y permite
nuestra relación con los otros. Ley simbólica que regula el intercambio de
significantes.
Tenemos entonces que
un niño recibe de su madre el intrincado pulsional, y durante meses no tiene la
menor idea de tener un cuerpo, lo siente, pero no sabe que lo tiene. Sólo
gracias al estadio del espejo es que adquirirá un cuerpo, este momento produce
un antes y un después. Antes no tenía idea de poseer un cuerpo y después lo
tiene en una imago unificada.
Sin embargo también por efecto de lo simbólico, es que lo que
el sujeto ve en el espejo es una imagen nítida, o bien fragmentada,
inconsistente, incompleta. Esto depende de su posición en relación a la imagen
real.
Cuando termina el estadio del espejo, por la identificación
con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales, aparece la
pregunta por el deseo del Otro, es a partir de aquí que el yo constituye sus
objetos siguiendo los momentos marcados por el complejo de Edipo. En este
estadio se fundan las identificaciones yoicas del sujeto que constituirán los
ideales de la persona, a partir de la estructura ya incorporada. Por lo que podemos afirmar que el niño
es: “… un ser que puede ser dominado, presa ideal de todas las tentativas de
domesticación de su goce.” 7
En un trabajo posterior, el seminario de La Relación de
Objeto, Lacan despliega el Edipo a partir de los conceptos de castración,
frustración y privación, empieza por la relación originaria del sujeto con la
madre, en la etapa calificada como preedípica, articulándola con el padre
simbólico, real e imaginario.
El padre imaginario es sobre el cual se realiza toda la
dialéctica de la agresividad, la identificación; es el que constituye el
soporte psicológico de las relaciones con el semejante. El padre real es aquel
sobre el cual está vinculada la incidencia del complejo de castración.
7 Valas, Patrick. ¿Qué es un niño?, en Niños en
psicoanálisis, Argentina: Editorial Manantial, 1° Edición.
Pág. 13.
“Si la castración merece efectivamente ser distinguida con un
nombre en la historia del sujeto, siempre está vinculada con la incidencia, con
la intervención del padre real.”8
El padre simbólico es el que está situado en un más allá,
sustentado en el padre muerto y no representado en ninguna parte. En la
relación preedípica con la madre lo que prevalece es lo referente al falo, la
madre es considerada en cuanto a su presencia como objeto de amor.
El falo por tanto es el significante privilegiado porque
representa la marca donde el lenguaje se une al surgimiento del deseo. E impone
que sea desde el lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él, el problema
es que en tanto significante está allí velado y como deseo del Otro, hace que
el sujeto tenga que reconocer, el otro que es él mismo.
“De esta necesidad de reconocimiento, el sujeto es
inconsciente y, sin duda, por eso necesitamos imperativamente situarla en una
alteridad de una clase que no habíamos conocido hasta Freud. Esta alteridad se
debe al puro y simple lugar de significante por el que el ser se divide con
respecto a su propia existencia.” 9
Entonces nos encontramos con que en cuanto a su existencia,
el sujeto se encuentra constituido de entrada como división, porque su ser se
hace representar en otra parte, en el significante, mismo que está en un tercer
lugar. Y eso es lo que estructura al sujeto en esa descomposición de sí mismo,
sin la cual no entenderíamos lo que se llama el inconsciente.
8 Lacan, Jacques. Seminario IV. La relación de objeto
1956-1957, Texto establecido por Jacques Alain Miller, Barcelona-Buenos
Aires-México: Editorial Paidós. 1° Edición, 1998, Pág. 223
9 Lacan, Jacques. Seminario 5. Las formaciones del
Inconsciente. 1957-1958, Texto establecido por Jacques Alain Miller, Buenos
Aires-Barcelona-México: Ed. Paidós, 2004, Pág. 264
“El sujeto ante esto, ofrece su vida concreta y real, que se
acompaña ya de los deseos en el sentido imaginario, en el sentido de la
captura, en el sentido de que hay imágenes que lo fascinan, en el sentido de
que, con respecto a dichas imágenes, se siente como yo (moi), como centro, como
amo o como dominado.” 10
Es que en la relación imaginaria, como sabemos, la imagen de
sí, del cuerpo, desempeña en el hombre un papel primordial tan importante que
acaba por dominarlo todo. Por ello se requiere de un símbolo de ese margen que
lo separa de su deseo y debido al cual su deseo siempre está marcado por la
alteración que experimenta por la entrada en el significante. El símbolo
general de esa falta fundamental necesaria para que el niño pueda introducir su
deseo en el significante.
Se trata de la función constituyente del falo en la
dialéctica de la introducción del sujeto a su existencia pura y simple y a su
posición sexual, todo esto no es posible de deducir si no hacemos del falo, el
significante fundamental por el que el deseo del sujeto ha de hacerse
distinguir como tal deseo, así sea del hombre o de la mujer Este recorrido le
permite a Lacan sostener que el deseo, sea cual fuere, tiene en el sujeto esta
referencia fálica. Eso es lo importante, pues lo que esto quiere decir, es que
el deseo del sujeto recibe su potencia, su poder de un significante, sólo si
éste falta. Y según Lacan esto es lo esencial de la experiencia analítica
descubierta por Freud.
