Un día, mientras paseaba con mi padre, se detuvo en una curva antes de llegar a una carretera vieja y desierta. Entonces me preguntó:
- ¿Además del cantar de los pájaros, el sol y el olor de las flores, percibes otra cosa hijo mío?
Miré a mi alrededor y después de algunos segundos respondí:
- Estoy escuchando el ruido de una carreta.
- Así es - dijo mi padre. – Se trata de una carretera vacía.
Le pregunté cómo podía saber que la carretera estaba desierta si aún no la habíamos visto.
Entonces mi padre me respondió:
- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, más ruido hace.
Pasaron los años, crecí y mi padre murió. Hoy, cuando escucho a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de los demás, siendo inoportuna, presumiendo o intentando ser el centro de la atención, me parece escuchar a mi padre diciendo: ‘Cuanto más vacía la carreta, más ruido hace’.”
Es probable que hayas encontrado personas así a largo de tu camino o quizás hasta te has comportado así en alguna etapa de tu vida.
Las personas vacías y envidiosas son aquellas que no escuchan a los demás, que solo quieren oír su voz. Se rodean de mucha gente por temor a la soledad, pero en realidad no les interesa conocerlas profundamente. Algunos adoptan una actitud prepotente y otros presumen de sus logros, que a veces enmascaran bajo una falsa máscara de modestia. De hecho, la coletilla “en mi humilde opinión” no suele ser más que una muestra de orgullo disfrazado.