Por ello afirmó Lacan:
“Lo que les he demostrado es que todos los accidentes, los
tropiezos que encontramos en la evolución del niño, y ello hasta el más radical
de esos 10 IBID. Pág. 281 tropiezos y esos accidentes, están relacionados con
esto, que el niño no se encuentra solo delante de la madre sino que delante de
la madre está el significante de su deseo, a saber el falo.”11
Debido a esto, es que el orden simbólico interviene en el
plano imaginario, precisamente porque el complejo de castración traslada a este
plano todo lo que se juega en relación con el falo. La intervención del padre introduce la ley, estableciendo para el niño
un orden que rebasa a la pareja real, y del cual el niño podrá esperar la
evolución de los acontecimientos.
Lo que Freud descubrió es que la dialéctica primordial del
deseo, supone una relación tercera que hace intervenir, la presencia del
personaje, deseado o rival, pero siempre tercero, que es el padre, más allá de
la madre. Este tercer término es esencial porque es el que permite todo o lo prohíbe.
Hablando del caso del pequeño Hans, dirá que es el momento de
la aparición del orgasmo, pene real, lo que tendrá efectos sobre el niño, pero
no basta la aparición de esta potencia sexual en el niño para que se produzcan
todos los efectos del complejo de Edipo, para eso es necesario el soporte
simbólico, mediado por el padre simbólico que es dice Lacan en este trabajo, el
nombre del padre, cuya función es la de ser: “… el elemento mediador esencial
del mundo simbólico y de su estructuración.”
12
Será este Nombre‐del‐Padre lo que va a permitir que el niño
salga de esa relación brutal con el
Otro materno, y será también lo esencial a toda articulación del lenguaje humano. Es
que sólo a partir del Padre puede haber un más allá del Otro Primordial.
11 IBID. Pág. 293
12 Lacan, Jacques. Seminario 4, OP.CIT. Pág. 289
Se trata entonces de la castración materna anterior,
sincronía del Edipo, fundada en la metáfora paterna; que es la función de
significante que condiciona la paternidad.
“… la atribución de la procreación al padre no puede ser
efecto sino de un puro significante, de un reconocimiento no del padre real,
sino de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre‐del‐Padre.” 13
El Nombre‐del‐Padre es quien realiza la operación sustitutiva del
significante paterno, por el Deseo de la Madre, en la metáfora paterna, con lo
cual el niño puede reconocer o simbolizar el lugar en donde la ley se ejerce
para que el deseo de la madre quede reprimido.
La metáfora paterna
será entonces lo que permita que el niño no quede capturado en ese Deseo de la
Madre, que Lacan dirá que el niño vive como experiencia de devoración, será el
Nombre‐del‐Padre lo que permitirá la
existencia del sujeto, no en cuanto a su lugar de sujeto en el mundo, sino de
su existencia en cuanto a sujeto.
Lo que significa “…que la condición del sujeto S (neurosis o
psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro A.”
14 y que eso que tiene lugar responde a todas las leyes del discurso.
14 y que eso que tiene lugar responde a todas las leyes del discurso.
13 Lacan, Jacques. De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis ESCRITOS 2.
OP. CIT. Pág. 538.
*Neologismo inventado por Lacan.
“Condensación entre parler (hablar) y être (ser) ... sutil
polisemia que permite leer en ese trazo de escritura, que el ser es porque
habla, que es aquello que habla; eso inscribe en él la letra, y es por la
letra.”
14-110 IBID. Pág. 530.
14-110 IBID. Pág. 530.
El sujeto está determinado por la palabra desde antes de su
nacimiento. Su articulación de la metáfora paterna es la articulación
sincrónica del Edipo.
El niño es entonces un sujeto marcado, dividido por los
efectos del significante, un parlêtre 15* que no dispone del acto sexual, por
lo que no tiene acceso al goce sexual, con lo cual tanto Lacan como Freud
coinciden en encontrar la incidencia del complejo de castración como el límite
entre el niño y el adulto.
En cuanto a su síntoma, en 1969, en las dos notas enviadas a
Jenny Aubry, Lacan describirá dos posiciones para el síntoma del niño,
definiendo al síntoma como el “representante de la verdad”. 16 En el caso de la
neurosis en el niño, se tratará de “la verdad de la pareja familiar”, con el
entretejido de deudas simbólicas y deseo insatisfecho. Es cuando “la distancia
entre la identificación con el ideal del yo y la parte tomada del deseo de la
madre” 17 encuentra en la función del padre una mediación.
En el caso de la psicosis “la articulación se reduce en mucho
cuando el síntoma … compete a la subjetividad de la madre”, 18 el niño queda
involucrado como correlativo del fantasma de la madre, ocupando el lugar del
objeto perdido para ella, cualquiera sea la estructura propia de la madre:
“El niño realiza … el objeto a en el fantasma”. 19
Forclusión del nombre
del padre, que al no mediar entre la identificación con el ideal del yo y el
deseo de la madre, deja al niño fuera del orden del discurso, a no ser más que
para ocupar el lugar del plus de gozar.
Por: Dra. Virginia Hernández Ricárdez
109 Levi Hambra, Adalberto, El Agujero Inaugural, en El
discurso del psicoanálisis, coloquios de la fundación 4. México: Siglo
Veintiuno Editores. 1ª Edición. Pág. 149.
16 Lacan, Jacques. Dos Notas Sobre el niño, Intervenciones y
textos 2. OP. CIT. Pág. 55.
17 IBIDEM.
18 IBIDEM.
19 IBID. Pág. 56.
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